martes, 27 de agosto de 2013

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

Domingo XXII Tiempo Ordinario
1 septiembre 2013

Evangelio de Lucas 14, 1.7-14

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
― Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
― Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, tullidos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.  
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HUMILDAD Y GRATUIDAD  VERSUS  VANIDAD Y APROPIACIÓN

El ego se mueve siempre desde sus necesidades y sus miedos –las dos caras de la misma realidad-, que son los que le dan una sensación de existir. Y ahí es donde se forma el círculo vicioso en el que se retroalimenta el engaño: necesidades/miedos me hacen sentirme “yo” // al sentirme “yo”, no puedo renunciar a “mis” necesidades” y soy víctima de “mis” miedos // vivo esclavo de ellos // cada vez me identifico más como un “yo” asediado por ellos… y cada vez me siento más frustrado y desconectado de quien verdaderamente soy.
Dentro de esas necesidades, la más básica probablemente sea la de “ser reconocido”, que deriva en la de “ser el primero” y en la de buscar que todo gire alrededor del yo y de sus intereses.
Las palabras de Jesús abordan precisamente ambas cuestiones: ¿qué lugar busco? y ¿por qué hago las cosas? Cuestiones que tocan realidades tan básicas como la vanidad/humildad y la apropiación/gratuidad.
El ego busca “los primeros puestos”: sueña con destacar, ser visto, sentirse reconocido; ama el aplauso y los gestos de admiración a su paso; le encantan los ropajes especiales –también lo decía Jesús: Mt 23,5ss- y signos distintivos de su valía; quiere tener razón y busca imponerla a los demás…
Frente a esa tendencia, la palabra de Jesús no es solo una “receta”. Si se viviera así, podría inducir, incluso, a la falsa humildad –algo frecuente en el mundo religioso-, al hacerlo desde la voluntad.
Sabemos que el ego es muy hábil y puede alimentarse por igual tanto de lo uno como de lo otro. Existen “egos vanidosos” y existen “egos (falsamente) humildes”, que hacen virtud de su (aparente) ocultamiento.
La palabra de Jesús va a la raíz: se trata de desidentificarse del ego. No soy esas necesidades, no soy el ego con sus intereses. Solo cuando lo comprendo, dejo de vivir para él. La ironía se produce cuando se quiere seguir la indicación de Jesús desde el ego: entonces adopta el papel de “equilibrista” para afirmarse a la vez que manifiestaque quiere negarse.
 Solo cuando vemos, somos transformados. Pero no podemos ver desde la mente. Vemos desde aquella Sabiduría mayor que nos permite experimentar nuestra verdadera Identidad, que está más allá de todos los contenidos mentales y emocionales.Y es entonces, al serla, cuando la conocemos.
Al reconocernos en ella, el ego cae (aunque mantengamos inercias anteriores). Y, con él, aquellas necesidades que guiaban nuestra vida.

Del mismo modo, al ego tampoco se le puede pedir gratuidad, porque la esencia misma del ego es la apropiación. Hasta el punto de que, sin apropiación, no hay ego. Su aparente existencia proviene del hecho de apropiarse de contenidos mentales de todo tipo, con los que se identifica. A partir de ahí, entenderá la vida como una apropiación incesante de todo aquello que considere “bueno” para él.
 La gratuidad únicamente puede vivirse cuando ha caído la identificación con el ego. Porque entonces emerge una nueva consciencia, en la que los otros son percibidos como “parte” de sí mismo. Dar a los otros es darse a sí mismo; dañar a los otros es dañarse a sí mismo.
Los “pobres, lisiados, tullidos y ciegos”, de que habla el texto, eres tú mismo: “tú eres otro yo”. Y Jesús proclama una bienaventuranza: “dichoso tú porque no pueden pagarte”. Ahora bien, la dicha no consiste –como se apresuraría a leer el propio ego- en los “méritos” que supuestamente conseguirías con esa acción –de nuevo, se engordaría la vanidad del ego apropiador-, sino en que has descubierto la Dicha, el Gozo, la Bienaventuranza, como tu verdadera identidad. Aquella en la que todos estamos en todos, como en una inmensa red interrelacionada.
La dicha –como antes la humildad- no viene de la mano de lo que hacemos, sino de lo que somos. Basta únicamente acceder a esa comprensión, que es Sabiduría y, simultáneamente, Compasión.
 www.enriquemartinezlozano.com

miércoles, 14 de agosto de 2013

JESUS VINO A TRAER FUEGO AL MUNDO

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Lc 12, 49-53
En un estilo claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas palabras insólitas:"Yo he venido a prender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!". ¿De qué está hablando Jesús? El carácter enigmático de su lenguaje conduce a los exegetas a buscar la respuesta en diferentes direcciones. En cualquier caso, la imagen del "fuego" nos está invitando a acercarnos a su misterio de manera más ardiente y apasionada.
El fuego que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Jamás podrá ser desvelado ese amor insondable que anima su vida entera. Su misterio no quedará nunca encerrado en fórmulas dogmáticas ni en libros de sabios. Nadie escribirá un libro definitivo sobre él. Jesús atrae y quema, turba y purifica. Nadie podrá seguirlo con el corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, los rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguirlo viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de "lo correcto".
Jesús enciende los conflictos, no los apaga. No ha venido a traer falsa tranquilidad, sino tensiones, enfrentamiento y divisiones. En realidad, introduce el conflicto en nuestro propio corazón. No es posible defenderse de su llamada tras el escudo de ritos religiosos o prácticas sociales. Ninguna religión nos protegerá de su mirada. Ningún agnosticismo nos librará de su desafío. Jesús nos está llamando a vivir en verdad y a amar sin egoísmos.
Su fuego no ha quedado apagado al sumergirse en las aguas profundas de la muerte. Resucitado a una vida nueva, su Espíritu sigue ardiendo a lo largo de la historia. Los primeros seguidores lo sienten arder en sus corazones cuando escuchan sus palabras mientras camina junto a ellos.
¿Dónde es posible sentir hoy ese fuego de Jesús? ¿Dónde podemos experimentar la fuerza de su libertad creadora? ¿Cuándo arden nuestros corazones al acoger su Evangelio? ¿Dónde se vive de manera apasionada siguiendo sus pasos? Aunque la fe cristiana parece extinguirse hoy entre nosotros, el fuego traído por Jesús al mundo sigue ardiendo bajo las cenizas. No podemos dejar que se apague. Sin fuego en el corazón no es posible seguir a Jesús.

José Antonio Pagola