jueves, 28 de junio de 2018

Los países ricos y sus multinacionales son verdaderas aves de rapiña para África

El gran gesto de la acogida del Aquarius
“Fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25,35)
La insoportable indecencia de la Cope de los Obispos
Solo es posible una solución eficaz actuando en origen.
Querid@s amig@s colaboradores y cooperantes en la lucha por un mundo mejor
Mientras siga vigente el modelo económico actual, por el que los países ricos del Norte explotan a los países pobres del Sur, la emigración del Sur hacia el Norte será imparable.
Los explotadores de África: Esa explotación, se realiza a través de las Multinacionales, que corrompen a los Gobiernos del Sur y sus Administraciones, que a su vez se dejan corromper, para usurparles sus tierras de cultivo y sus materias primas, los privan de sus derechos más básicos (alimentación, educación, sanidad…), y los avocan a una vida de miseria, de sufrimiento, de impotencia, de desesperación, de tristeza. Así no se puede vivir y por eso se marchan, sabiendo que en la huida se arriesgan incluso a perder la vida, porque allí ya la ven perdida a corto plazo.
La solución eficaz: Es por lo que la única solución eficaz es actuar en origen para que allí puedan tener una vida mínimamente digna. Mientras no se haga esto, hay que acogerlos, tratarlos bien, ayudarles a salir adelante, como hizo muy bien el Gobierno español con el Aquarius dando una lección a Europa, pero la verdadera solución está allí, no aquí. Si no resolvemos el problema en origen la emigración será cada vez mayor. No lo resolveremos con vallas, ni con concertinas, que son un escarnio sangrante, ni con permisos de 45 días, porque África, siendo un continente muy rico, está lleno de hambre, y al hambre no se le pueden poner fronteras.
Lluvias torrenciales: En los últimos correos hablamos de las consecuencias del Volcán de Fuego en Guatemala, que aquí se difundieron más o menos en TV. Paralelamente a la erupción del Volcán, en Ruanda y otros países de África estaban cayendo unas lluvias torrenciales intensísimas, que parece que cada año lo son más, pero aquí los medios apenas dijeron nada. Pasarán las tormentas y vendrá una sequía insoportable, que obligará a muchos miles de personas a no tener ni agua para beber, a tener que buscarla muy lejos y en todo caso no potable. Precisamente hoy nos escriben diciendo que hace un color enorme y ya escasea el agua.
Consecuencias: Los daños de las lluvias fueron: bastantes muertos, muchas casas derrumbadas, tierras de cultivo arrastradas, multitud de cosechas perdidas, y como consecuencia hambruna inevitable a corto plazo.
Las casas de los pobres en todas partes, siempre están construidas en los sitios peores y más inseguros. Y lo peor de Ruanda, por ejemplo, es que el gobierno ni les ayuda en nada a construir otra casa y además no les facilita terreno para hacerlo, incuso veces los expulsa de él sin ningún miramiento, sobre todo en las proximidades de la capital: “vete de aquí, que este sitio lo necesita el Gobierno”.
En Ruanda con un 80 % de población rural y una densidad demográfica de 452 habitantes por Km2., la carencia de tierra es un verdadero drama y perderla por una tormenta una gran desgracia. Además con una renta por habitante de 642 €, y un IDH (Índice de Desarrollo Humano) que no llega a 0,500, los ruandeses están entre los habitantes del mundo que tienen un nivel humano más bajo y peor calidad de vida, aunque algunos países de África aún están peor que ellos.
Índice de Fragilidad Estatal: Entre los índices que se manejan para conocer la situación de un país como el IDH, el PIB (producto Interior Bruto), o el Coeficiente de Gini (para medir la Desigualdad entre los ciudadanos), está también Índice de Fragilidad Estatal (que mide la incapacidad del Estado para hacer frente a los problemas y necesidades de sus Ciudadanos en general). Este índice tiene como límite 120, que sería la insolvencia total del Estado, que estaría al borde de la quiebra y su desaparición: supondría la claudicación de las leyes y el orden, la falta de respuesta a las necesidades básicas de los ciudadanos, la presencia de conflictos armados, cárteles organizados de la droga, la falta de credibilidad de su Gobierno, etc. Si comparamos el Índice de Fragilidad de África con Europa veremos con meridiana claridad por qué tantas personas emigran de África hacia Europa. El Índice de Fragilidad Estatal de Europa va de 18.3 de Noruega (el más bajo) hasta, por ejemplo, el de Grecia de 55,3: Fragilidad muy baja. En cambio el de África Subsahariana va desde 72.9 de África del Sur hasta el 110.7 de la Rep. Demo. del Congo, pasando por el 113,2 de Somalia, hasta el 113,4 de Sudán del Sur: Fragilidad muy alta.
Enorme diferencia: Como vemos, la diferencia es enorme. Sin reducir esa desigualdad no hay solución que valga. Si comparamos Ruanda con un Índice de 89,3 con España, con el 41,4, vemos que la de Ruanda es algo más del doble que la de España. Si a esto añadimos que el IDH de 29 países de África (más de la mitad del Continente) no llega a 0,500, ya tenemos servido el drama de más de 600 millones de personas, que pasan hambre a diario y mueren prematuramente, que carecen de una sanidad básica, que no tienen una enseñanza elemental para sus hijos, que sufren conflictos sociales o bélicos continuamente, huyendo sin parar a campos de refugiados, que albergan a millones de personas.
Gran escándalo: Es insoportable que los presidentes de los respectivos gobiernos de países tan pobres se enriquezcan tan escandalosamente como el de Guinea Ecuatorial, que con lo que saca del petróleo, se hizo dueño casi de la mitad del país, además de lo que tiene fuera del mismo en países de Europa; o el de Angola que vino recientemente a España y a otros países europeos en un avión de los más lujosos del mundo, alquilado por varios días, cuyo costo por hora pasaba de los 60.000 euros, mientras los angoleños tienen una esperanza de vida 52,4 años, un IDH de tan solo 0.526, casi dos tercios de los hogares rurales viven con menos de 1,75 dólares diarios, y el 20 % de los niños mueren antes de los 5 años.
Riqueza de África: Así pues, en África, se da el Índice de Fragilidad Estatal más alto del mundo. Es el Continente que refleja peores índices en todos los aspectos, a pesar de ser el más rico de la tierra. Por ejemplo, alberga el 65% de las tierras cultivables del planeta, pero utilizadas para producir alimentos para poblaciones de fuera del Continente africano; los africanos no tienen acceso a los alimentos que se producen en su propia tierra. También detenta, en porcentajes mundiales aproximados, un 20% de las reservas de uranio, un 90% de cobalto, un 80 % de coltán, un 40% de platino, un 65% de manganeso, entre un 6 y un 8% de las reservas de petróleo, un 50% del oro y diamantes, sus bosques húmedos albergan el 45% de la biodiversidad mundial, además de bauxita, níquel, germanio, litio, titanio, fosfatos, etc.
La República Democrática del Congo tiene el 80 % del Coltán que hay en el mundo, un producto usado en infinitas aplicaciones electrónicas: ordenadores, móviles, televisiones, etc., y sin embargo está entre los países más pobres del mundo.
Pobreza extrema: Los países ricos y sus multinacionales son verdaderas aves de rapiña para África, siendo los africanos verdaderas víctimas de su voracidad, hasta el punto de que más de 300 millones de sus habitantes viven con hambre crónica porque sus ingresos no pasan de 1 € al día, además de ser víctimas de conflictos y guerras permanentes entre ellos, azuzados desde fuera, y por eso sus Estados son muy frágiles.
La consecuencia inevitable es que se arriesgan a todo y marchan, víctimas a la vez de mafias que los engañan y explotan, a ellos y a sus familias.
Decimos más arriba que los países del norte explotan a los africanos. Exportan petróleo 24 países africanos, pero solo enriquece a sus políticos y allegados y a las Multinacionales, y en cambio perjudica al pueblo, pues los pozos de petróleo contaminan la tierra y la hacen inservible para la agricultura como pasó en el delta del Níger. Lo que pasa con el petróleo pasa con otros muchos productos africanos: minerales, agrícolas y forestales, todos en manos de Multinacionales, que enriquecen cada vez más a los más ricos y empobrecen cada vez más a los más pobres.
El gobierno de España, además del gesto del Aquarius, también habla de quitar las concertinas que son algo indigno de la humanidad, y de implicar a Europa en una operación conjunta para el tratamiento de la emigración africana.
También merecen todo el reconocimiento las instituciones que actúan con honestidad rescatando en el Mediterráneo a tantas personas que se ven en peligro inminente de naufragio, así como a otras muchas que se comprometen a acogerlos una vez llegados a tierra, mientras que es indecente e indigno que la Cope de los Obispos haya ridiculizado el gesto del Aquarius. Pedimos que el autor de semejante faena radiofónica sea cesado inmediatamente.
Un cordial abrazo a tod@s, a los inmigrantes y a la Madre Tierra.

Faustino Vilabrille
Periodista Digital

LA IGLESIA AÚN NO MIRA A LAS MUJERES COMO LAS MIRABA JESÚS

Mc 5, 21-43
La escena es sorprendente. El evangelista Marcos presenta a una mujer desconocida como modelo de fe para las comunidades cristianas. De ella podrán aprender cómo buscar a Jesús con fe, cómo llegar a un contacto sanador con él y cómo encontrar en él la fuerza para iniciar una vida nueva, llena de paz y salud.
A diferencia de Jairo, identificado como «jefe de la sinagoga» y hombre importante en Cafarnaún, esta mujer no es nadie. Solo sabemos que padece una enfermedad secreta, típicamente femenina, que le impide vivir de manera sana su vida de mujer, esposa y madre.
Sufre mucho física y moralmente. Se ha arruinado buscando ayuda en los médicos, pero nadie la ha podido curar. Sin embargo, se resiste a vivir para siempre como una mujer enferma. Está sola. Nadie la ayuda a acercarse a Jesús, pero ella sabrá encontrarse con él.
No espera pasivamente a que Jesús se le acerque y le imponga sus manos. Ella misma lo buscará. Irá superando todos los obstáculos. Hará todo lo que pueda y sepa. Jesús comprenderá su deseo de una vida más sana. Confía plenamente en su fuerza sanadora.
La mujer no se contenta solo con ver a Jesús de lejos. Busca un contacto más directo y personal. Actúa con determinación, pero no de manera alocada. No quiere molestar a nadie. Se acerca por detrás, entre la gente, y le toca el manto. En ese gesto delicado se concreta y expresa su confianza total en Jesús.
Todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos conozcan la fe grande de esta mujer. Cuando ella, asustada y temblorosa, confiesa lo que ha hecho, Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud». Esta mujer, con su capacidad para buscar y acoger la salvación que se nos ofrece en Jesús, es un modelo de fe para todos nosotros.
¿Quién ayuda a las mujeres de nuestros días a encontrarse con Jesús? ¿Quién se esfuerza por comprender los obstáculos que encuentran en algunos sectores de la Iglesia actual para vivir su fe en Cristo «en paz y con salud»? ¿Quién valora la fe y los esfuerzos de las teólogas que, sin apenas apoyo y venciendo toda clase de resistencias y rechazos, trabajan sin descanso por abrir caminos que permitan a la mujer vivir con más dignidad en la Iglesia de Jesús?
Las mujeres no encuentran entre nosotros la acogida, la valoración y la comprensión que encontraban en Jesús. No sabemos mirarlas como las miraba él. Sin embargo, con frecuencia, ellas son también hoy las que con su fe en Jesús y su aliento evangélico sostienen la vida de no pocas comunidades cristianas.

José Antonio Pagola

viernes, 22 de junio de 2018

Mc 4, 35-40 Por qué nos aferramos tanto a las seguridades del pasado?


La barca en la que van Jesús y sus discípulos se ve atrapada por una de aquellas tormentas imprevistas y furiosas que se levantan en el lago de Galilea al atardecer de algunos días de calor. Marcos describe el episodio para despertar la fe de las comunidades cristianas, que viven momentos difíciles.
El relato no es una historia tranquilizadora para consolarnos a los cristianos de hoy con la promesa de una protección divina que permita a la Iglesia pasear tranquila a través de la historia. Es la llamada decisiva de Jesús para hacer con él la travesía en tiempos difíciles: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?».
Marcos prepara la escena desde el principio. Nos dice que era «al caer la tarde». Pronto caerán las tinieblas de la noche sobre el lago. Es Jesús quien toma la iniciativa de aquella extraña travesía: «Vamos a la otra orilla». La expresión no es nada inocente. Les invita a pasar juntos, en la misma barca, hacia otro mundo, más allá de lo conocido: la región pagana de la Decápolis.
De pronto se levanta un fuerte huracán, y las olas rompen contra la frágil embarcación, inundándola. La escena es patética: en la parte delantera, los discípulos luchando impotentes contra la tempestad; a popa, en un lugar algo más elevado, Jesús durmiendo tranquilamente sobre un cabezal.
Aterrorizados, los discípulos despiertan a Jesús. No captan la confianza de Jesús en el Padre. Lo único que ven en él es una increíble falta de interés por ellos. Se les ve llenos de miedo y nerviosismo: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Jesús no se justifica. Se pone de pie y pronuncia una especie de exorcismo: el viento cesa de rugir y se hace una gran calma. Jesús aprovecha esa paz y silencio grandes para hacerles dos preguntas que hoy llegan hasta nosotros: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?».
¿Qué nos está sucediendo a los cristianos? ¿Por qué son tantos nuestros miedos para afrontar estos tiempos cruciales y tan poca nuestra confianza en Jesús? ¿No es el miedo a hundirnos el que nos está bloqueando? ¿No es la búsqueda ciega de seguridad la que nos impide hacer una lectura más lúcida, responsable y confiada de estos tiempos? ¿Por qué nos resistimos a ver que Dios está conduciendo a la Iglesia hacia un futuro más fiel a Jesús y a su Evangelio? ¿Por qué buscamos seguridad en lo conocido y establecido en el pasado, y no escuchamos la llamada de Jesús a «pasar a la otra orilla» para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo indiferente a Dios, pero tan necesitado de esperanza?

José Antonio Pagola


sábado, 16 de junio de 2018

EL PROYECTO DE DIOS ES HACER UN MUNDO CADA VEZ MAS HUMANO

Mc 4, 26-34
A Jesús le preocupaba que sus seguidores terminaran un día desalentados al ver que sus esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtenían el éxito esperado. ¿Olvidarían el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar.
Con ejemplos tomados de la experiencia de los campesinos de Galilea les anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él.
Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les ha de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más.
Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador, que sale siempre a recoger frutos, y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.
Los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como «un grano de mostaza», que germina secretamente en el corazón de las personas.
Por eso el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.
En la Iglesia no sabemos en estos momentos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una sociedad cada vez más indiferente y nihilista. Nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza de Jesús.
Tarde o temprano, los cristianos sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por él.

José Antonio Pagola