Y Jesús empieza por invitarnos a cambiar, a convertirnos, a abrirnos al Reino. La predicación de Jesús es: "Ya está aquí el Reino, convertíos". Convertirse es cambiar, cambiar desde el fondo, mirar a otros objetivos, adoptar otros valores. Se ofrecen como valores y objetivos los del Reino, es decir, la Voluntad de Dios, la Salvación.
Y es éste uno de los tests más significativos de nuestra vida cristiana:
¿Cambias o estás siempre igual?
¿Eres caminante o estás anclado en lo de siempre?
¿Te estás convirtiendo constantemente en algo nuevo y mejor?
¿Eres caminante o estás anclado en lo de siempre?
¿Te estás convirtiendo constantemente en algo nuevo y mejor?
Una vez más las parábolas "vegetales" nos dan las pistas correctas.
¿Cómo va la semilla, va creciendo?
¿Cómo va la masa, va siendo fermentada por la levadura?
¿Hay frutos de tu árbol?
¿Cómo va la semilla, va creciendo?
¿Cómo va la masa, va siendo fermentada por la levadura?
¿Hay frutos de tu árbol?
En resumen, y aplicando literalmente la palabra "conversión":
¿en qué se está convirtiendo tu vida?
¿en qué se está convirtiendo tu vida?
El llamamiento a la conversión va unido al llamamiento a la misión, a ser, como Jesús, salvadores. Así queda definida la vocación de la iglesia, de nosotros la iglesia: pasar haciendo el bien, curar, ser luz, ofrecer salud y claridad...
Con la sencillez del que sabe que no da lo suyo, sino lo que ha recibido, con la urgencia del que sabe que no lo ha recibido por privilegio, sino para darlo.
No pocas veces hemos restringido el llamamiento a unos pocos, los sacerdotes, los religiosos: esos deben dejarlo todo, esos tienen una misión. Pero Jesús está llamando a todos.
Somos la Iglesia los que queremos aceptar la llamada de Jesús, los que queremos que toda nuestra vida sea Misión. Unos desde el matrimonio, otro desde el celibato; unos poseyendo, otros renunciando; unos dedicados a la vida contemplativa, otros trabajando en las faenas cotidianas... todos siguiendo a Jesús y trabajando por el Reino: por ser el Reino, por convertirse al Reino y por anunciar el Reino, convertir el sueño de Jesús en una realidad.
Hoy podríamos situarnos en el lago y sentirnos llamados por Jesús, personalmente. Quizá no estoy llamado a cambiar los modos exteriores básicos de mi vida: pero es seguro que Jesús me llama a cambiar de criterios, de valores y de estilo: es seguro que Jesús me ofrece que toda mi vida sea Misión, que todo tenga valor para el Reino.
José Enrique Galarreta
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