jueves, 29 de diciembre de 2016

PARA AHONDAR EN LO QUE LLAMAMOS DIOS

Amiga, amigo: ¡Feliz Navidad! O, si prefieres, feliz solsticio de invierno: la noche empieza a acortarse en nuestro hemisferio Norte, aunque sucede justo lo contrario en el hemisferio Sur. El Sol que muere, nace y muere y renace. Cuando unos lo vemos ascender en el cielo, otros lo ven descender, pero a todos los vivientes nos regala su energía, aliento vital, de día y de noche, de solsticio en solsticio y de equinoccio en equinoccio. Loado seas, hermano padre Sol con nuestra hermana madre Tierra. Es imagen de la Vida que no nace ni muere, que ES “en el principio”, mucho antes que el Sol y todas las estrellas, “antes” de todo antes y después, en lo más profundo del presente. Lo llamamos “Dios” y no sabemos decir qué es, sino que ES, y solo lo podemos decir con imágenes torpes. Es Espíritu o Aliento, Impulso, Eros o Amor infinito, Presente o Presencia absoluta. No es nadie ni nada que tenga forma, pero es Todo en todas las formas. Es Yo/Tú, Él/Ella, Nosotros/Nosotras. Es Palabra, Relación, Comunión universal. Es creatividad infinita. Es infinita bondad creadora, que se manifiesta en todo lo que es bueno o para bien, en todos los seres, en todos los vivientes, en todos los humanos. Es el Sol que renace cada día en el fondo de tus sombras, como en el solsticio de invierno. Míralo, agradécelo, déjate alumbrar. Y, en tu pobreza, encárnalo, sé lo que eres: compadece, acompaña, consuela, subvierte. Así lo encarnó Jesús de Nazaret, hijo de María y de José, o hijo del Espíritu de la Vida, como todo viviente. Fue un profeta bueno y subversivo de una aldea oscura en un rincón de Palestina hace 2000 años. Llegó a ser lo que era. Creyó en la bondad, activó la esperanza, anunció la liberación a todos los oprimidos, curó enfermos de alma y de cuerpo, hizo frente a la autoridad religiosa y al poder imperial. Fue libre y bueno. Fue feliz, porque tuvo entrañas. No fue perfecto (¿qué es eso?), sino humano, hecho de arcilla frágil e inacabada, como tú y como yo. En la bondad de su humanidad inacabada, encarnó a Dios, el Misterio de la Vida, en forma a la vez parcial y plena, pues en la parte se halla el Todo. Algunos hombres y mujeres, al verlo, como los magos de Oriente perdidos en el camino, se dijeron: “Hemos encontrado la estrella que nos guía”. Y lo siguieron. Nos lo cuentan los evangelios, sean canónicos o apócrifos. Pero todo eso no es historia, dirán muchos, sino leyendas de fe. Tienen razón en buena parte. El Jesús de los evangelios es una figura profundamente recreada por la fe de sus discípulas y discípulos. No sabemos, por supuesto, en qué día nació. Solo en el siglo IV se estableció en la mayoría de las iglesias la celebración de su natividad el 25 de diciembre, al final de las fiestas del solsticio. Y es lógico, pues ese día celebraban los romanos el nacimiento del sol y de Apolo, los mitraicos el nacimiento de Mitra, los germanos el de Frey (y luego los aztecas el de Huitzilopochtli, los incas el de Inti…). Los nombres son distintos, pero la luz es la misma. La luz que brota del fondo de todo, que nos infunde el calor de la vida, y que nosotros hemos de encender. No hay nada más verdadero. No importa el día en que nació Jesús, sino la figura luminosa que los evangelios presentan, la del hombre libre y hermano. Diré más: ni siquiera importaría que nada de lo que nos cuentan dichos evangelios, de manera por cierto tan distinta y a veces contradictoria, sea propiamente histórico. Lo que importa, al final, es que se abran los ojos para verlo todo de manera nueva, para ser lo que fue Jesús, lo que somos de verdad. Lo más real de Jesús no son los dichos y hechos que pudieran probarse como históricos, sino la hondura de la Vida que le hizo y nos hace más libres y humanos. Solo puede decirse en parábolas, poemas y evangelios. El anuncio de un ángel a María y a José y a los pastores de Belén, el nacimiento virginal, el viaje de los magos guiados por la estrella que aparece y desaparece… nunca sucedieron como hechos históricos, como no sucedieron la multiplicación de los panes o la resurrección física con la tumba vacía y tantas cosas más. Pero ¿hay algo más real que “eso indecible” que nos quieren narrar? ¿Qué es eso? Es lo que narra el mito, sugiere el poema, sueña el niño, anuncia el profeta, emprende el rebelde. La bondad creadora: he ahí la estrella. José Arregi DEIA

DOMINGO 1ro DE ENERO

Lc 2, 16-21 Es una fecha cargada de connotaciones profundamente humanas: La circuncisión e imposición del nombre a Jesús. La maternidad de María. El comienzo del año. El día de la paz. No me gusta tratar más de un tema en cada homilía, pero hoy tenemos que hacer una excepción. La fiesta quedaría incompleta si omitiéramos alguno de los aspectos. De todas formas, desde el punto de vista litúrgico, la más importante es la de María madre. 1º.- “María madre de Dios”. Es la fiesta más antigua de María en occidente. Pablo VI la recuperó y la colocó en este día de la octava de Navidad y primero del año. La maternidad de María es un dogma. Esto no nos tiene que asustar, porque lo que de verdad importa es la manera de entender hoy esa verdad. Fue definido en Éfeso en el 431. Pero no se trata de un dogma mariológico, sino cristológico. ¡Ya me hubiese gustado que en aquella época se hubieran interesado por la figura de una mujer como madre! La verdad es que, ni en los evangelios ni en los primeros escritos cristianos se preocuparon de María. La mejor prueba de que en la definición de Éfeso no querían decir lo que después se entendió, es que tuvo que ser aclarada veinte años después por el concilio de Calcedonia (451). En este concilio se afirmó, que María era madre de Dios, pero "en cuanto a su humanidad". ¿Qué queremos decir cuando hablamos de la humanidad de Dios? Efectivamente, llamar a María “madre de Dios” porque fue la madre de Jesús, es violentar los conceptos. Jesús fue un ser humano que comenzó a existir en un momento determinado de la historia. El niño que lloraba y que mamaba, se meaba y se cagaba, no puede ser identificado sin más con Dios; está fuera del tiempo, no tiene ni principio ni fin. Para entender el dogma de la "Theotokos" (la que pare a Dios), debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado. Era un intento de confirmar, que el fruto del parto de María fue una única persona: Jesús. Contra Nestóreo que afirmaba dos personas en Jesús, una humana que era Jesús, y una divina, la segunda de la trinidad. No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió el mismo Nestóreo para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo. Faltó el canto de un duro, para que se saliera con la suya y condenaran como herejía lo que se definió como dogma. Aunque no es lo que se definió, lo que se ha entendiendo del dogma, no deja de tener su importancia a la hora de pensar la realidad insondable de Dios. Que nos hayamos atrevido a dar una madre a Dios tiene unas connotaciones psicológicas incalculables. Manifiesta una necesidad de comprender a Dios desde nuestra realidad humana. Somos hijos de Dios y Él es a la vez Hijo de una mujer... Dios entrando en la dinámica humana y el hombre entrando en la dinámica divina. Llamar a María Madre es manifestar que es origen de algo tan importante como es la presencia de Dios en Jesús. 2º.-La circuncisión se hacía a los ocho días y era el rito religioso fundamental para el pueblo judío. Mucho más que el bautismo para nosotros. Implicaba ponerle un nombre, que en aquella época era muy importante y que en este caso, según el relato, no lo eligen ellos, sino que viene impuesto. Lo que significa el nombre “Jesús” (Dios salva) resume todo lo que fue su vida. La circuncisión suponía, además, la adhesión legal de la criatura al pueblo de Israel. Si era primogénito, como en el caso de Jesús, había que rescatarlo de la obligación de ofrecer al Señor todo primogénito, hombre o animal. 3º.-El comienzo del año supone traspasar una frontera. En el NT griego, encontramos dos palabras que traducimos por “tiempo”, pero que tienen un significado muy diferenciado. “Chronos” es el tiempo astronómico. Se refiere al paso de las horas, días y años... En principio, es lo que estamos celebrando hoy. “Kairos” sería el tiempo humano. Es el tiempo oportuno para hacer algo importante que atañe a la condición humana de cada uno. Éste es mucho más importante desde el punto de vista religioso. Se trata del tiempo que se me da a mí como oportunidad de crecer en el ser. Nadie debía traspasar la frontera de un nuevo año sin hacer una reflexión sobre sí mismo, y valorar como está haciendo uso de algo tan importante y tan efímero como el tiempo cronológico. Sabemos que Dios es amor y que el don de sí mismo es total, absoluto y eterno. Nunca se podrá “arrepentir” de ser lo que es para nosotros. Pero ese don no es una imposición desde fuera. Si el hombre no lo descubre y lo acepta, no significará absolutamente nada para él. La aceptación de ese don que es Dios, tenemos que hacerla desde la más profunda humanidad. No es suficiente una vida animal y racional plena. Es necesaria una perspectiva humana que sólo se da más allá de lo biológico y lo racional. Para que Dios llegue a nosotros, tenemos que concebirlo y tenemos que darle a luz. 4º.-El día mundial de la paz. Tal vez sea una de las carencias que más afecta al ser humano de hoy, porque la ausencia de paz es la prueba palpable de una falta de humanidad a todos los niveles. Ahora bien, la reflexión que hacemos no puede quedarse en aspavientos y quejas sobre lo mal que está el mundo. No podemos descubrir lo que significa la paz, hablando de guerras y conflictos. No son las contiendas internacionales, por muy dañinas que sean, las que impiden a los seres humanos alcanzar su plenitud. Los grandes conflictos internacionales los originamos nosotros con nuestras riñas y pendencias individuales. Si no hay paz a escala mundial, la culpa la tengo yo, que lucho a brazo partido por imponerme a los que están a mi alrededor. El egoísmo que impide la armonía en nuestras relaciones personales es el causante de las más feroces guerras a todos los niveles. La paz no es una realidad que podamos buscar con un candil. La paz será siempre la consecuencia de unas relaciones verdaderamente humanas entre nosotros. Es muy deprimente que nos sigamos rigiendo por el proverbio latino: “si vis pacem parat vellum”. Si te preparas para la guerra, es que estás pensando en quedar por encima del otro para esclavizarlo. Si no existe una auténtica calidad humana no puede haber una verdadera paz, ni entre las personas ni entre las naciones. El primer paso en la búsqueda de la paz, tengo que darlo yo caminando hacia mi interior. Si no he conseguido una armonía interior; si no descubro mi verdadero ser y lo asumo como la realidad fundamental en mí, ni tendré paz ni la puedo llevar a los demás. Este proceso de maduración personal es el fundamento de toda verdadera paz. Pero es también lo más difícil. Una auténtica paz interior se reflejaría en todas nuestras relaciones humanas, comenzando por las familiares y terminando por las internacionales. ¡Si recuperásemos el shalom judío! En esa palabra se encuentra resumido todo lo que intento deciros en estas líneas. Nuestra palabra “paz” tiene connotaciones exclusivamente negativas: ausencia de guerra, ausencia de conflictos, etc. Pero el shalom se refiere a realidades positivas. Decir shalom significaría un deseo de que Dios te conceda todo lo que necesitas para ser auténticamente tú, incluida la misma presencia de Dios en ti. El ser humano auténtico es el que ha superado el egoísmo, es decir, ha dejado de pretender que todo, personas y cosas, giren en torno a él. Aprender a amar, preocuparse de los demás, entrar en armonía, no sólo con los demás sino con toda la creación es la auténtica preparación para la paz. El que ama no pelea por nada ni pretende nada de los demás, sino que está encantado de que todos saquen provecho de él. Meditación-contemplación ¡Convierte el Chronos en Kairos! Esta es mi principal tarea como ser humano. Tengo que aprovechar el “tiempo” que se me da. Mi tiempo no puede ser sólo geológico o biológico. Mi tiempo tiene que ser siempre “humano” ............... El tiempo que dedico a mí mismo, Puede ser el más humano y el más inhumano. Conocerme mejor y crecer interiormente, es el mejor camino para llegar a los demás. .................. Sin interiorización no puede haber verdadera entrega a los demás. Si descubro que todo lo que soy se debe a Otro, será fácil que entre en la dinámica de unidad con los demás. El Otro nos une a todos hasta identificarnos en el Uno. …………………… Fray Marcos

ES NECESARIO UN CAMBIO EN NUSTRO STILO DE VIDA

Ser ciudadanos ecológicos En la encíclica LAUDATO SÌ el Papa Francisco hace una dramática invitación a la sociedad consumista a cambiar de estilo de vida. Nos pide que abramos los ojos y veamos el futuro catastrófico al que estamos abocados, si no ponemos coto a nuestros irracionales comportamientos que están produciendo heridas profundas a la Madre Tierra. Nuestro estilo de vida es insostenible: producimos demasiados desperdicios (algunos excesivamente peligrosos), estamos contaminando la atmósfera alterando el medio ambiente más allá de lo sostenible, lo que tiene como consecuencia el aumento de los desiertos, la subida del nivel del mar, catástrofes naturales más frecuentes producidas por lluvias y vientos, etc. Nos advierte la encíclica de que los males que se avecinan no serán sólo naturales sino también sociales debido a que el estilo de vida consumista, para que sea sostenible, sólo será posible para unos pocos, habiendo de quedar la mayoría descartada. LAUDATO SÌ señala cuál es la causa que está en la raíz de nuestro aberrante estilo de vida consumista: “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir… (nº 204). Así pues, tenemos que llenar la vaciedad de nuestro corazónpara que no busquemos en el tener y en el consumir el sentido de nuestra vida. Llenarlo de otros valores: de responsabilidad, de solidaridad, de respeto, etc., en definitiva, de amor hacia todo lo que existe y vive ahora y en el futuro. Hay muchos que admiran y aplauden al Papa Francisco, están entusiasmados con él, pero le oyen y no le escuchan, ven cómo es, pero no le siguen. También él ha hecho sonar la alarma ecologista: El estilo de vida actual es insostenible, nos conducirá al desastre. Es necesario decidirnos por un nuevo modo de vivir. Nos pide dejar de ser ciudadanos consumistas para convertirnos en ciudadanos ecológicos. Uno de los grandes aciertos de esta encíclica, y creo que novedoso no sólo en la doctrina de la Iglesia, ha sido considerar a los seres humanos como parte del Ecosistema Terrestre. Es verdad queno podemos considerar al hombre como “rey de la creación”, pero sí formamos parte de ella. Los problemas de los vivientes humanos son también ecológicos. Cuando vemos gente que vive en una chabola, sin agua, sin luz, sin suficiente espacio…, estamos ante un problema ecológico, pues estamos ante unos seres vivos que están malviviendo en un medio evidentemente inadecuado. Si la causa de ello es que son trabajadores explotados, sometidos a salarios de miseria…, hay que concluir que esa explotación es un problema ecológico. Que todos los humanos tengan vivienda y que sea digna es también una exigencia ecológica. La ecología tiene que preocuparse por la vida de todos los vivientes del planeta. Si nos duele ver peces muertos en un río contaminado, mucho más nos han de hacer sufrir los muertos por las guerras, por el hambre, por las malas condiciones de trabajo… El Mediterráneo, convertido en Mar de Muertos, es un escándalo ecológico. El ser humano es Naturaleza: de ella y en ella ha nacido y en ella tiene que vivir. Cuando oímos hablar de cómo se está deteriorando el medio ambiente y de las consecuencias tan perjudiciales para todo lo que es y vive en la Madre Tierra, posiblemente estemos pensando en los que dirigen las empresas que contaminan, que talan, que incitan al consumo… O en los dirigentes políticos en cuyas manos están las leyes que podrían protegernos de la barbarie productiva. Nosotros nos sentimos tan pequeños que pensamos que no podemos incidir ni positiva ni negativamente sobre el bienestar de la Madre Tierra. Y por eso nos exculpamos y no nos sentimos responsables de los males que la aquejan. Pero quizás estemos equivocados. Somos piezas que formamos parte del importante conjunto humano, que como tal sí puede influir, y mucho, tanto para bien como para mal en el Ecosistema Terrestre. Será para bien, si somos ciudadanos ecológicos. El primer paso que ha de dar el ciudadano ecológico ha de ser reflexionar sobre su propia conducta y ver hasta qué punto está más o menos implicado en el maltrato de la Madre Tierra. Tenemos que pensar si estamos o no dentro de la vorágine consumista que en conjunto es francamente perniciosa, no sólo por la ingente cantidad de desperdicios que generamos, desechando lo que aún podría servirnos (ropa, comida, utensilios…), sino también, porque una demanda desorbitada de bienes provoca una enorme producción, lo que hace que día a día se esté esquilmando la Tierra. El ciudadano ecológico está obligado a un consumo responsable, que implica unos determinados comportamientos, entre los cuales está la costumbre de reciclar tanto como nos sea posible, rehuir los utensilios de usar y tirar. El consumo responsable nos obliga también a devolver selectivamente a la sociedad lo que ya no utilizamos para que ella lo pueda reciclar. Estamos obligados a conocer los puntos limpios para nuestros residuos especiales y a seleccionar rigurosamente nuestra basura para depositarla separadamente donde corresponda. El consumo responsable también nos obliga a comprar productos ecológicos. No sólo porque sean más saludables, sino porque con ello favorecemos la producción ecológica, que está bajo unas leyes que la obligan a respetar la tierra, librándola de abonos o pesticidas perjudiciales, tratamientos genéticos para hacerlos más atractivos, agradables, inmunes a las plangas… Es verdad que los productos ecológicos tienen el inconveniente de ser más caros, pero esta dificultad se puede contrarrestar siendo más austeros en el consumo, que muchas veces va más allá de lo que realmente necesitamos. También el ciudadano ecologista tiene que considerar el modo humano de producción de los bienes que consume. Debe evitar que sean bienes producidos por trabajadores sometidos a esclavitud o a condiciones simplemente abusivas o a salarios injustos. Para ello debe procurar comprar todo lo que pueda en el comercio justo, garantía de que en el proceso productivo se han respetado los derechos de los trabajadores y la sostenibilidad del ecosistema. El ciudadano ecológico también ha de participar en la defensa de las agresiones a la Madre Tierra. Lo puede hacer a través de Internet donde frecuentemente se encuentran peticiones de firmas que tienen por objeto la denuncia de estos comportamientos dañinos. Hay asociaciones de ecologistas de todo tipo en las que uno puede participar. A veces se hacen manifestaciones para denunciar la violencia a la naturaleza o a los seres humanos. Nunca ha de olvidar que las agresiones a las personas son agresiones ecológicas. Cuando sufre una persona está sufriendo la Madre Tierra. Aunque no seamos el centro del Universo, ni los dueños de la Tierra, como en otro tiempo se pensaba, sí somos una parte muy importante del Ecosistema Terrestre. José Mª Álvarez Rodríguez Foro-Gaspar García Laviana

viernes, 23 de diciembre de 2016

DIOS SE HACE HOMBRE EN TODOS LOS SERES HUMANOS

Jn 1, 1-18 Anoche nos hablaban de un Niño, del pesebre, de pastores, de ángeles. En esta mañana nos habla del Verbo, Palabra preexistente, de Dios eterno y trascendente. Es una prueba más de que nos encontramos ante algo indecible. Curiosamente termina diciendo exactamente lo mismo: y la PALABRA se hace carne, Niño. Los dos relatos, como buenos subalternos, te colocan ante el misterio, pero el que tienes que torearlo eres tú. Sólo tú puedes adentrarte en la realidad que está en ti, “más dentro de ti mismo que lo más íntimo de ti mismo”. Pero está ahí, y sólo tú puedes descubrir ese tesoro y disfrutar de él. La encarnación sólo tiene realidad dentro de ti, como sólo tuvo realidad dentro de Jesús, no fuera en acontecimientos o fenómenos externos. Sólo dentro de ti y dentro del otro. Buscarlo en otra parte es engañarte. Dice un cuento oriental: Un señor que pasaba por la calle, ve a su vecino que está buscando algo enfrente de su casa. ¿Qué es lo que has perdido? Le pregunta. La llave de mi casa. Yo te ayudaré a encontrarla. Pasa media hora y la llave no aparece. ¿Pero dónde la has perdido? Le pregunta el vecino. Dentro de casa. ¿Entonces por que la estás buscado aquí? Es que aquí hay más luz... Si no vivo lo que hay de Dios en mí, jamás lo descubriré ni en los acontecimientos, ni en los demás, ni en Jesús. Aunque el domingo segundo de Navidad volvemos a leer este evangelio, voy a adelantar una frase: “et Deis erat Verbum”. La traducción puede ser: “y Dios era la Palabra”. También podría traducirse por “un ser divino era el proyecto”, puesto que en esta frase “Theos” no lleva artículo. En castellano también podemos traducir: “y la Palabra era Dios”. Pero debemos tener en cuenta que no se explica lo que es la Palabra por lo que es Dios, sino al revés. Se explica lo que es Dios por lo que es la Palabra. Dios es el que se hizo hombre, y si se hizo hombre en Jesús, es que se hace hombre en todos los seres humanos. Por el contrario, si es Jesús el que se hace Dios, nosotros quedaremos al margen de lo que allí pasó. El despiste está asegurado. No creernos que Dios se ha hecho hombre, y hacemos decir al evangelio lo que nos interesa que diga. No es el hombre el que tiene que escalar las alturas del cielo para llegar a ser Dios, ha sido Dios el que se ha abajado y ha compartido su ser con el hombre. Eso es lo que significa la encarnación. Por medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos, ni en los ritos, sino en el hombre... Las consecuencias de esta verdad en nuestra vida religiosa serían tan demoledoras que nos asustan; por eso preferimos seguir pensando en un Jesús que es Dios, pero dejando bien claro que eso no nos afecta a nosotros. Meditación-contemplación Dios es encarnación y se está encarnando siempre. Esa verdad teórica, tengo que hacerla vida en mí. Dios se ha hecho carne en mi propia carne, Pero no es mi carne, sino mi Espíritu. .............. Mi verdadero ser, lo que hay de mí más allá de lo biológico, es el mismo Dios que fundamenta el resto de mi ser. Si consigo olvidarme de “mí”, soy Dios. Si me olvido de Dios, soy nada. ............... Atrévete a atravesar el “desván” de tu falso yo. No te importe el tiempo que tardes en conseguirlo. No tienes prisa, es la tarea de toda tu vida. Descubrirás la perla que vale más que todo lo imaginable. ........................ Fray Marcos Leer 829 veces

DIOS ESTA EN MI

Lc 2, 1-14 Una vez más, mandan las Escrituras al decir que el Mesías nacería en Belén. Tanto Lc como Mt dan por supuesto el hecho, aunque lo explican de distinta manera. En Lc se dan razones para justificar que Jesús nació en Belén. Mt trata de justificar por qué terminó viviendo en Nazaret, dando por supuesto que nació en Belén. Ambos resaltan la importancia de que el Mesías perteneciera al pueblo de Israel, y además, fuese descendiente de David, para ellos el rey por excelencia que había nacido allí. Recordamos el nacimiento de Jesús, que sucedió en un lugar y en un momento determinado. Pero lo que celebramos está más allá del tiempo y del espacio. Dios está fuera del tiempo y del espacio. Dando un paso más, en Dios no se distingue el ser del actuar. Dios todo lo que hace, lo es eternamente. Estamos celebrando que en Jesús, Dios se manifestó. Si se manifestó a través de él, quiere decir que estaba en él, se encarnó en él. Pues bien, podemos estar seguros de que Dios es encarnación y nunca podrá dejar de encarnarse. La realidad divina ni empieza ni termina, ni está aquí ni está allá, ni se crea ni se destruye. Para mí, Dios es exactamente lo mismo que fue para Jesús. Si no se manifiesta en mí como se manifestó en Jesús, la culpa es solo mía. En Jesús ha nacido un liberador. Pero en mí sigue habiendo un opresor, porque el salvador que hay en mí, aún no ha nacido. Repito, lo que Dios ha hecho en el hombre Jesús, lo está haciendo hoy en mí. El nacimiento de Cristo en Jesús fue tarea de toda su vida. Nada se le dio como cómoda posesión automática. También él tuvo que nacer de nuevo. El nacimiento del Espíritu tiene que ser consciente. Nunca puede ser un presupuesto, ni para Jesús ni para nadie. Se nos da gratis, pero hay que desenvolver el regalo, y la envoltura tiene muchas capas que nos fascinan y nos invitan (tientan) a quedarnos ahí. Miremos hacia dentro. Cuando Pablo nos dice que somos otro Cristo, quiere decir algo muy real. Dios está en mí; “yo y el Padre somos uno”, no es símbolo, sino realidad más real que el Belén, los pastores, los magos y los ángeles juntos. El portal de Belén no es más que un símbolo sensible, pero dentro de mí, está la realidad de un Dios identificado conmigo. Tengo que descubrir el Niño en mí. Toda la magia y la luz que puedo percibir en esa escena externa, está dentro de mí. No permitáis que la Navidad quede fuera de vosotros, descubridla y vividla dentro. Entonces la llevaréis con vosotros a todas partes y os permitirá caminar, y los que os vean, podrán caminar también a esa luz. La buena noticia no es que “en la ciudad de David os ha nacido un Salvador”, sino que dentro de ti está ese salvador y puedes darle a luz en cualquier instante. Para eso estás aquí. Está dentro de ti, pero tan envuelto en trapos, que puedes no verlo. Como los pastores, puede que no lo creamos, pero por si acaso, debíamos acercarnos sigilosos. Celebrar la navidad es dar a luz en nosotros a ese Niño, para que todos puedan ver que Dios sigue naciendo aquí y ahora. No celebramos un recuerdo. Atrevámonos a vivir una realidad presente y actual. Dios será siempre un Niño que yo tengo que darle a luz. Si miro demasiado hacia fuera, puedo quedar deslumbrado por las lucecitas de las estrellas o por los cantos de los ángeles, pero me perderé el verdadero tesoro que está escondido en mí y en cada uno de los seres humanos. Para Dios, los pastores, despreciados por la sociedad de entonces, son lo preferidos. Dios ve su verdadero valor y los llama a su salvación. Otros en cambio le cierran las puertas. Un pesebre es comedero. Este evangelio se escribió cuando la eucaristía era ya práctica litúrgica significativa para el cristiano. Sin duda quiere hacernos pensar en Cristo pan de vida. Os ha nacido un salvador. Está reflejando las expectativas que lo judíos tenían con relación al Mesías. Los cristianos cambiaron sustancialmente el significado de la salvación, pero siguieron manteniendo el lenguaje aplicando conceptos distintos a palabras idénticas. Aquí se precisa que la salvación es para los marginados, para los que no contaban nada en aquella sociedad, ni desde el punto de vista social ni del religioso. Y en la tierra paz. ¡Ojalá descubriéramos el profundo significado de esta palabra! No se trata solo de ausencia de guerras, de conflictos, de refriegas. La paz es la consecuencia de una armonía, primero interna, luego hacia los demás. Desde lo divino que hay en nosotros, sería impensable cualquier guerra. La paz no es ausencia de problemas. Dios está siempre en paz, y ¡mira que le hacemos la puñeta! Si Dios me acepta como soy, ¿por qué no puedo aceptar a los demás? Descubre que al rechazarlos, rechazamos a Dios. Fray Marcos

miércoles, 14 de diciembre de 2016

LA EXPERIENCIA INTERIOR DE DIOS

Mt 1, 18-24 El evangelista Mateo tiene un interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también «Emmanuel». Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa «Dios con nosotros»? Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración de la Navidad. Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo si yo no tengo alguna experiencia personal, por pequeña que sea? De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús. El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno. ¿Es posible? El secreto consiste sobre todo en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el amor, el perdón... que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser. Es normal que, al adentrarnos en nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando. Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad. José Antonio Pagola

viernes, 9 de diciembre de 2016

ESTAMOS TODOS LLAMADOS A CURAR HERIDAS

Mt 11, 2-11 La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje a Jesús: «¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?». Jesús le responde con su vida de profeta curador: «Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan; los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia». Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres. Jesús se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por eso se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso pide a todos: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Jesús no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: «No juzguéis y no seréis juzgados». Jesús no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana. Jesús no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba «reino de Dios». El papa Francisco afirma que «curar heridas» es una tarea urgente: «Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es capacidad de curar heridas». Habla luego de «hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano, que lava, limpia y consuela». Habla también de «caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad sin perdernos». Al confiar su misión a los discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores. Siempre les confía una doble tarea: curar enfermos y anunciar que el reino de Dios está cerca. José Antonio Pagola

MARÍA ES GRANDE PORQUE DESCUBRIÓ Y VIVIÓ LO DIVINO QUE HAY EN ELLA

Lc 1, 26-38 El verdadero ser de Jesús y María es exactamente el mismo que el nuestros. Dios te ha dado a ti exactamente lo mismo que a ellos, porque se te ha dado Él mismo totalmente. No te servirá de nada el escucharlo. Solo cuando lo experimentes, saltará por los aires el corsé que te aprisiona y te impide crecer y ser tú mismo. Haberlo descubierto en María y Jesús, es un salto de gigante, pero no es suficiente. Tampoco los razonamientos sirven de nada, pero voy a intentar darte alguno, a lo largo de este comentario. La doctrina de la Inmaculada es un dogma, proclamado por Pío IX en 1854. Puede ser interesante recordar el proceso histórico que llevó a esta formulación. Ni los evangelios ni los Padres de la Iglesia hablan para nada de María inmaculada. La razón es muy simple, no se había elaborado la idea que hoy tenemos del pecado original. Así de sencillo. El concepto de pecado original, tal como ha llegado hasta nosotros, se debe a S. Agustín. Solo cuanto se creyó que todos los hombres nacían con una mancha o pecado (mácula), se empezó a pensar en una María in-maculada. Este pensamiento caló muy pronto en el pueblo sencillo, siempre abierto a todo lo que estimule su sensibilidad. En el siglo VII ya se celebraba una fiesta de la Inmaculada. Hoy nos parece infantil la discusión que se mantuvo durante la Edad Media entre los “inmaculistas” y los “maculistas”. Entre los más de doscientos teólogos importantes, que no creían en la inmaculada, tal como se concebía en aquella época, encontramos a figuras tan destacadas y tan marinas como S. Bernardo, S. Alberto Magno, S. Buenaventura, Santo Tomás de Aquino. Esto nos muestra que lo que pensaban no tiene nada que ver con la mayor o menor devoción a Maria. S. Bernardo, el santo más devoto de María, dice en el año 1140: “esa invocación (Inmaculada) ignorada de la Iglesia, no aprobada por la razón y desconocida de la tradición antigua”. Hay que dejar claro que la discusión se centraba en un punto muy concreto: La santificación de María, que nadie discutía, ¿se realizó en el “primer instante de su existencia” o “un instante después”? Fue Juan Duns Escoto el que, por fin, dio con el argumento decisivo. “A Dios le convenía que su madre fuera inmaculada. Como Dios, puede hacer todo lo que quiera. Lo que Dios ve como conveniente lo hace; luego Dios lo hizo” (y se quedó tan ancho). Ni la idea de Dios ni la idea de salvación ni la idea de pecado original que se manejaba en aquellas discusiones, puede ser sostenida hoy. Aunque la realidad del pecado original es un dogma, los exégetas nos dan hoy una explicación del relato del Génesis que no es compatible con la idea de pecado original desarrollada por S. Agustín: “una taracasi física, que se trasmite por generación a todos”. Menos sostenible aún es que la culpa la tengan Adán y Eva. Hoy sabemos que no ha existido ningún Adán, creado directamente por Dios. El paso de los simios al “homo sapiens” ha sido mucho más lento de lo que habíamos creído. En ese proceso, no hay manera de colocar una línea divisoria que diferencie a un simio de un ser humano. Si un usuario quema el motor de su coche por no ponerle lubricante, es ridículo pensar que por ese hecho, saldrán desde entonces de fábrica todos los coches chamuscados. El coche sale de fábrica ¡impecable! (fijaros como nos delata el lenguaje), pero tiene que empezar a rodar y ahí quedará patente que hay desgaste. Si el fallo se debiera a un defecto de fábrica, no solo el usuario no tendría ninguna responsabilidad sino que tendría derecho a una indemnización. En nosotros hay una parte divina, pero también hay un parte humana, demasiado humana, que termina por despistarnos. El pecado, incluido el original, no es ningún virus que se pueda quitar o poner. El primer “fallo” (¿pecado?) en el hombre, es consecuencia de su capacidad de conocimiento. En cuanto tuvo capacidad de conocer y por lo tanto de elegir, falló. El fallo no se debe al conocimiento, sino a un conocimiento limitado, que le hace tomar por bueno, lo que es malo para él. La voluntad humana elige siempre el bien, pero ella no es capaz de discernir lo bueno de lo malo, tiene que aceptar lo que le propone el entendimiento. Lo que todos heredamos es esa limitación radical para conocer claramente el bien. El concepto de pecado como ofensa a Dios, necesita una revisión urgente. Creer que los errores que comete un ser humano pueden causar una reacción por parte de Dios, es ridiculizarlo. Dios es impasible, no puede cambiar nunca. Es amor y lo será siempre y para todos. Al fallar, yo me hago daño a mí mismo y a los demás, nunca a Dios. Sea yo lo que sea, la oferta de amor por parte de Dios será siempre invariable. Pero esa oferta no la puede hacer Dios desde fuera de mí. Para Él no hay afuera. Lo divino es el fundamento, la base de mi propio ser. Ahí puedo volver en todo momento para descubrirlo y vivirlo. El dogma dice: “por un singular privilegio de Dios”. En sentido estricto, Dios no puede tener privilegios con nadie. Dios no puede dar a un ser lo que niega a otro. El amor en Dios es su esencia. Dios no tiene nada que dar, o se da Él mismo o no da nada. Nada puede haber fuera de Dios. Además no tiene partes. Si se da, se da totalmente, infinitamente. Lo que nos dice Jesús es que Dios se ha dado a todos. Esto no quiere decir que María y Jesús no sean unos seres extraordinarios. Al contrario, desde aquí es desde donde podemos valorar la grandeza de su singularidad. Ella fue lo que fue porque descubrió y vivió esa realidad de Dios en ella. Todo lo que tiene de ejemplaridad para nosotros se lo debemos a ella, no a que Dios le haya colmado de privilegios. Puede ser ejemplo porque podemos seguir su trayectoria y podemos descubrir y vivir lo que ella descubrió y vivió. Si seguimos considerando a María como una privilegiada, seguiremos pensando que ella fue lo que fue gracias a algo que nosotros no tenemos, por lo tanto, todo intento de imitarla sería vano. Hablar de María como Inmaculada tiene un sentido mucho más profundo que la posibilidad de que se le haya quitado un pecado antes de tenerlo. Hablar de la Inmaculada es tomar conciencia de que en un ser humano (María) descubrimos algo, en lo hondo de su ser, que fue siempre limpio, puro, sin mancha alguna, inmaculado. Lo verdaderamente importante es que, si ese núcleo inmaculado se da en un solo ser humano, podemos tener la garantía de que se da en todos. Esa parte de nuestro ser que nada ni nadie puede manchar, es nuestro auténtico ser. Es el tesoro escondido, la perla preciosa. Para descubrir esa realidad tienes que bajar hasta lo más hondo de tu ser. Descubrirás primero los horrores de tu falso yo. Será como entrar en un desván lleno de muebles rotos, ropa vieja, telarañas, suciedad. Al encontrarte con esa realidad, la tentación es salir corriendo, porque tendemos a pensar que no somos más que eso. Pero si tienes la valentía de seguir bajando, si descubres que eso que crees ser, es falso, encontrarás tu verdadero ser luminoso y limpio, porque es lo que hay de divino en ti. La fiesta de María Inmaculada nos manifiesta la cercanía de lo divino en ella y en nosotros. En ella descubrimos las maravillas de Dios. Pero lo singular de María está en que hace presente a Dios como mujer, es decir, podemos descubrir en ella lo femenino de Dios. Para una sociedad que sigue siendo machista, debería ser un aldabonazo. María es grande porque descubrió y vivió lo divino que había en ella. No son los capisayos que nosotros le hemos puesto a través de los siglos, los que hacen grande a María sino haber descubierto su ser fundado en Dios y haber desplegado su feminidad desde esta realidad. Meditación-contemplación “Él nos eligió para que fuésemos inmaculados”, dice Pablo. Esa elección es para todos sin excepción. No es una posibilidad sino la realidad que me hace ser. Descubrirla y vivirla, sí depende de mí. ...................... No es nada fácil descubrir lo divino que hay en ti, Porque está escondida bajo la ganga que creo ser. Mi tarea, que puede durar toda una vida, es apartar la suciedad y llegar hasta el tesoro. ...................... Que nadie te convenza de que eres basura. No dejes que nadie te desanime. No basta con haber oído que el tesoro está ahí. Es necesario experimentar y vivir esa presencia. ………………………… Fray Marcos

sábado, 3 de diciembre de 2016

ACTUAR SIEMPRE MOVIDOS POR LA MISERICORDIA

Mt 3, 1-12 Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús. Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio. Su propósito es claro: «Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?». Algunos sectores de la Iglesia piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: «Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes». Me parece admirable la clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia. El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia. Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta». No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad». Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada». Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos». José Antonio Pagola