domingo, 29 de enero de 2017
LAS BIENAVENTURANZAS SON EL CAMINO PARA DESCUBRIR A DIOS EN UNO MISMO Y EN LOS DEMÁS
"Las bienaventuranzas son el carnet de identidad del cristiano, que lo identifica como el seguidor de Jesús” (Papa Francisco, en Suecia, el día de Todos los Santos 2016). Si quieres saber lo que Jesús te propone para ser feliz aquí y ahora; si quieres cumplir el plan que Dios Padremadre tuvo al crearte, en las Bienaventuranzas tienes el manual de instrucciones. Si las sigues serás dichoso, bendito y te irás acercando a tu plenitud humana y divina. Te invito a que lo intentes. Pronto verás los frutos.
El domingo pasado el texto evangélico terminaba así: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando las enfermedades y dolencias de la gente”. Es un resumen perfecto de la actividad de Jesús en los inicios de su vida pública: predicar y sanar. El texto continúa: …. “y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea y del otro lado del Jordán”.
A continuación de la primera parte narrativa, Mateo coloca el primer discurso de Jesús, el Discurso Evangélico: Las Bienaventuranzas. Y lo primero que hace Mateo es describir con detalle el escenario donde se ubica este discurso. Lo que pretende con ello es prepararnos para escuchar algo muy solemne, algo muy importante. La audiencia numerosa, subida al monte, sentado como maestro, los discípulos se acercan para no perderse nada y Jesús empieza la lección del primer día de curso. Como buen maestro Jesús introduce el programa que va a desarrollar a lo largo de toda su vida.
El discurso de las bienaventuranzas es el preludio, el resumen del estilo de vida que Jesús, el Salvador, proponen a toda la humanidad. Es la síntesis de la propuesta vital que Jesús ofrece a la humanidad sedienta de sentido y necesitada de modelos para orientar sus anhelos existenciales y el logro de la felicidad (plenitud) que busca. Lo que se le ofrece es un programa para ser feliz. Justo lo que la humanidad, en toda época y lugar desea.
Jesús es para nosotros el revelador de Dios. Y Jesús en las Bienaventuranzas nos revela el plan de salvación (liberación, felicidad, plenitud) que Dios ha pensado para la humanidad de todo tiempo y lugar. Dios nos ha creado para que seamos felices. Jesús en las Bienaventuranzas nos muestra el camino para lograrlo.
El camino hacia la felicidad es, a veces, escabroso. El protocolo del proceso a seguir nos recomienda en primer lugar conocer de cerca la vida de Jesús para prepararnos a seguir sus pasos. En los catecismos que estudiábamos en nuestra infancia nos enseñaron que Jesús había venido al mundo para darnos ejemplo de vida. Para conocer bien una vida por dentro hay que imitarla. Hacer lo mismo que él hizo. Ser como Él.
Las Bienaventuranzas son un retrato, un perfil del estilo de vida que Jesús llevó y quiere que nosotros imitemos. Como perfil nos concretiza las características de ese estilo de vida: austeridad, mansedumbre, compasión, justicia, misericordia, sinceridad, humildad, coherencia, apertura, cercanía… En suma, las Bienaventuranzas nos describen el perfil de una “buena persona”, de una persona “muy humana” (honrada, bondadosa y solidaria). El que cumple este perfil es feliz, dichoso. Y la razón de esta felicidad es: porque en ello encuentras a Dios formas parte de su Reino. Las Bienaventuranzas son el camino para descubrir a Dios en ti mismo (tu bondad, tu parte divina) y en los hermanos con quien Dios se identifica y encarna, “a mí me lo hiciste”. Las Bienaventuranzas y el Reino de Dios se dan la mano. En la formulación de cada bienaventuranza hay dos partes: Lo que exige y lo que promete. Exige: imitar el estilo de vida de Jesús, llevar una vida austera (pobre), renunciar a la violencia, com-padecerse con los otros, autenticidad de entrega y disponibilidad, misericordia, justicia etc…Promete: tu plenitud humana y divina (humanidad divina), es decir, el Reinado de Dios en ti. Esto te hace feliz porque has encontrado el tesoro escondido, Dios en ti; porque te pareces a Dios; porque tu vida tiene sentido; porque has hallado razones para vivir.
Aviso para principiantes: Como ves el programa de Jesús es exigente, radical. Pero te puedo asegurar que merece la pena que hagas un esfuerzo, pongas en juego todas tus capacidades y perseveres en la tarea hasta lograrlo. Ten en cuenta estas consejas de vieja: “No se regala nada en la vida”. “La felicidad para quien la trabaja”. Por eso me gusta formular las Bienaventuranzas en condicional: Si quieres ser feliz… Seréis felices si… Si cumples la condición obtendrás lo condicionado. Por último: Al llevarlo a la práctica no te olvides de que no estás solo en el empeño, contigo va el Señor. Dios te ha creado para que seas feliz y te ha dado todo lo que necesitas para serlo. Sólo te falta experimentarlo.
África de la Cruz
CÓMO SER SEGUIDORES DE JESÚS
Mt 5, 1-12
Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su propio estilo de vida en medio de una sociedad secularizada.
No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio solo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Solo así hemos de caminar hacia el futuro.
Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.
Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.
Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.
Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.
Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.
La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Solo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
sábado, 14 de enero de 2017
QUE ES SER FELIZ
Cuando era joven –me sorprendo de hablar así, de sentirme tan mayor, tendré que mirármelo–, cada comunidad franciscana se hacía con grandes fajos de tarjetas de Navidad, y a mediados de diciembre dedicábamos días enteros a escribir felicitaciones: a comunidades religiosas, sacerdotes, familiares, amigos, “bienhechores”... Cada tarjeta en un sobre, con dirección y sello. Un año, de joven estudiante de teología en Arantzazu, me tocó escribirle a Don Jacinto Argaya, obispo de San Sebastián. Entre ingenuo y familiar, y algo rebelde, empecé la carta con este saludo: “Kaixo, Jaxinto”, y en ese tono debí de continuarla. La cosa es que a nuestro maestro le pareció irreverente y tuve que repetir la felicitación. ¡Qué tiempos aquellos, sin embargo tan recientes!
Las felicitaciones han decaído sensiblemente, sobre todo entre los jóvenes (¿qué saben ellos de la Navidad? Y nosotros mismos, en realidad, ¿qué sabemos?). Hoy nos fastidian un poco las fórmulas hechas, rutinarias, sobre todo cuando la publicidad se las ha apropiado hasta tal punto. “Feliz Navidad”, “Feliz Año Nuevo”, entre celofanes y villancicos y luces de color. Todo resulta bastante vacío, frío. Y casi nos alivia que estos días hayan pasado ya, aunque la cuesta de enero sigue siendo bien ardua para no pocos, demasiados.
No quisiera, sin embargo, minusvalorar en exceso nuestras felicitaciones, por rutinarias que nos parezcan. ¿No expresan un deseo profundo, nuestro deseo más profundo, quizá más profundo que nosotros mismos? Creo que sí. Que seas feliz. ¿Qué mejor que eso podemos desear a alguien, quien fuere? Pero podemos hacer algo todavía mejor: procurar un granito de felicidad a quien se la deseamos. No podemos hacer felices a todos, pero ¿quién no puede hacer un poquito más feliz a alguien y tratar de no hacer más infeliz a nadie? ¿Cómo podremos ser felices de otra forma?
Ser felices. Muchas veces sabemos cómo ser felices, y no podemos. Otras muchas veces creemos saber cómo, pero nos engañamos.
Y ¿en qué consiste ser felices? No es fácil decirlo, pues puede ser muchas cosas, incluso contradictorias aparentemente. No es rebosar de alegría, no es carecer de problemas, no es estar libre de dolores, incluso de angustias. No consiste en que se realicen todos los deseos, a no ser que hayamos aprendido a no desear nada o a desear sin apego. Ser feliz es vivir en paz, vivir en armonía, sentirse bien consigo y con todos los demás, con todo. En paz con todo, a pesar de todo.
Para ser feliz, no necesitas poseer una felicidad plena. Ni un ánimo perfecto, ni una pareja perfecta, ni una familia perfecta, ni una salud perfecta. Somos seres inacabados, y es inacabada nuestra felicidad aun en el mejor de los casos. Además, ¿quién podría ser feliz del todo mientras no lo sean todos? ¿Quién debiera poder ser enteramente feliz mientras hay gente en el paro, mujeres maltratadas, países hambrientos, fronteras cerradas, refugiados repudiados, guerras atroces, salarios de miseria, ganancias abusivas? ¿Quién podrá ser feliz si se cierra ante la infelicidad ajena?
Gozar de salud y de unas condiciones económicas mínimas pueden ayudar a ser feliz, o incluso ser indispensable para la inmensa mayoría. Pero no pienses que cuanta mejor salud o más éxito tengas o más rico seas más feliz serás. A menudo sucede más bien lo contrario: cuanto más tenemos más deseamos. Y cuanto más deseamos más infelices somos. Inevitablemente. No es feliz quien lo tiene todo sino quien se conforma con lo que tiene y es.
Y si no tienes nada, si te duele todo, si has perdido el trabajo o no lo has encontrado, si estás hundida/o en el negro abismo de una depresión, si solo quisieras morir… No sé qué decirte. Pero cuídate, déjate cuidar. No desesperes, por favor. Respira, respira. En tu fondo habitan la luz y la Presencia. Callo y me siento a tu lado.
Y tú, cualquiera que seas, déjame que desde del fondo del corazón te desee y te diga: Que seas feliz, que vivas en paz contigo y con todos, en paz con todo, que bendigas tu vida cada día por la mañana y por la noche a pesar de todo. ¿A pesar de todo? Sí, a pesar de todo.
José Arregi
COMO REALIZAR UNA LECTURA ADULTA DE LOS EVANGELIOS
En Fe Adulta queremos insistir en una lectura personal de los evangelios. Jesús es el referente fundamental de nuestras creencias, y la fuente original para conocerlo son los evangelios. Sucede que pocos cristianos leen los evangelios; se limitan a escuchar lo que les dicen en las homilías dominicales, y de este modo ven los evangelios como la fotografía del abuelo en el despacho. Vemos en ella lo que ya sabemos que vamos a ver.
He dado a leer a mis oyentes un texto en el que más de la mitad de las letras estaban cambiadas; los españoles lo comprendieron perfectamente porque, igual que el corrector de word, proyectaron sobre el texto las palabras correctas que archivamos en nuestro cerebro; algunos extranjeros no pudieron leerlo.
Los evangelios tienen un mensaje actualizado para cada generación y para cada persona. Dios se nos manifestó en la vida de Jesús, pero una vida, a diferencia de los conceptos claros y bien definidos, tiene una riqueza de valores y sugerencias que sólo se aprecian conforme a las experiencias de quienes la analizan. Dicen que sólo entendemos a los clásicos cuando los leemos ya adultos. Por eso la vida de Jesús fue interpretada de distinta manera por cada evangelista (como veremos otro día).
El mensaje de Dios nos llega a través de las palabras y la cultura del receptor humano, y tiene que ser interpretado a la luz de los Signos de los Tiempos: los signos de los tiempos en las culturas, y los signos de los tiempos en el acontecer de cada individuo.
signos-tiempos
Dios se nos manifestó en Jesús. Los discípulos lo interpretaron según la experiencia de sus comunidades. Nosotros recibimos esas interpretaciones y la reinterpretamos según nuestros conceptos culturales y experiencias. El mensaje sufre inevitablemente una refracción; el grado de desviación depende de la densidad de nuestra conciencia. “¡Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios!”.
Simplificando: Dios se manifiesta en Jesús, en los Signos de los tiempos y en mi conciencia; para corregir tantas refracciones en los receptores, tratemos de ajustar en lo posible esas tres imágenes. Ese será el mensaje para mí, aquí y ahora.
Interpretar el lenguaje de los evangelios
Cada género literario tiene su propio lenguaje y los evangelios son recuerdos de la vida de Jesús, recogidos oralmente en arameo y escritos posteriormente en griego para que las nuevas generaciones comprobaran “la solidez de las enseñanzas con que has sido instruido” (Lc 1,4). No son una historia en el sentido actual, ni un tratado doctrinal ni, menos aún, un código jurídico.
Si preguntamos a cualquier cristiano dónde nació Jesús, nos dirá sin vacilar que en Belén; sin embargo los exegetas han llegado a la conclusión de que no nació en Belén sino en Nazaret. ¿Por qué Mateo y Lucas lo sitúan en Belén? El relato de Marcos comenzaba con Jesús adulto en el Jordán; ellos quieren completar el relato biográfico con el nacimiento del personaje; y se hacen el siguiente razonamiento: Jesús es el Mesías, según las profecías el Mesías nacería en Belén, luego Jesús nació en Belén.
Lo importante en la historia bíblica no es la exactitud cronológica de los hechos, sino interpretar el sentido de esos hechos. Así se escribió toda la historia del Antiguo Testamento, y los evangelistas se sienten continuadores de esa historia y repiten con frecuencia que con los acontecimientos narrados se cumplían las profecías. Se trata de interpretar la Historia como proceso de salvación, en cumplimiento de la Promesa hecha a Abraham.
Inicialmente los hechos que narran los evangelios fueron curaciones y exhortaciones que Jesús dirigía a un pueblo analfabeto, mediante ejemplos y parábolas, y en situaciones distintas, para suscitar en ellos los comportamientos propios del Reinado de Dios. Los evangelistas recogieron estos relatos dispersos y le dieron un orden cronológico, con una tensión dramática para culminar en la muerte y resurrección.
El primero que completó esta biografía de Jesús fue Marcos. Mateo y Lucas conocieron, asumieron y respetaron casi toda la información que encontraron en Marcos, y la completaron con otro documento, que recogía muchos dichos de Jesús (la llamada fuente Q), y con alguna que otra información propia.
Hemos dicho que respetaron casi toda la información de Marcos. Era normal asumir este escrito avalado por la primera generación de seguidores de Jesús. Lo que no resulta normal es que suprimieran algunos datos de Marcos, o suavizaran el tono de algunas actitudes de Jesús, como vamos a ver claramente más adelante. Son precisamente esos datos, que conscientemente alteran, los que nos muestran que interpretaron a Jesús con distintos criterios, según el sentir y las necesidades de sus comunidades, es decir, según sus signos de los tiempos.
Esa es la gran ventaja de que nos hayan llegado cuatro evangelios canónicamente aceptados por las primeras comunidades. Si solamente nos hubiera llegado un texto sagrado, como sucede en el judaísmo y en el Islam, tenderíamos a absolutizar el valor de la letra escrita (idolatría de la letra). Los 27 escritos del Nuevo Testamento son el mejor testimonio del pluralismo en la interpretación del mensaje de Dios, e incluso del mensaje concreto de Jesús.
Los evangelios son mensaje de Dios en palabras humanas; mensaje refractado en el ambiente de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, en el de los Santos Padres, en los teólogos y predicaros medievales, en la teología escolática, en Trento, en el Vaticano I, en el Vaticano II, en Francisco, y en cada uno de nosotros.
Un adulto no debe aferrarse a lo que le vienen diciendo desde niño. Los conceptos cambian de sentido con la edad, las épocas y las culturas; y las palabras pierden expresividad y se hacen inocuas. Un cristiano adulto debe escuchar personalmente el mensaje de Jesús para encarnarlo en su propia vida.
Para iniciarse en la lectura personal de los evangelios, y romper la pátina de la consabida interpretación, podemos comparar las tres o cuatro versiones paralelas de Marcos, Mateo, Lucas y Juan sobre un mismo pasaje, que podemos encontrar fácilmente en una “Sinopsis de los cuatro evangelios”. También podemos asesorarnos con algunos comentarios que realmente traten de explicar el texto.
Gonzalo Haya
SER CRISTIANO ES IMITAR LA MANERA DE ACTUAR DE JESUS
Jn 1, 29-34
Este texto nos da una teología muy elaborada sobre el tema. Esta teología es lo que nos interesa a nosotros. Jn pone en labios del Bautista la cristología de su comunidad a finales del s. I, como base y fundamento de la comprensión de Jesús que va a desplegar en su evangelio. Esto no quiere decir que el Bautista tuviera una idea clara sobre quién era Jesús. Ni siquiera sus discípulos más íntimos supieron quién era, después de vivir con él tres años; menos podía saberlo el Bautista, antes de comenzar su predicación.
Jn quiere aclarar que no hay rivalidad entre Jesús y el Bautista. Para ello nos presenta un Bautista totalmente integrado en el plan de salvación de Dios. Su tarea es la de precursor, es decir, preparar el camino al verdadero Mesías. Fijaros que Jn no narra el bautismo en sí; va directamente al grano y nos habla del Espíritu, que es lo importante en todos los relatos del bautismo de Jesús. Naturalmente esto es un montaje de las segundas o terceras comunidades para resaltar la figura de Jesús que había adquirido categoría divina.
El Bautista propone a Jesús como cordero de Dios, preexistente, portador del Espíritu e Hijo de Dios. No se puede decir más. Está claro que se está reflejando aquí setenta años de evolución cristológica en la comunidad de Juan. Es una pena que después, hayamos interpretado tan mal esa experiencia. Lo que eran títulos que trataban de ponderar la personalidad de Jesús, se convirtieron en absolutos atributos divinos. Lo que tenía de proceso dinámico y humano, se convirtió en sobrenaturalismo preexistente.
"El cordero de Dios". Es muy difícil precisar lo que este título significaba para aquella comunidad. Podían entenderlo en sentido apocalíptico: un cordero victorioso que aniquilará definitivamente el mal (la bestia). Este concepto encajaría con las ideas del Bautista; pero no con las de Jesús. Podían entenderlo como el Siervo doliente. No hay pruebas de que se hubiera identificado al Mesías con el siervo doliente de Isaías, antes del cristianismo. Jn sí interpretó la figura del Siervo, aplicada al Jesús, pero nunca con el sentido expiatorio de pagar un rescate por nosotros. Probablemente haría referencia al cordero pascual, que era para el judaísmo el signo de la liberación de Egipto. No tiene connotación sacrificial. Jn quiere decir que por Cristo somos liberados de la esclavitud.
“Que quita el pecado del mundo”. Es una frase que manifiesta una cristología muy elaborada. En ningún caso la pudo pronunciar Juan bautista. Para nosotros es una frase muy interesante, que nos puede llevar a un descubrimiento de lo que aquellos primeros cristianos pensaban de Jesús como salvador. Esta teología no tiene nada que ver con la idea de rescate en la que después se deformó. El concepto de pecado en el AT debe ser el punto de partida para entender su significado en el NT. Los profetas arremeten contra el pecado de los dirigentes, que olvidándose de la Alianza, se erigen en señores que oprimen impunemente al pueblo y le obligan a servirlos a ellos en vez de servir a Dios.
Ni en el AT ni en el NT se había desarrollado el concepto de pecado individual que manejamos nosotros. Hoy estamos en el otro extremo del péndulo; no tenemos conciencia de pecado colectivo, al mantener una injusticia que clama al cielo. En la frase que estamos comentando, “pecado”, tanto en griego como en latín, está en singular. No se refiere a los “pecados” individuales, tal como los entendemos hoy. En el evangelio de Jn, “pecado del mundo” tiene un significado muy preciso. Se trata de la opresión que las fuerzas del mal causan al ser humano. Es lo único que impide al hombre desarrollarse como persona. Todos los demás pecados se reducen a éste: hacer daño al hombre de cualquier forma.
El modo de “quitar” este pecado, no es una muerte expiatoria. Esta idea nos ha despistado durante siglos y nos ha impedido entrar en la verdadera dinámica de la salvación que Jesús ofrece. Esta manera de entender la salvación de Jesús es consecuencia de una idea arcaica de Dios. En ella hemos recuperado el mito ancestral del dios ofendido que exige la muerte del Hijo para satisfacer sus ansias de justicia. Estamos ante la idea de un dios externo, soberano y justiciero que se porta como un tirano. Nada que ver con la experiencia del Abba que Jesús vivió. El “pecado del mundo” no tiene que ser expiado, sino eliminado.
Jesús quitó el pecado del mundo escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la pobreza, de la entrega hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, por eso consigue la salvación total. Es el único camino para llegar a ser hombre auténtico. Jesús salvó al ser humano, suprimiendo de su propia vida toda opresión que impida el proyecto de creación definitiva del hombre. Jesús nos abrió el camino de la salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión, cogiéndoles por la solapa y diciéndoles: Eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie te destroce como ser humano; en tu verdadero ser, nadie podrá someterte si tú no te dejas. En aquel tiempo, esta opresión deshumanizadora era ejercida no solo por Roma sino por la casta sacerdotal y los letrados.
Jesús vivió esta libertad durante su vida. Fue siempre libre. No se dejó avasallar ni por su familia, ni por las autoridades religiosas, ni por las autoridades civiles, ni por los guardianes de las Escrituras (letrados), ni por los guardianes de la Ley (fariseos). Tampoco se dejó manipular por sus amigos, que tenían objetivos muy distintos a los suyos (los Zebedeo, Pedro). Esta perspectiva no nos interesa porque nos obliga a estar en el mundo con la misma actitud que él estuvo; a vivir con la misma tensión que él vivió.
No tenemos que oprimir a nadie de ningún modo. No tengo que dejarme oprimir. Tengo que ayudar a todos a salir de cualquier clase de opresión. Jesús quitó el pecado del mundo. Si de verdad quiero seguir a Jesús, tengo que seguir suprimiendo el pecado del mundo. Hoy Jesús no puede quitar la injusticia, somos nosotros los que tenemos que
eliminarla. La religiosidad intimista, la perfección individualista, que se nos han propuesto como meta del camino espiritual, es una tergiversación del evangelio. Si no hacemos todo lo posible para que nadie sea oprimido, es que no me he enterado del mensaje de Jesús.
El presentarse como cordero no vende en nuestros días. En el mundo en que vivimos, si no explotas te explotan; si no estás por encima de los demás, los demás ten pisotearán. Este sentimiento es instintivo y mueve a la mayoría de las personas a defenderse con violencia, incluso antes de que el atraco se cometa. Pero hay que tener en cuenta que esta postura obedece al puro instinto de conservación y no te lleva a la plenitud humana.
Esa actitud es un sentimiento que está al servicio del ego. Tenemos que superar ese egoísmo si queremos entrar en la dinámica del amor, es decir, de la verdadera realización humana. Es el oprimir al otro, no que me opriman, lo que me destroza como ser humano. Jesús prefirió que le mataran antes de imponerse a los demás. Esta es la clave que no queremos descubrir, porque nos obligaría a cambiar nuestra conducta.
Meditación
El cordero que eliminó del mundo la opresión.
Ese es el mejor resumen de toda la vida de Jesús.
Solo actuando como cordero, se puede conseguir ese objetivo.
Arremetiendo contra los demás, se aumenta la violencia.
Ser cristiano significa repetir la manera de actuar de Jesús.
Por más que nos empeñemos, no existe otro camino.
Fray Marcos
Cada ser humano que viene a la existencia pertenece al departamento de personal de esta gigantesca Corporación que llamamos Universo
“Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”. (Thoreau)
15 de enero. II domingo del TO
Jn 1, 29-34
Detrás de mi viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo.
En 49, 6 dijo Dios a Isaías: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Y en el Salmo 39 dice el salmista al Señor que allí está él para anunciar su verdad y salvación, y para cumplir su voluntad. Anunciaron con ello lo que Jesús predicó e hizo en el Evangelio.
Cada ser humano que viene a la existencia pertenece al departamento de personal de esta gigantesca Corporación que llamamos Universo. Nuestra misión fundamental es preocuparnos por la Calidad de Vida de cuantos integramos su plantilla, sin olvidarnos de los restantes elementos básicos que la forman. Unas buenas políticas de Calidad empresarial velan por la calidad del producto y del servicio, por sus estrategias, estilo de liderazgo, recursos, proceso y procedimientos. A nivel de planteamiento general, esto parece lo más correcto, pero también es posiblemente más importante dar respuesta a esta trascendental pregunta: ¿cuál es mi trabajo en este mundo?
Y si nos sentimos incapaces de hacerlo, seamos entonces capaces de recurrir a quien sí lo supo hacer y está siempre dispuesto ayudarnos. En su drama fantasía Blancanieves (2012) el director de cine Pablo Berger, pone en boca de su protagonista Carmen este lamento refiriéndose a su padre, el torero Antonio Villalta: “Te busco y no te encuentro, te llamo y no contestas, pues no sé dónde estarás. Mándame una señal, por la Virgen del Calvario, que más no puedo esperar”. Al final de la cinta uno de los toreros enanos le dice cuando ella ha saltado al ruedo con capa y espada: “Déjale, te vas a jugar la vida”. A lo que ella le responde: “Tengo que terminar la faena de mi padre”.
Jesús, que también saltó al ruedo de la existencia sin temor a jugarse el tipo por nosotros, nos dice en Jn 18, 37: “Para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”; y en 6, 38: “Ésta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió”. En el Evangelio se consigna el Plan de Acción de todos los cristianos y se muestra cómo llevarlo a cabo. El Gran Timonel de nuestra Nave y su sucesor el Papa nos marcan con sus actos la manera de hacerlo. Jesús cambió la muleta y el estoque por la toalla y una palangana (Jn 13, 5), y Francisco celebró su 80 cumpleaños el 17 del pasado diciembre invitando a desayunar a ocho mendigos a su residencia, la Casa Santa Marta, ofreciéndoles dulces argentinos haciendo honor a su patria.
Para poder hacer todas estas cosas hay que estar en alerta porque, como dice Henri David Thoreau en Walden: “Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”.
Y sólo quienes lo están podrán ver cómo de un olmo centenario y seco, en versos de A. Machado, resurgirá la vida gracias a esa primavera que todos llevamos dentro.
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, herido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes han salido.
¡Al olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado por pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus lenguas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Vicente Martínez
viernes, 6 de enero de 2017
EL BAUTISMO DE JESÚS
Antes de narrar su actividad profética, los evangelistas nos hablan de una experiencia que va a transformar radicalmente la vida de Jesús. Después de ser bautizado por Juan, Jesús se siente el Hijo querido de Dios, habitado plenamente por su Espíritu. Alentado por ese Espíritu, Jesús se pone en marcha para anunciar a todos con su vida y su mensaje la Buena Noticia de un Dios amigo y salvador del ser humano.
No es extraño que, al invitarnos a vivir en los próximos años «una nueva etapa evangelizadora», el papa nos recuerde que la Iglesia necesita más que nunca «evangelizadores de Espíritu». Sabe muy bien que solo el Espíritu de Jesús nos puede infundir fuerza para poner en marcha la conversión radical que necesita la Iglesia. ¿Por qué caminos?
Esta renovación de la Iglesia solo puede nacer de la novedad del Evangelio. El papa nos invita a escuchar también hoy el mismo mensaje que Jesús proclamaba por los caminos de Galilea, no otro diferente. Hemos de «volver a la fuente para recuperar la frescura original del Evangelio». Solo de esta manera «podremos romper esquemas aburridos en los que pretendemos encerrar a Jesucristo».
El papa está pensando en una renovación radical «que no puede dejar las cosas como están; ya no sirve una simple administración». Por eso nos pide abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así» e insiste una y otra vez: «Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades».
Francisco busca una Iglesia en la que solo nos preocupe comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual. «Más que el temor a no equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa contención, en normas que nos vuelven jueces implacables, en costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer».
El papa nos llama a construir «una Iglesia con las puertas abiertas», pues la alegría del Evangelio es para todos y no se debe excluir a nadie. ¡Qué alegría poder escuchar de sus labios una visión de Iglesia que recupera el Espíritu más genuino de Jesús rompiendo actitudes muy arraigadas durante siglos! «A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa del Padre, donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
José Antonio Pagola
LA HISTORIA DE LOS REYES
El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente reside en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia.
Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales.
La estrella
Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III:
“Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún acontecimiento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss).
Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías.
El bueno: los magos
De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente.
La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distintos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandistas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos.
El malo: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas
La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arranque, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesinar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata.
Un cortocircuito providencial
Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habilidad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estrellas. Omite su descubrimiento y su largo viaje.
La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén.
Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más comprometedora: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes.
El contraste
Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autoridades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los problemas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapaces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde.
Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reaparición de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes.
Los Reyes magos no son los padres, somos nosotros
A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten.
La mitificación de la estrella
La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros nacimientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiago la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje.
En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estrella encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites.
El número y nombre de los magos
En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresuradamente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz... Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros.
Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce.
El contraste entre la primera lectura y el evangelio
La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6). Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él.
José Luis Sicre
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