miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA CRISIS QUE VIVE EL MUNDO HOY NO ES SOLO ECONÓMICA

Lc 16, 1-13
"No podéis servir a Dios y al Dinero". Estas palabras de Jesús no pueden ser olvidadas en estos momentos por quienes nos sentimos sus seguidores, pues encierran la advertencia más grave que ha dejado Jesús a la Humanidad. El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es el gran enemigo para construir ese mundo más justo y fraterno, querido por Dios.
Desgraciadamente, la Riqueza se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y empobrece cada vez más la historia humana. En estos momentos nos encontramos atrapados por una crisis generada en gran parte por el ansia de acumular.
Prácticamente, todo se organiza, se mueve y dinamiza desde esa lógica: buscar más productividad, más consumo, más bienestar, más energía, más poder sobre los demás... Esta lógica es imperialista. Si no la detenemos, puede poner en peligro al ser humano y al mismo Planeta.
Tal vez, lo primero es tomar conciencia de lo que está pasando. Esta no es solo una crisis económica. Es una crisis social y humana. En estos momentos tenemos ya datos suficientes en nuestro entorno y en el horizonte del mundo para percibir el drama humano en el que vivimos inmersos.
Cada vez es más patente ver que un sistema que conduce a una minoría de ricos a acumular cada vez más poder, abandonando en el hambre y la miseria a millones de seres humanos, es una insensatez insoportable. Inútil mirar a otra parte.
Ya ni las sociedades más progresistas son capaces de asegurar un trabajo digno a millones de ciudadanos. ¿Qué progreso es este que, lanzándonos a todos hacia el bienestar, deja a tantas familias sin recursos para vivir con dignidad?
La crisis está arruinando el sistema democrático. Presionados por las exigencias del Dinero, los gobernantes no pueden atender a las verdaderas necesidades de sus pueblos. ¿Qué es la política si ya no está al servicio del bien común?
La disminución de los gastos sociales en los diversos campos y la privatización interesada e indigna de servicios públicos como la sanidad seguirán golpeando a los más indefensos generando cada vez más exclusión, desigualdad vergonzosa y fractura social.
Los seguidores de Jesús no podemos vivir encerrados en una religión aislada de este drama humano. Las comunidades cristianas pueden ser en estos momentos un espacio de concienciación, discernimiento y compromiso. Nos hemos de ayudar a vivir con lucidez y responsabilidad. La crisis nos puede hacer más humanos y más cristianos.

José Antonio Pagola

miércoles, 11 de septiembre de 2013

DIOS ES AMOR, GRATUIDAD, GOZO

Domingo XXIV Tiempo Ordinario
15 septiembre 2013

Evangelio de Lucas 15, 1-10

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: ― Ese acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola:
― Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

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DIOS ES GOZO

Estas pequeñas parábolas hablan de alegría…, de la alegría de Dios. Se ha transmitido, durante generaciones y generaciones, la imagen de un Dios tan “serio” –severo, juez, castigador…- que cuesta reconocerlo en las parábolas que contaba Jesús. Con frecuencia, las palabras y los rostros de quienes hablan de Dios no muestran precisamente alegría. El cardenal Bossuet se atrevió a decir que Jesús no se había reído nunca, porque era “perfecto”.
Algo parecido les debió ocurrir a los oyentes del sabio de Nazaret. Acostumbrados a la retórica de los sacerdotes del templo y de los teólogos oficiales, pregonando a un Dios que discriminaba rotundamente entre “justos” y “pecadores”, les resultaría extraño que Jesús se refiriera a un Dios que es Gozo. O mejor, a un Dios cuyo gozo consiste en el encuentro con el ser humano.
Me parece que no es exagerado decir que las religiones no se han llevado bien con la alegría ni con el humor. Aparecen demasiado cargadas de solemnidad que, en la práctica, se traduce en severidad. Abundan los rostros serios y las palabras cortantes, los juicios y las condenas, propio todo ello de quien se encuentra en el estrado, es decir, en el poder. Porque quien está reñido con el humor –y con la humildad, y con lahumanidad (términos todos que provienen de la misma raíz: humus)-, no es tanto la religión, cuanto el poder. El poder sabe que el humor lo socava, y por eso lo demoniza, o apenas lo tolera. La religión se hace solemne cuando alcanza el poder y lucha por mantenerlo. Por eso, el gesto simple y normal de un Papa que sonríe –como es el caso de Francisco, como fue Juan XXIII- resulta, a la vez que insólito, contagiosamente cautivador para los creyentes.
En un lenguaje teísta, Jesús dice que Dios siente alegría “por un solo pecador que se convierta”. Pero, como la mente y la palabra son capaces de “retorcer” cualquier expresión hasta el punto de poder afirmar una cosa y la contraria, fácilmente la religión ha usado esas mismas palabras, en su origen liberadoras, para autojustificarse. De ese modo, quedaban desprovistas de toda su novedad y provocación.
Dios busca a la “oveja perdida”, afirma la religión. Pero se ha modificado el sentido de la palabra. Para la religión, “perdido” es el que no cumple con sus normas y critica sus creencias. Eso sería lo condenable. Con todo, Dios va en su busca. Y se alegra, pero solo cuando lo hace volver al redil, es decir, al cumplimiento de todo aquello de lo que se había alejado.
Si la novedad de Jesús fue la gratuidad de Dios y su alegría sin expectativas, la lectura religiosa de estas parábolas tergiversa el sentido original, hasta el punto de convertir la gratuidad en “mérito”. Una vez más, se ha proyectado en Dios la actitud interesada de los humanos: “voy a buscarte y me alegro contigo…, pero para que hagas lo que yo digo”.

La trampa religiosa no puede desactivarse desde la mente. Porque la mente, en su dualidad, no puede sino etiquetar todo lo que percibe como “bueno” o “malo”. A partir de esa catalogación, actuará en consecuencia.
La novedad y sabiduría del mensaje de Jesús se hacen patentes cuando nos aproximamos a él desde una perspectiva no-dual. Jesús no quería “convertir” a nadie, porque no le interesaba el proselitismo ni estaba preocupado por el número ni el poder. Por eso podía hablar con tanta libertad.
Comía a gusto con “pecadores y publicanos” para escándalo de fariseos y doctores. Y reconocía a Dios como Alegría sin límites, Gratuidad sin vuelta, Amor sin exclusiones.
Del mismo modo que nuestra peor creencia errónea es la de pensarnos separados, reducidos a nuestro yo, la más peligrosa trampa de las religiones es la de presentar a Dios también como un ser separado, creado a imagen de nuestra mente.
Dios no es un individuo separado que premia o castiga, mira bien o mira mal, discrimina entre justos y pecadores… Dios es el nombre que damos al Misterio último de lo real, que constituye todo lo que es y que nos constituye a nosotros mismos. Dios es, por tanto, nuestro Fondo último, la Mismidad consciente y amorosa de todo lo que es, y de la que no podemos estar jamás separados. Un Dios del que alguien pudiera separarse, aunque fuera por el instante mínimo de un respiro, sería sin duda solo un ídolo proyectado. Porque no puedes separarte de Aquello que eres. Y Eso que es, es Amor, Gratuidad, Gozo…, sin motivo y sin contraprestaciones
       www.enriquemartinezlozano.com

domingo, 8 de septiembre de 2013

EL CAMINO A LA FELICIDAD

8 de septiembre, domingo 23 del TO
Lucas 14, 25-33
-«Si alguien acude a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo".
La renuncia a sí mismo ha sido desde siempre una semilla generosamente sembrada en el campo del ascetismo moral cristiano. Renuncia, luego concretada en lo relativo a valores del hedonismo y terrenales. Pero siempre ha habido también voces discordantes –solos en el coro- que cantaron lo contrario. Los juglares del medievo –monjes mendicantes en su mayoría- compusieron y entonaron canciones cuajadas de felicidad, espiritualidad y erotismo.
Europa alumbra un primer renacimiento de carácter humanista. En el poema Cármina Burana, musicalizado en nuestros días por Carl Orff, se puede escuchar el díptico de una de las más bellas estrofas que justifica dicho erotismo y espiritualidad:
"Non est crimen amor, quia, si scelus esset amare,Nollet amore Deus etiam divina ligare".
(No es un crimen el amor; si amar fuera un delito, Dios no habría unido incluso lo divino con el amor).
La Iglesia oficial cerró filas en los siglos subsiguientes quebrando una tendencia de particular tolerancia a este respecto, en el discurrir histórico de todos los anteriores. No es la renuncia lo que nos salva, sino el desarrollo y logro de la plenitud de vida.
En El Friso de Beethoven, Gustav Klim reflejó plásticamente este anhelo de la Humanidad por alcanzar la Felicidad, camino y término de la vida del ser. En el segundo panel, Las Fuerzas del Mal que luchan para impedírselo. Entre las más combativas, las Instintivas: la Lujuria, la Impudicia y la Desmesura, representando el mundo elemental de los sentidos. La Humanidad no logra vencerlas en cruel batalla. Sería su propia derrota. Lo logra encauzando su poder al servicio del sentido de la vida.
El proyecto teológico de Lucas, particularmente manifestado en los Hechos, fue verificar que Dios está presente en el mundo, y ve la historia como un lugar donde "lo humano y lo divino se reencuentran", como apunta el teólogo calvinista F. Bovon. Solamente así podremos entender la radical –y contradictoria- afirmación de Jesús. Los signos de Dios no se pueden observar más allá de, sino en el interior de la historia.
La renuncia es siempre lícita y aconsejable –a veces forzada- cuando se hace por algo mejor, aunque nos quiebre los cimientos de la seguridad. Paulo Coelho retrata así a una de sus protagonistas: "No tenía miedo de a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros".
Lo que Jesús realmente nos pide es que seamos libres para seguir sin ataduras de pasados a ideas que nos impiden crecer según demandas personales. Entre otras, la de la felicidad en la tierra, cimiento de base para cualquier otra Felicidad.

PSEUDOMÍSTICA. MÍSTICA DE LA NEGACIÓN
Existe una mística urobórico, anticósmica y que incluso niega y desprecia el mundo. Si embargo, la verdadera mística, no solamente afirma el mundo y las personas, sino también el yo y el proceso histórico en su dimensión temporal, el más allá, el cielo. La plenitud se encuentra en el aquí y el ahora; está únicamente oculta. La 'visión beatífica? Es la experiencia de nacer y morir como proceso de la vida.
Lo creativo engendra y alumbra y, por este mismo hecho, su esencia más profunda constituye la afirmación del mundo. Gracias a la experiencia de esta realidad también el místico se vuelve creativo y es capaz de pronunciar un sí rotundo al mundo. La creatividad de Dios se va liberando en la persona. Dios se manifiesta 'verdadera, perfecta y enteramente tal y como es, y llena a la persona con tal abundancia que ésta se desborda y se sale de la plenitud abundantísima de Dios' (Eckehart).
De estos fundamentos básicos se deriva la responsabilidad de la persona con el mundo"
Wiligis Jäger

Vicente Martínez

miércoles, 4 de septiembre de 2013

SER DISCIPULO DE JESUS NOS MARCA LA VIDA

23 Tiempo ordinario (C) Lucas, 14, 25-33
NO DE CUALQUIER MANERA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 04/09/13.- Jesús va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. Sin embargo, Jesús no se hace ilusiones. No se deja engañar por entusiasmos fáciles de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo va descendiendo el número de los cristianos. A Jesús le interesaba más la calidad de sus seguidores que su número.
De pronto “se vuelve” y comienza a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables. Pero, si no dejan a un lado los intereses familiares para colaborar con él en promover una familia humana, no basada en lazos de sangre sino construida desde la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus discípulos.
Jesús no está pensando en deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser discípulo de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad para tomarlo en serio.
Jesús sigue hablando con crudeza: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano de cualquier manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de vivir que desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero responsable a Jesús.
Sorprende la libertad del Papa Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con los discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”, “creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos, “cristianos educados” que no anuncian el evangelio...