En el reino de Dios solo se puede entrar con un “corazón nuevo”, dispuestos a obedecer a Dios desde lo más hondo. Lo decisivo es esta transformación radical. Dios busca “reinar” en el centro más íntimo de las personas, en ese núcleo interior donde se decide su manera de sentir, de pensar y de comportarse. En la mentalidad semita, el “corazón” no es la sede del amor y la Vida afectiva. Es más bien el nivel más profundo de la persona, la fuente de la percepción, el pensamiento, las emociones y el comportamiento. En el corazón de la persona “se decide” su vida entera. Jesús lo ve así: nunca nacerá un mundo más humano si no cambia el corazón de las personas; en ninguna parte se construirá la vida tal como Dios la quiere si las personas no cambian desde dentro. “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, de su mal corazón saca lo malo”. Jesús lo ilustra con imágenes claras y penetrantes: “No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno... No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos de uvas”.
del libro de José Antonio Pagola, "Jesús. Aproximación Histórica"
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