sábado, 25 de febrero de 2017
LA IDOLATRÍA DEL DINERO
Mt 6, 24-34
El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo para construir ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.
La lógica de Jesús es aplastante: «No podéis servir a Dios y al Dinero». Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está sucediendo con el papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la humanidad: «No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata».
Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
«No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en medio de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad».
Vivimos «en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano». Como consecuencia, «mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz».
«La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera».
Cuando le han acusado de comunista, el papa ha respondido de manera rotunda: «Este mensaje no es marxismo, sino Evangelio puro» Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el papa: «Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros y ya no lloramos ante el drama de los demás».
José Antonio Pagola
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miércoles, 15 de febrero de 2017
SER PERFECTOS?
Jesús siempre sorprende con frases inesperadas, excéntricas y hasta contradictorias. Así, por ejemplo, cuando nos invita: “Sean perfectos como el Padre es perfecto”.
¿Perfectos? La perfección no es una virtud deseable en nuestros días. Evidentemente el mundo postmoderno en el que vivimos huye de los perfeccionismos. Y ello resulta muy útil para contrarrestar utopías inalcanzables y deseos impertinentes que no tienen mucho que ver con una concepción ajustada de nosotros mismos. En este sentido, podríamos intentar traducir la perfección desde senderos más equilibrados, en términos de plenitud, de sinceridad, de honestidad y hasta de búsqueda de la verdad. Pero la frase de Jesús continúa curiosamente: “como el Padre es perfecto”.
Si ser perfectos parecía improcedente, ser perfectos como el Padre no parece ser posible para nadie. ¿Cómo es perfecto el Padre? La palabra “como” que vincula la perfección del Padre a la nuestra me ofrece una clave de interpretación comparativa. ¿Cómo y en qué circunstancias podemos ser como el Padre? Las palabras de Jesús tienen mucho de incomprensibles y habría que dejarlas abiertas. Pero ofrezco aquí una posible interpretación que vincula la práctica de acciones de misericordia con una mirada contemplativa.
En clave de bienaventuranzas, el texto que reflexionamos este domingo nos invita a realizar varias acciones concretas que son la parte práctica de esta felicidad: dar a quien nos lo pida, mantenernos firmes, íntegros y con fortaleza cuando nos golpean, acompañar a alguien en su camino…
Pero, tal vez, para que ello no se convierta en mero activismo, Jesús nos ofrece un universo de sentido: nosotros como el Padre. Es decir, nos invita a redescubrir la vinculación profunda con Dios. Hoy, con la fuerza que recobra la espiritualidad y el influjo de la meditación, hablaríamos de abrir nuestra conciencia para vernos a nosotros mismos tal como somos, y entendernos en relación profunda con todos y con Dios. Esto mismo ya lo decía, por ejemplo, santa Clara de Asís cuando invitaba a sus compañeras a mirarse en el “espejo de eternidad”. Esta conciencia transformada puede ser la guía que nos impulsa a las acciones de empatía, de no violencia y de compañía, más allá de arrinconamientos, de victimismos o de desempoderamientos. La perfección, como este entendernos a nosotros mismos desde Dios, se presenta entonces como posibilidad de transitar este mundo de las bienaventuranzas.
Paula Depalma
NUNCA ELIMINAR LA INJUSTICIA CON VIOLENCIA
Mt 5, 38-48
Sigue Mt en el sermón del monte, con la intención de armonizar el AT con la predicación de Jesús. Ante la lectura de este evangelio, uno se queda sin aliento. “No hagáis frente al que os agravia”. “Ama a tu enemigo y reza por él”. “Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”. Si repaso detenidamente estas exigencias, descubriré lo que me falta para cumplirlas como nos pide Jesús. Tal vez Nietzschetenía más razón de lo que pensamos, cuando decía: "Sólo hubo un cristiano y ese murió en la cruz."
Sinceramente creo que la verdadera dimensión cristiana está aún por inaugurar. Hemos construido miles de templos; hemos llevado la cruz a todos los rincones del orbe; hemos elaborado sumas teológicas como para parar un tren; hemos creado leyes que regulan todos los ámbitos de nuestra existencia; pero el único principio esencialmente cristiano está olvidado y sin repercusión alguna en nuestra vida.
Está mandado: “ojo por ojo y diente por diente" Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. El ‘ojo por ojo’, fue un intento de superar el instinto de venganza que nos lleva a hacer el máximo daño posible al que me ha hecho algún daño. Tenemos asumido que la meta es la justicia, identificada con el ojo por ojo. Creo que la racionalidad y el jurisdicismo occidental nos impiden la comprensión del mensaje cristiano.
Reclamamos justicia, pero si examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror, que lo que intentamos todos, es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí, dentro de la legalidad y amparados por la sociedad. Los buenos abogados son aquellos que son capaces de ganar los pleitos cuando la razón está de parte del contrario.
Las frases tan concisas y profundas pueden entenderse mal. No nos dice Jesús que no debamos hacer frente a la injusticia. Contra la injusticia hay que luchar con todas la fuerzas. Tenemos obligación de defendernos cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la obligación de defender a los demás de toda clase de injusticia. Lo que nos pide el evangelio es, que nunca debemos eliminar la injusticia con violencia.
Si utilizamos la violencia para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud se esta haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.
Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Hay que aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.
¿Por qué tengo que amar al que me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es largo y muy penoso. Tenemos que llegar a él, a través de un proceso de maduración, en el que debemos tomar conciencia de que todos somos una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo. En el fondo, el amor al enemigo no es más que una manifestación del verdadero amor, que por ir en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del AMOR.
La dificultad mayor para comprender este amor, está en que confundimos amor con sentimiento. El amor evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto no podemos espera que sea algo espontáneo. El verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, no es el instinto que nace de mi ser biológico. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y humano. Ni siquiera nuestra razón nos puede llevar a ese nivel.
Enemigo es el que tiene una actitud de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle.
Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño, pero siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible. Incluso si la ola es muy potente, en la arena rompe sobre sí misma y pierde su fiereza.
¿Necesitas explicación? Pues voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca el encuentro se manifestará estruendosamente y ambos se dañarán. Si eres playa todo su potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad. Un detalle, la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior.
Así seréis hijos de vuestro Padre… Aquí encontramos una de las mejores muestras de lo que se entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo era el que salía al padre, el que era capaz de imitarle en todo. Viendo al hijo, uno podía adivinar quién era su padre. También podemos descubrir la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual porque su amor no es la respuesta a unas actitudes o unas acciones sino anterior a toda acción humana. Dios me ama no porque yo sea bueno sino porque él es bueno.
En contra de lo que se nos ha repetido hasta la saciedad, Dios no ama a los buenos, sino que Él ama infinitamente a todos. De la misma manera, el amor que yo tengo a los demás, no puede estar originado ni condicionado por lo que el otro es o tiene, sino por la calidad de mi propio ser. El amor no es respuesta a las actuaciones o cualidades de un ser; su origen tiene que estar en mí, y solo afecta al otro como objetivo, como meta.
Si somos incapaces de amar al enemigo, podemos tener la certeza de que todo lo que nosotros hemos llamado amor, no tiene nada que ver con el evangelio, y por lo tanto del amor que nos ha exigido Jesús. El evangelio no es ciencia ni filosofía ni moral ni teología ni religión. El evangelio es un lenguaje vitalista. El evangelio no está encaminado a enriquecer la inteligencia sino a encauzar la vida.
Meditación-contemplación
No pretendas ir a nadie como ola agresiva.
Pero al que venga hacia ti con violencia,
acógele con suavidad y quedará frustrado en su actitud.
No se te ocurra intentar amar a otra persona,
si te acercas a ella considerándola enemiga.
Descubre, más bien, que no tienes ningún enemigo,
porque eso depende exclusivamente de ti.
Fray Marcos
jueves, 9 de febrero de 2017
EL AMOR ES EL ÚNICO CAMINO QUE NOS HUMANIZA
Mt 5, 17-37
Seguimos en el sermón del monte de Mt. La lectura de hoy afronta un tema complicado. Cómo armonizar la predicación y la praxis de Jesús con la Ley, que para ellos era lo más sagrado. Problema radical que se plantea en todos los órdenes de la vida, cuando hay que ir más allá de lo conocido y afrontar la novedad sin destruir lo que ya tenemos.
Tuvo que ser muy difícil para un judío aceptar que la Ley no era algo absoluto. Jesús fue contundente en esta materia. Abrió un nuevo camino a los cristianos, pero, a pesar de ello, muchos años después de morir Jesús, todavía se estaban peleando por circuncidar o no circuncidar, comer o no comer ciertos alimentos, cumplir o no el sábado, etc.
La palabra, incluso la de la Biblia, nunca podrá ser definitiva. Esto bien entendido, es el punto de partida para comprender las Escrituras. El hombre siempre tiene que estar diciendo: habéis oído que se dijo, pero yo os digo, porque conocemos cada vez mejor la naturaleza y al ser humano. Si Jesús y los primeros cristianos hubieran tenido la misma idea de la Biblia que muchos cristianos tienen hoy, no se hubieran atrevido a rectificarla.
Cuando hablamos de “Ley de Dios”, no queremos decir que en un momento determinado, Dios haya comunicado a un ser humano su voluntad en forma de preceptos, ni por medio de unas tablas de piedra, ni por medio de palabras. Dios no se comunica a través de signos externos, sino a través del ser. La voluntad de Dios no es algo distinto de su esencia. Dios sólo puede comunicar su voluntad a través del ser de cada criatura.
Si fuésemos capaces de bajar hasta lo hondo del ser, descubriríamos allí esa voluntad de Dios; ahí me está diciendo lo que espera de mí. La voluntad de Dios no es nada añadido a mi propio ser, no me viene de fuera. Está siempre ahí pero no somos capaces de verla. Esta es la razón por la que tenemos que echar mano de lo que nos han dicho algunos hombres, que sí fueron capaces de bajar hasta el fondo de su ser y descubrir lo que Dios espera de nosotros. De esta manera, nos llega de fuera lo que tenía que venir de dentro.
Moisés supo descubrir lo que era bueno para el pueblo que estaba tratando de aglutinar, y por tanto lo que era bueno para cada uno de sus miembros. No es que Dios se le haya manifestado de una manera especial, es que él supo aprovechar las circunstancias especiales para profundizar en su propio ser. La expresión de esta experiencia es voluntad de Dios, porque lo único que Él quiere de cada uno de nosotros es que seamos nosotros mismos, es decir que lleguemos al máximo de nuestras posibilidades de ser humanos.
¿Qué significaría entonces cumplir la ley? Algo muy distinto de lo que estamos acostumbrados a pensar. Una ley de tráfico, se puede cumplir perfectamente sólo externamente, aunque estés convencido de que el "stop" está mal colocado, yo lo cumplo y consigo el objetivo de la ley, que no me la pegue con el que viene por otro lado y además, evitar una multa. En lo que llamamos Ley de Dios, las cosas no funcionan así.
Si no descubro que lo que la Ley me ordena, es lo que exige mi verdadero ser; si no interiorizo ese precepto hasta que deje de ser precepto y se convierta en convencimiento total de que eso es lo mejor para mí, el cumplimiento de la ley me deja como estaba, no me enriquece ni me hace mejor. Fijaros en lo que dice Jesús en el evangelio, "si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos." Ellos cumplían la ley escrupulosamente, pero externamente. Eso no les hacía mejores sino mezquinos.
Desde esta perspectiva, podemos entender lo que Jesús hizo en su tiempo con la Ley de Moisés. Si dijo que no venía a abolir la ley, sino a darle plenitud, es porque muchos le acusaron de saltársela a la torera. Jesús no fue contra la Ley, sino más allá de la Ley. Quiso decirnos que toda ley se queda siempre corta, que siempre tenemos que ir más allá de la letra, de la pura formulación, hasta descubrir el espíritu. La voluntad de Dios está más allá de cualquier formulación, por eso tenemos que seguir perfeccionándolas.
Jesús pasó, de un cumplimiento externo de leyes, a un descubrimiento de las exigencias de su propio ser. Esa revolución que intentó Jesús, está aún sin hacer. No solo no hemos avanzado nada en los dos mil años de cristianismo, sino que en cuanto pasó la primera generación de cristianos hemos ido en la dirección contraria. Todas las indicaciones del evangelio en el sentido de vivir en el espíritu y no en la letra, han sido ignoradas.
“Habéis oído que se dijo a nuestros antepasados: no matarás, pero yo os digo: todo el que está enfadado con su hermano será procesado”. No son alternativas, es decir o una o la otra. No queda abolido el mandamiento antiguo sino elevado a niveles increíblemente más profundos. Nos enseña que una actitud interna negativa, es ya un fallo contra tu propio ser, aunque no se manifieste en una acción concreta contra el hermano.
“Si cuando vas a presentar tu ofrenda, te acuerdas de que tu hermano tiene queja contra ti, deja allí tu ofrenda y vete a reconciliarte con tu hermano…” Se nos ha dicho por activa y por pasiva que lo importante era nuestra relación con Dios. Toda nuestra religiosidad, tal como se nos ha enseñado, está orientada desde esta perspectiva equivocada. El evangelio nos dice que más importante que nuestra relación con Dios, es nuestra relación efectiva con los demás. Si ignoramos a los demás, nunca nos encontraremos con Dios.
El texto no dice: si tú tienes queja contra tu hermano, sino “si tu hermano tiene queja contra ti”. ¡Que difícil es que yo me detenga a examinar si mi actitud pudo defraudar al hermano! Es impresionante, si no fuera tan falseado: “deja allí tu ofrenda y vete antes a reconciliarte con tu hermano”. Las ofrendas, los sacrificios, las limosnas, las oraciones no sirven de nada si otro ser humano tiene pendiente la más mínima cuenta contigo.
Nos hemos olvidado que eliminar las leyes no puede funcionar si no suplimos esa ausencia de normas por un compromiso de vivencia interior que las supere. Las leyes solo se pueden tirar por la borda cuando la persona ha llegado a un conocimiento profundo de su propio ser. Ya no necesita apoyaturas externas para caminar hacia su verdadera meta. Recuerda: “ama y haz lo que quieras” o “el que ama ha cumplido el resto de la Ley”
Jesús descubre que la Ley no es el fin, sino un medio para llegar al fin. Hoy hemos descubierto que ni siquiera el “Dios” imaginado es el fin. El fin es el hombre concreto. Si nos hemos liberado ya de la Ley (externa), aún nos falta liberarnos de “Dios”, es decir, del Dios Señor poderoso que exige sumisión y, desde fuera, nos controla y manipula.
Meditación
Cumplir la Ley solo evita el castigo. Eso no es buena noticia.
El amor te hace humano y esa es su verdadera recompensa.
El amor no es un medio para alcanzar un premio.
Es el camino y la meta de todos los caminos.
La voluntad de Dios eres tú mismo.
Si la buscas en otra parte, trabajarás en vano.
Todos los mandamientos son corsés que te impiden crecer,
porque pondrán limites a tu desarrollo interior.
Fray Marcos
miércoles, 1 de febrero de 2017
DÉJATE ILUMINAR; PREOCÚPATE DE SER UNA PERSONA SALADA
Mt 5, 13-16
El texto que acabamos de escuchar es continuación de las bienaventuranzas, que leímos el domingo pasado. Estamos en el principio del primer discurso de Jesús en el evangelio de Mt. Es, por tanto, un texto al que se le quiere dar suma importancia. Se trata de dos comparaciones aparentemente sin importancia, pero que tienen un mensaje de gran valor para la vida del cristiano, pues su tarea más importante sería estar ardiendo e iluminar.
El mensaje de hoy es simplicísimo, con tal que demos por supuesta una realidad que es de lo más complicada. Efectivamente, todo el que ha alcanzado la iluminación, ilumina. Si una vela está encendida, necesariamente tiene que iluminar. Si echas sal a un alimento, necesariamente quedará salado. Pero, ¿qué queremos decir cuando aplicamos a una persona humana el concepto de iluminado? ¿Qué es una persona plenamente humana?
Todos los líderes espirituales, pero sobre todo el budismo enseñan lo mismo. Buda significa eso: el iluminado. ¡Qué difícil es entender lo que eso significa! En realidad solo lo podemos comprender en la medida que nosotros mismos estemos iluminados. Está claro, sin embargo, que no nos referimos a ninguna clase de luz material. Nos referimos más bien a un ser humano que ha despertado, es decir que ha desplegado todas sus posibilidades de ser humano. Estaríamos hablando del ideal de ser humano.
Esto es precisamente lo que nos está diciendo el evangelio. Da por supuesto todo el proceso de despertar y considera a los discípulos ya iluminados y en consecuencia, capaces de iluminar a los demás. Pero como nos dice el budismo, eso no se puede dar por supuesto, tenemos que emprender la tarea de despertar. Sería inútil que intentáramos iluminar a los demás estando nosotros apagados, dormidos. En el budismo el iluminar a los demás estaría significado por la primera consecuencia de la iluminación, la compasión.
Hay un aspecto en el que la sal y la luz coinciden. Ninguna es provechosa por sí misma. La sal sola no sirve de nada para la salud, solo es útil cuando acompaña a los alimentos. La luz no se puede ver, es absolutamente oscura hasta que tropieza con un objeto. La sal, para salar, tiene que deshacerse, disolverse, dejar de ser lo que era. La lámpara o la vela produce luz, pero el aceite o la cera se consumen. ¡Qué interesante! Resulta que “mi existencia” solo tendrá sentido en la medida que me consuma en beneficio de los demás.
La sal es uno de los minerales más simples (cloruro sódico), pero también más imprescindibles para nuestra alimentación. Pero tiene muchas otras virtudes que pueden ayudarnos a entender el relato. En tiempo de Jesús se usaban bloques de sal para revestir por dentro los hornos de pan. Con ello se conseguía conservar el calor para la cocción. Esta sal con el tiempo perdía su capacidad térmica y había que sustituirla. Los restos de las placas retiradas se utilizaban para compactar la tierra de los caminos.
Ahora podemos comprender la frase del evangelio: “pero si la se vuelve sosa, ¿con qué se salará?; no sirve más que para tirarla y que la pise la gente”. La sal no se vuelve sosa. Esta sal de los hornos, sí podía perder la virtud de conservar el calor. La traducción está mal hecha. El verbo griego que emplea tiene que ver con “perder la cabeza”, “volverse loco”. En latín “evanuerit” significa desvirtuarse, desvanecerse. Debía decir: si la sal se vuelve loca o si la sal pierde su virtud, ¿cómo podrá recuperarse? Esa sal “quemada” no servía más que para tirarla en los caminos.
No podemos hacernos una idea de lo que Jesús pensaba cuando ponía estos ejemplo pero seguro que ya intuían lo que hoy nosotros sabemos. Es curioso que haya llegado a nosotros un proverbio romano que, jugando con las palabras, dice: no hay nada más importante que la sal y el sol. Muy probablemente estas comparaciones, utilizadas en los evangelios, hacen referencia a algún refrán ancestral que no ha llegado hasta nosotros.
La sal actúa desde el anonimato. Si un alimento tiene la cantidad precisa, pasa desapercibida, nadie se acuerda de la sal. Cuando a un alimento le falta o tiene demasiada, entonces nos acordamos de ella. Lo que importa no es la sal, sino la comida sazonada. La sal no se puede salar a sí misma. Pero es imprescindible para los demás alimentos. Era tan apreciada que se repartía en pequeñas cantidades a los trabajadores, de ahí procede la palabra tan utilizada todavía de “salario” y “asalariado”.
Jesús dice que “sois la sal, soy la luz”. El artículo determinado nos advierte que no hay otra sal, que no hay otra luz. Todos tienen derecho a esperar algo de nosotros. El mundo de los cristianos no es un mundo cerrado y aparte. La salvación que propone Jesús es la salvación para todos. La única historia, el único mundo tiene que quedar sazonado e iluminado por la vida de los que siguen a Jesús. Pero cuidado, cuando la comida tiene exceso de sal se hace intragable. La dosis tiene que estar bien calculada.
Cuando se nos pide que seamos luz del mundo, se nos está exigiendo algo decisivo para la vida espiritual propia y de los demás. La luz brota siempre de una fuente incandescente. Si no ardes no podrás emitir luz. Pero si estás ardiendo, no podrás dejar de emitir luz. Solo si vivo mi humanidad, puedo ayudar a los demás a desarrollar la suya propia. Ser luz, significa poner todo nuestro bagaje espiritual al servicio de los demás.
Debemos de tener cuidado de iluminar, no deslumbrar. Debe estar al servicio del otro, pensando en el bien del otro y no en mi vanagloria. Debemos dar lo que el otro espera y necesita, no lo que nosotros queremos ofrecerle. Cuando sacamos a alguien de la oscuridad, debemos dosificar la luz para no dañar sus ojos. Los cristianos somos mucho más aficionados a deslumbrar que a iluminar. Cegamos a la gente con imposiciones excesivas y hacemos inútil el mensaje de Jesús para iluminar la vida real de cada día.
En el último párrafo, hay una enseñanza esclarecedora. “Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre”. La única manera eficaz para trasmitir el mensaje son las obras. Una actitud verdaderamente evangélica se transformará inevitablemente en obras. Evangelizar no es proponer una doctrina muy elaborada y convincente. No es obligar a los demás a aceptar nuestra propia ideología o manera de entender la realidad.
En las obras que los demás perciben tienen que descubrir mis actitudes internas. Las obras que son fruto solo de una programación externa, no ayudan a los demás a encontrar su propio camino. Solo las obras que son reflejo de una actitud vital auténtica, son cauce de iluminación para los demás. Lo que hay en mi interior, solo puede llegar a los demás a través de las obras. Toda obra hecha desde el amor y la compasión es luz.
Meditación
Puedo desplegar mi capacidad de sazonar
Puedo vivir encendido y dar calor y luz
Soy sal para todos los que me rodean
en la medida en que hago participar a otros de mi plenitud humana.
Soy luz en la medida en que vivo mi verdadero ser
y muestro a otros el camino que les puede llevar a ser en plenitud.
Fray Marcos
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