jueves, 26 de julio de 2018

QUIÉN FUE REALMENTE MARÍA DE MAGDALA Y POR QUÉ FUE RELEGADA?

Dan Brown la convierte en esposa de Jesús y madre de su hija, Sarah. La Iglesia receló de ella y la transformó en prostituta. Los expertos proclaman que fue "el apóstol de los apóstoles" y que jugó un papel preponderante en el grupo de los primeros seguidores del Nazareno. El propio Jesús, en los Evangelios, la llama "bendita", "mujer de espíritu" y "mujer que lo ha comprendido todo".
Las mujeres teólogas reivindican su figura como símbolo del papel que el sexo femenino debería jugar en la institución y siempre se le negó. ¿Cuáles son los hechos probados sobre la mujer que pudo reinar en la Iglesia? Hemos consultado a los teólogos y teólogas españoles que más y mejor han estudiado a María Magdalena y, con sus respuestas, hemos reconstruido el retrato robot de uno de los personajes más enigmáticos de los Evangelios. Y más importantes.
¿Existió María Magdalena?
Se llamaba María y era de Magdala, una ciudad de pescadores de la costa del mar de Galilea, entre Cafarnaúm, patria de Pedro, y Tiberíades. Una ciudad que ya en la época de Jesús contaba con una flota pesquera de más de 200 barcos y se hizo famosa por sus salazones. Se encuentra a una jornada de camino de Nazaret.
María de Magdala fue, pues, un personaje histórico real y "el hecho de que no lleve unido el nombre de su padre o de su marido, sino el de su ciudad, indica que era una mujer independiente, que no estaba sometida a otros y que tenía autonomía para formar parte del grupo de Jesús", como explica el prestigioso biblista Xavier Pikaza, autor de La nueva figura de Jesús (Verbo Divino, 2003) y Las instituciones del Nuevo Testamento (Trotta, 2001), entre otras muchas obras.
Es, por otra parte, la mujer que más veces se cita en los Evangelios canónicos: 17 veces. Más incluso que la madre de Jesús. "No se entiende por qué los evangelistas iban a inventarla", advierte Antonio Piñero, catedrático de la Universidad Complutense y uno de los más prestigiosos expertos en el estudio de la primitiva Iglesia.
María Magdalena es, pues, un personaje real y no un mito, aunque de ella se conoce relativamente poco. Se sabe, sin embargo, que era judía "no sólo por su origen, sino porque los primeros discípulos de Jesús fueron judíos", dice Pikaza. "Aunque algunos libros quieren hacer de ella una pagana, todos los datos, incluido su nombre, María (puesto de moda por las princesas asmoneas), apuntan a que era judía", añade Carmen Bernabé, profesora de la Universidad de Deusto, y autora de una tesis sobre la Magdalena.
¿Fue una prostituta?
Está establecido sin duda alguna que no lo era, pese a que la iconografía de siglos la presenta de esa manera. La confusión, como advierte Carmen Bernabé, viene de un texto de Lucas (Lc 7,36-50), en el que se narra que Jesús fue invitado a comer en casa de un fariseo. Allí se presentó "una mujer pecadora pública" que con lágrimas mojó sus pies, los secó con la melena y los ungió con perfume. En ningún momento se dice que la mujer fuera María Magdalena y, sin embargo, fue cogiendo cuerpo la tesis de que las dos eran la misma mujer.
De hecho, como dice la profesora Bernabé, "esta identificación expresa no se realiza hasta el siglo VI, con el papa Gregorio Magno, que la llama ‘ejemplo de perdición' y ‘esclava de la lujuria'". En el siglo XII, Honorio de Autun escribía que "vivió atormentada por deseos impuros" y que, por eso, pasó su vida escondida en una gruta del desierto, haciendo penitencia y mortificando su carne.
Los teólogos aducen diversas razones para esta falsificación histórica de la Magdalena cometida por la Iglesia. Para Isabel Gómez-Acebo, "en el siglo I no se concebía que mujeres sin padre, marido o tutor tuvieran una vida itinerante en pos de un maestro o de una idea. Las que lo hacían, pronto eran calificadas de mujeres de mala vida. De ahí la tendencia a tildar de prostituta a la Magdalena".
Según Pikaza, se trata de "rebajar su autoridad". Y para la también teóloga Mercedes Navarro, se hace por "miedo al poder y liderazgo no sólo de María Magdalena, sino de las mujeres que le iban a la zaga". Más en concreto, para esta religiosa se trata "de una estrategia del patriarcado contra las mujeres, que consiste en la descalificación de la Magdalena, reduciéndola a un rango inferior incluso en su humanidad. La prostituta arrepentida era controlable. La primera testigo, la mujer independiente y líder de un movimiento espiritual, no".
De hecho, en la Iglesia oriental no sólo no se identificó a la Magdalena con una prostituta, sino que se la consideró virgen desde siempre. La propia Iglesia de Roma dejó de hacerlo oficialmente, pero sólo a partir del Vaticano II (1962-1965). En la actualidad, en la liturgia que le consagra el día 22 de julio, María Magdalena recupera sus rasgos de apóstol y discípulo y pierde los de pecadora.
¿Fue apóstol?
Los exegetas coinciden en que María Magdalena formó parte del "grupo de itinerantes, varones y mujeres, que iban a todas partes con él", dice Pikaza. Porque, en contra de lo que suele creerse, en el mundo teológico se defiende que los apóstoles no fueron sólo 12. Ese número se fija para evocar a las tribus de Israel, que eran 12. De hecho, algunas mujeres aparecen y desaparecen de la vida de Jesús, pero ella está presente en los Evangelios desde el primer momento en que Jesús inicia su predicación en Galilea hasta el último trance de la crucifixión y posterior resurrección.
Es incluso "muy probable", como sostiene Xavier Pikaza, que estuviese en la última cena, "porque los evangelios sinópticos la han interpretado de un modo simbólico para destacar la culminación del camino de Jesús y el fracaso de los doce". Y Carmen Bernabé comparte la misma opinión: "Es difícil pensar que en la última cena, intuyendo que las cosas se ponían difíciles y podía morir, no estuvieran las mujeres que le acompañaban siempre. Además, la cena pascual se celebraba en familia o en grupo y, por consiguiente, las mujeres también participaban".
¿Estuvo casada con Jesús?
En contra de lo que sostiene la novela de Dan Brown, la gran mayoría de los teólogos católicos asegura que la Magdalena no fue la esposa de Jesús. "Hacerla novia o esposa de Jesús es fantasía". Aunque también es cierto que la mayoría apuesta por una "relación especial entre ambos", como sostiene Mercedes Navarro.
Y como explica Isabel Gómez-Acebo, "lo más probable es que hubiera una relación afectiva entre Maestro y discípula que el pensamiento actual, como hizo el anterior, sólo es capaz de comprender en clave de sexo. María antes era prostituta y hoy, amante, lo que oscurece el auténtico protagonismo de su vida". En parecidos términos se pronuncia Antonio Piñero: "Hay que interpretar su relación en clave gnóstica: relación de Revelador/discípula perfecta".
¿Qué papel jugó en la primitiva Iglesia?
Ya en vida de Jesús, María Magdalena jugó un papel decisivo. Y, después de la muerte del Nazareno, todavía más. Tanto que, para Pikaza, es "la primera cristiana, por estar vinculada a la tradición de la cruz y de la sepultura de Jesús; y es la única cristiana, junto con otras mujeres, que le ha visto morir, aunque no haya podido enterrarle, porque no tenía autoridad para hacerlo. Ella es también la primera que descubre, por experiencia personal, que Jesús está vivo, que no se le puede buscar en el sepulcro".
Avalada por este "signo de autoridad" de ser "la apóstol de los apóstoles", el papel que jugó en la primitiva Iglesia fue "esencial", según Pikaza. Por eso, "los textos de la pasión de los cuatro Evangelios y, de un modo especial, el final canónico de Marcos, afirman que ella, quizás con la madre de Jesús, fue la primera cristiana, el primer testigo y apóstol de la Iglesia, antes que los doce. Y así se reconoce al comienzo del Libro de los Hechos".
El propio Celso, historiador romano y el más lúcido de los críticos anticristianos, asegura que la Magdalena, "una mujer histérica", fue la "fundadora del cristianismo".
¿Por qué se la hace desaparecer por completo?
"La extensa y bien documentada literatura sobre el tema (de la que extrañamente la teología de varones apenas si se hace eco) indica claramente que fue una mujer con poder y autoridad, a cuyo testimonio debemos la fe en la resurrección; que se tomó en serio la propuesta y práctica igualitaria del movimiento de Jesús y a la que el patriarcado eclesiástico y sociohistórico arrebató su fuerza en muy poco tiempo", explica Mercedes Navarro.
Isabel Gómez-Acebo opina que se la marginó porque "su personaje era muy incómodo para la Iglesia, dada la falta de protagonismo de las mujeres, con lo que no hubo interés alguno en potenciar su imagen".
Según Pikaza, al inicio del cristianismo la Iglesia tuvo varios puntos de partida y no sólo el que lideraron Pedro y los apóstoles varones. También hubo una corriente "femenina" liderada por María Magdalena y otras mujeres. "Este doble punto de partida constituye un dato irrenunciable de la Iglesia, aunque se haya silenciado hasta hoy, dejando en penumbra la situación de las mujeres y cerrando para ellas el acceso a la palabra y a los ministerios".
Y concluye Pikaza: "Sin María Magdalena y su corriente no habríamos podido mantener el recuerdo de Jesús ni seríamos cristianos". La mayoría de los teólogos coincide en que las cosas comienzan a cambiar a partir del siglo III, cuando se afirma el liderazgo de Pedro y de Pablo y triunfa una línea doctrinal que relega a las mujeres a funciones secundarias: la Magdalena deja de ser la mujer que pudo reinar en la Iglesia.
Ya en el siglo IV, la virginidad y el celibato se convierten en categorías superiores al matrimonio (porque la virtud se identifica con la castidad y el pecado, con el sexo) y la Iglesia se transforma no sólo en una Iglesia de varones, sino de solteros, sin experiencia familiar. Y a la mujer se la va separando del altar y se la identifica con Eva, la causante de que en el mundo reinara el pecado original. Y la figura de la Magdalena desaparece. Algunas tradiciones piadosas la sitúan en Efeso, compartiendo casa con María, la madre de Jesús, antes de regresar ambas a morir a Jerusalén.
¿Hay que reivindicar su figura?
A Isabel Gómez-Acebo no le cabe la menor duda: "Las mujeres queremos recuperar la figura de María Magdalena por lo que significa para la Iglesia y para nosotras". Por eso reconoce que, aunque la novelística actual está llena de inexactitudes sobre ella, "despierta el interés por su persona. Un interés que permite a otros presentar la realidad de su vida y que las mujeres apoyemos nuestras reivindicaciones eclesiales en la política de Jesús con su discípula predilecta".
De hecho, la recuperación histórica, teológica y espiritual de la Magdalena se debe a teólogas como Carmen Bernabé, Mercedes Navarro y la propia Isabel Gómez-Acebo. "Muchos grupos de mujeres y las teólogas feministas la toman como ‘matrona-hermana' y celebran su día", dice Bernabé.
Y Navarro añade: "Para la Iglesia del pueblo María Magdalena está siendo importante, y muchísimo, para las mujeres, como no lo era desde hace muchos siglos. Para la Iglesia jerárquica e institucional, es un motivo tan peligroso como lo fue en los primeros siglos. Pero una cosa es cierta: la movida de las mujeres no tiene vuelta atrás".
Y es que como asegura Xavier Pikaza, "la Iglesia oficial ha temido a la Magdalena y ha preferido a la Madre de Jesús, pero las dos mujeres van juntas en los Evangelios. Las dos son esenciales en la primera Iglesia. María Magdalena no ha podido ser obispo o papa en la Iglesia que triunfó desde el siglo I al III, pero podrá serlo en una Iglesia no jerárquica ni patriarcalista del futuro". Entonces, la Magdalena volverá a reinar. Y la Iglesia recuperará su otra mitad del cielo.

José Manuel Vidal

SI HAY HAMBRE EN EL MUNDO NO ES POR ESCASEZ DE ALIMENTOS, SINO POR FALTA DE SOLIDARIDAD.

Jn 6, 1-15
De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.
El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.
Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.
¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?
Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.
La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.
Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.
Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

jueves, 19 de julio de 2018

ENCONTRAR A DIOS EN MÍ PARA PODER ENCONTRARLO EN EL OTRO


Mc 6, 30-38
Hoy tenemos que tener presente el contexto. Los apóstoles acaban de volver de la misión a la que Jesús les ha enviado (evangelio del domingo pasado). Entre el envío y el regreso, nos ha contado la muerte de Juan Bautista. Terminada la misión de los doce, se vuelven a reunir y se cuentan las peripecias de la tarea que acaba de concluir. Parece ser que les ha ido bien y vienen encantados (Lc lo dice expresamente). La euforia de la gente que les busca ratifica esa visión. El éxito se les está subiendo a la cabeza y no les deja tomar la postura adecuada.
Para entender este pasaje, debemos recordar que después de los primeros éxitos en Cafarnaún, Jesús se retira al desierto para poner en orden sus ideas. En este pasaje, son los enviados los que tienen éxito y deben ser también ellos los que se retiren a examinar su actitud vital. Mc nos está diciendo que los discípulos necesitan una seria reflexión sobre el éxito de su misión, como Jesús necesitó meditar sobre su mesianismo.
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. El mismo Jesús que les empujó a una actividad febril entre la gente, les lleva ahora a un alejamiento de esa misma gente para dedicarse a ellos mismos. No se trata solamente de la preocupación por su cansancio. Se trata, sobre todo, de que entiendan bien el sentido de lo que está sucediendo y no se dejen llevar por falsos espejismos. Por dos veces se dice que van al desierto, para dejar claro que necesitan una reconversión.
El texto griego no dice ‘lugar tranquilo’ o despoblado sino lugar desértico. La diferencia es importante si tenemos en cuenta el significado que Mc da al desierto, como lugar de lucha contra el mal. Inmediatamente después de ser bautizado, Mc coloca a Jesús en el desierto, para que allí aclare cual va a ser su verdadera misión, superando la tentación del un mesianismo triunfalista. Después del éxito en la sinagoga de Cafarnaún y la curación de la suegra de Pedro y cuando todo el mundo le busca, se marcha él solo al desierto. Ahora Jesús pretende que una reflexión calmada haga superar el estado de euforia.
“Se les adelantaron”. Los planes van a ser frustrados por una urgencia mayor, la de la gente. En la profunda humanidad manifestada hoy, tenemos que descubrir su verdadera divinidad. El relato habla del grupo. “Los reconocieron”, “se les adelantaron”. Al incorporar a los doce a su propia misión, queda establecido el grupo como comunidad. La búsqueda de la gente refleja una carencia de apoyo y estímulo que posibilita la tarea de Jesús. Como la hemorroísa, como Jairo, el pueblo oprimido necesita salvación y la busca en Jesús.
“Como ovejas sin pastor”. Es una imagen clásica en el AT. En una cultura en que la ganadería era el principal medio de sustento, todos sabían perfectamente lo que se estaba insinuando con la imagen del pastor. Siguiendo la primera lectura, Jesús hace una crítica a los dirigentes que, en vez de cuidar de las ovejas, las utilizan en beneficio propio. Siempre ha pasado lo mismo. Nunca han faltado pastores, pero han sido tantas las falsas ofertas y hechas con tanta persuasión, que el pueblo se ha sentido indefenso ante las tales ofertas.
“Le dio lástima”. Hoy no le conmueve un ciego o leproso, sino la gente normal, que anda descarriada. La ‘compasión’ sería una manera más adecuada de expresar el amor, superando los malentendidos que la palabra ‘lástima’ puede comportar. Podemos sentir lástima de una persona, pero no mover un dedo para sacarle de su lastimosa situación. En todos los tiempos podemos constatar políticos y eclesiásticos que no tienen en cuenta al pueblo a la hora de tomar sus decisiones. La actitud de Jesús (enseñar y dar de comer) es el mejor antídoto contra la tentación de buscar en la gente el aplauso sumiso.
“Y se puso a enseñarles con calma”. Por encima de los planes de Jesús, está la necesidad de la gente. Por cierto, el texto griego no dice “con calma” sino “muchas cosas”. Del contexto se deduce que dedicó todo el día a esa tarea pues, a continuación, Mc narra la primera multiplicación de los panes, que empieza advirtiendo de que ‘se hizo tarde’. El tiempo es lo más preciado que tenemos. Tener tiempo para los demás es la mejor manera de responder a las exigencias del evangelio. La vocación del cristiano es ser para los demás.
Se cumple la promesa de Jeremías. Jesús es el único pastor. Como dice Jn, él es el modelo de pastor, el único que no nos va a engañar ni se va a aprovechar de nosotros. Con todos los demás hay que tener cuidado, porque nos pueden desviar poniendo sus intereses por delante de los nuestros. Es una tentación en la que los seres humanos caemos casi siempre; incluso cuando hablamos de Dios, es para manipularlo y ponerlo a nuestro servicio.
Hoy, más que nunca, andan las ovejas desorientadas. Si hay una característica de nuestro tiempo es, precisamente, la desorientación. Es urgente distinguir el verdadero mensaje del evangelio de tanta ideología y partidismo en que hoy está envuelto. Cuando Pablo dice que derribó el muro que los separaba, no se refiere a una situación externa, sino a una actitud de fidelidad a sí mismo, que permite superar la barrera del odio. Lo que nos separa es siempre nuestro falso yo. Nuestro verdadero ser, lo que hay de Dios en nosotros, es idéntico en todos.
Cuando en el evangelio Jesús invita a los apóstoles a retirarse al “desierto”, está tratando de decirnos que solo en el silencio y en el recogimiento interior, podemos encontrar el verdadero ser y solo después de encontrarlo, podemos indicar a los demás el camino. Sin vida interior, sin meditación profunda, no puede haber espiritualidad. Sin esa vivencia no podemos ayudar a los demás a descubrir el manantial de vida que llevan dentro. Si encontramos a Dios en nosotros,  llevarlo a los demás será la tarea más urgente y más fácil de nuestra existencia.
El evangelio de hoy es un reconocimiento de la necesidad del silencio para recuperar la armonía interna, amenazada por el exceso de actividad en cualquier orden de cosas. El estrés que hoy padecemos se debe a que no tenemos tiempo para nosotros mismos. Esta falta de tiempos tranquilos nos impide asimilar y ordenar los acontecimientos, que de esa manera, nos pueden destrozar, como la comida no digerida y por lo tanto indigesta.
Busca en tu interior y descubre allí el verdadero guía. No mendigues más agua que se te da a cuentagotas y por un precio; busca la fuente que está siempre manando y a tu entera disposición. Las mediaciones serán buenas en la medida que no se conviertan en fines o en medios para que otro se aproveche. Te ayudará todo aquel que te ayude a entrar dentro de ti y a ser fiel a las exigencias que nacen de lo hondo del ser. La exigencia fundamental del ser humano es el amor. Sin ser amado puedes desplegar tu humanidad. Sin amar, nunca.
El dedicarse a los demás y la dedicación a uno mismo no son dos aspectos que se puedan separar. La contemplación y la acción no pueden disociarse. Ni una ni otra serían auténticas si las separáramos. Todo acercamiento a Dios lleva directamente a los demás. Todo verdadero acercamiento a los demás, nos acerca inevitablemente a Dios. Si en nuestra vida somos capaces de olvidar uno de los dos aspectos, será la señal de que nos estamos equivocando de objetivo y además, nos estamos alejando del evangelio.

Meditación
La acción sin contemplación sería programación estéril.
La contemplación sin acción sería una falacia.
La vida espiritual te llevará a la preocupación por el otro.
Un verdadero contacto con Dios en la oración,
es ya en sí, una acción en beneficio de todos.

Fray Marcos

miércoles, 4 de julio de 2018

QUIÉN FUE JESÚS DE NAZARET REALMENTE?

Mc 6, 1-6
Jesús no es un sacerdote del Templo, ocupado en cuidar y promover la religión. Tampoco lo confunde nadie con un maestro de la Ley, dedicado a defender la Torá de Moisés. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos curadores y en sus palabras de fuego la actuación de un profeta movido por el Espíritu de Dios.
Jesús sabe que le espera una vida difícil y conflictiva. Los dirigentes religiosos se le enfrentarán. Es el destino de todo profeta. No sospecha todavía que será rechazado precisamente entre los suyos, los que mejor lo conocen desde niño.
Al parecer, el rechazo de Jesús en su pueblo de Nazaret era muy comentado entre los primeros cristianos. Tres evangelistas recogen el episodio con todo detalle. Según Marcos, Jesús llega a Nazaret acompañado de discípulos y con fama de profeta curador. Sus vecinos no saben qué pensar.
Al llegar el sábado, Jesús entra en la pequeña sinagoga del pueblo y «empieza a enseñar». Sus vecinos y familiares apenas le escuchan. Entre ellos nacen toda clase de preguntas. Conocen a Jesús desde niño: es un vecino más. ¿Dónde ha aprendido ese mensaje sorprendente del reino de Dios? ¿De quién ha recibido esa fuerza para curar? Marcos dice que Jesús «los tenía desconcertados». ¿Por qué?
Aquellos campesinos creen que lo saben todo de Jesús. Se han hecho una idea de él desde niño. En lugar de acogerlo tal como se presenta ante ellos quedan bloqueados por la imagen que tienen de él. Esa imagen les impide abrirse al misterio que se encierra en Jesús. Se resisten a descubrir en él la cercanía salvadora de Dios.
Pero hay algo más. Acogerlo como profeta significa estar dispuestos a escuchar el mensaje que les dirige en nombre de Dios. Y esto puede traerles problemas. Ellos tienen su sinagoga, sus libros sagrados y sus tradiciones. Viven con paz su religión. La presencia profética de Jesús puede romper la tranquilidad de la aldea.
Los cristianos tenemos imágenes bastante diferentes de Jesús. No todas coinciden con la que tenían los que lo conocieron de cerca y lo siguieron. Cada uno nos hacemos nuestra idea de él. Esta imagen condiciona nuestra forma de vivir la fe. Si nuestra imagen de Jesús es pobre, parcial o distorsionada, nuestra fe será pobre, parcial o distorsionada.
¿Por qué nos esforzamos tan poco en conocer a Jesús?
¿Por qué nos escandaliza recordar sus rasgos humanos?
¿Por qué nos resistimos a confesar que Dios se ha encarnado en un profeta?
¿Intuimos tal vez que su vida profética nos obligaría a transformar profundamente nuestras comunidades y nuestra vida?

José Antonio Pagola