jueves, 25 de septiembre de 2014

CARTA DE LOS OBISPOS DEL URUGUAY A TODA LA COMUNIDAD

Ante las próximas elecciones

Los Obispos invitan a orar por la Patria y los futuros gobernantes


1. Los uruguayos no somos únicamente “habitantes” de esta tierra. Tradiciones y memorias definen nuestros rasgos propios. Y entre debates, sueños e iniciativas, elegimos a quienes nos gobiernan, expresando con este gesto nuestra condición de “ciudadanos”.

2. En la piel y en el alma palpita nuestra condición de “seres políticos”, porque convivimos en la “polis”, en ciudades, villas, pueblos, en la campaña, cobijados bajo un mismo cielo. Además nos comunicamos y buscamos acuerdos. Las instituciones de cada barrio o zona prestan servicios a los vecinos y todos contribuyen al bien de todos, no sólo con una “cuota de impuestos”. Cuidarnos mutuamente y cuidar el medio ambiente es una prioritaria virtud ciudadana, que se imparte y aprende desde los primeros pasos, en el primer ámbito de convivencia, la familia.

3. La mayor expresión de nuestra vida democrática la constituyen las elecciones nacionales, cuando corresponde elegir a quienes tendrán el honor y la ardua responsabilidad de gobernar el país, elaborar sus leyes y buscar consensos.

4. Como cristianos, queremos contribuir para que el gesto de “votar” exprese nuestro compromiso a favor de una sociedad que ofrezca a cada uno oportunidades de vivir con una cuota de esperanza y con la certeza que en este país se pueden desarrollar los talentos que Dios regala a cada uno. Quien no logra canalizar, al menos mínimamente, su chispa de talento o imaginación, mostrará su frustración con el pataleo, el resentimiento o el gesto violento. Con las mismas piedras se pueden levantar muros o construir puentes. En cada uno está el “dar una mano” para apoyar el “país de las cercanías”.

5. Soñamos y luchamos para que este país sea un lugar donde la vida humana y de cada familia valgan más que una hectárea de campo, una cuenta en el banco, un título universitario o una particular habilidad. Y para que las aspiraciones juveniles no se colmen únicamente con un celular, la moto o un título para hacer plata.

6. Los invitamos a levantar la mirada y el corazón hacia Dios, el Padre común, cuyas huellas se perciben en el cielo, en la tierra y en la conciencia de cada uno. El es quien hace llover y salir el sol sobre “los míos y los adversarios” y que mira con especial ternura al pobre y al pequeño, al que no tiene domicilio fijo donde cobijarse en las noches ni una mano cercana para levantarlo cuando está caído. El gesto de votar expresará nuestro compromiso.

7. Los invitamos a elevar la mente y el corazón a Dios Padre, con la confianza y audacia de los hijos. No ocultamos nuestra pequeñez ante la inmensidad del universo y la magnitud global e internacional de los conflictos. Pero nos atrevemos a suplicar luces y corazón grande para que en los oscuros escenarios se enciendan rumbos de justicia, libertad, verdad y solidaridad.

8. Los invitamos a participar en la Jornada de Oración por la Patria y los futuros gobernantesque se realizará el Domingo 12 de octubre. Cada Diócesis y cada comunidad buscarán la forma de realizarla. A quienes estén imposibilitados de participar, los invitamos a unirse rezando al menos un “Padrenuestro” allí donde se encuentren.

9. Que María, mujer dócil para plasmar los designios divinos de paz, invocada en esta tierra oriental como Virgen de los Treinta y Tres, continúe intercediendo por nuestro pueblo.

10. Los saludamos y pedimos para ustedes y sus familias, en especial para los ancianos, enfermos y privados de libertad, la alegría y la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Los obispos de la Iglesia Católica de este país.

EL VALOR DE LAS PALABRAS FRENTE AL VALOR DE LAS OBRAS

Mt 21, 28-32
28 - A ver, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero diciéndole: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña». 29 Le contestó: «No quiero»; pero después sintió remordimiento y fue.
30 Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Este contestó: «Por supuesto, señor», pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del padre?
Contestaron ellos:
- El primero.
Jesús les dijo:
- Os aseguro que los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera para entrar en el reino de Dios. 32 Porque Juan os enseñó el camino para ser justos y no le creísteis; en cambio, los recaudadores y las prostitutas le creyeron. Pero vosotros, ni aun después de ver aquello habéis sentido remordimiento ni le habéis creído.
Jesús, a quien acusaban de “comer con pecadores y publicanos” –es decir, de comportamientos inadecuados para una persona religiosa-, pasa de la provocación a la denuncia de la religiosidad de sus acusadores.
El texto indica que sus interlocutores son “los sumos sacerdotes y los ancianos (o senadores)”, la elite religiosa y máxima autoridad del judaísmo. Presumen de ser “justos” y se reconocen como jueces de la ortodoxia, aprobando o condenando los comportamientos de la gente. Asumiendo una función de “intermediarios” de Dios, han terminado absolutizándola hasta convertirla en la instancia más poderosa de aquella sociedad.
Sabemos que Jesús no se llevaba bien con el poder ni con la religión. Al primero, le contraponía siempre el servicio (“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros. Al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos”: Mt 20,25-28); a la segunda, la gratuidad (“Todo lo mío es tuyo. Tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”: Lc 15,31-32).
No es casual que servicio (compasión) y gratuidad constituyan los ejes básicos de su mensaje. Y tampoco parece casual que ambos rasgos no sean precisamente apreciados por parte de la autoridad. Aunque sea de un modo inconsciente, la autoridad busca mantener el poder. Para ello, se reviste de un aire de solemnidad, a la vez que reclama sumisión y cumplimiento de las normas. De ese modo, y aun proclamando lo contrario, en la práctica, da la vuelta al mensaje: los “súbditos” captan automáticamente que todo se ventila en laobservancia y en el mérito. Se seguirá haciendo un discurso “religioso” y se continuará nombrando a Dios y a Jesús, pero realmente se ha desactivado el mensaje original.
Frente a ese modo de funcionar por parte de la autoridad religiosa, la palabra de Jesús no puede ser más fuerte: “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de los cielos”.
Para sus interlocutores, habría de resultar una paradoja hiriente: aquellas personas que ellos consideraban nada menos que “pecadores públicos”, alejados y malditos de Dios, resultaban preferidos a ellos.
No es la única vez que Jesús subvierte el “orden religioso”. Ya en las parábolas del “buen samaritano” (Lc 10,25-37) o del “juicio universal (Mt 25,31-46) se transmite el mismo contenido. Y de un modo taxativamente claro, en el propio evangelio de Mateo se lee: “No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt 7,21).
 Tras todas estas palabras de Jesús, no parece difícil apreciar aquello que para él era lo más importante:
• la afirmación de la Gratuidad; en lenguaje teísta se expresaría de este modo: "Dios es Gracia";
• los "últimos" –por el simple hecho de serlo- son los preferidos;
• la preeminencia del amor sobre las creencias: no importa tanto lo que se cree mentalmente cuanto lo que se vive y, más aún, lo que se ama.
De Jesús también se dijo que “pasó por la vida haciendo el bien” (Hech 10,38). Esta es la clave definitiva: el test de la vida espiritual no tiene que ver con las creencias, sino con la vida cotidiana y, específicamente, con la actitud de bondad hacia los otros.

Enrique Martínez Lozano

jueves, 18 de septiembre de 2014

LA JUSTICIA DE DIOS NO ES IGUAL A LA JUSTICIA DE LOS HOMBRES

Mt 20, 1-16
A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.
Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.
Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.
Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?” ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?
¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?
Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?
Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.
Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

José Antonio Pagola

sábado, 13 de septiembre de 2014

PAZ Y JUSTICIA EN EL MUNDO DE HOY

PAZ Y JUSTICIA

La tradición bíblica relaciona la paz con la justicia. El amor y la justicia son los principales atributos de Dios. El Reino de Dios es un mundo donde reinan el amor y la justicia.
¿Es posible alcanzar la paz en un mundo donde por todos lados se ven tan atroces injusticias?
El creyente pone entonces su esperanza en Dios y a través de oraciones reclama a Dios la paz. Pero éstas no parecen ser escuchadas y entonces nos llenamos de decepción y desesperanza. Dios no nos escucha. Dios no interviene para cambiar las cosas. Jesús en la cruz también sintió ese abandono, algo muy humano. Pero debemos tener presente que Dios siempre está a nuestro lado ayudándonos a poner nuestro granito de arena en la vida para que se haga justicia. Nosotros somos las manos de Dios, Él interviene en la historia pero a través de nosotros. Y nosotros somos libres de aceptar su desafío o no.
El Padre Nuestro, bien entendido, es una magnífica expresión del creyente intentando superar la situación de abandono, recurrimos a nuestro Padre y nos sentimos entonces hermanos de todos sin excepción, le pedimos que venga su Reino y por ende nos comprometemos a trabajar para que ese Reino de amor sea posible, y al pedir el pan de cada día le pedimos el pan para todos y así nos comprometemos también a trabajar para que todos tengan su pan como hermanos.
El camino de la paz es difícil pero no imposible si seguimos a Jesús. Ante la desesperanza volver al Padre de todos, tener fe en el Reino que ya está operando en varios lugares y tenemos que abrir bien los ojos y el corazón para verlo, y ponernos a trabajar para nuestro pan en la construcción de una sociedad más justa.

Ideas extraídas del libro de José Arocena, Buscando a Dios en el siglo XXI, Trilce 2014

jueves, 11 de septiembre de 2014

MIRAR CON FE AL CRUCIFICADO

Jn 3, 13-17
La fiesta que hoy celebramos los cristianos es incomprensible y hasta disparatada para quien desconoce el significado de la fe cristiana en el Crucificado. ¿Qué sentido puede tener celebrar una fiesta que se llama “Exaltación de la Cruz” en una sociedad que busca apasionadamente el “confort” la comodidad y el máximo bienestar?
  • La fiesta que hoy celebramos los cristianos es incomprensible y hasta disparatada para quien desconoce el significado de la fe cristiana 
  • Más de uno se preguntará cómo es posible seguir todavía hoy exaltando la cruz. ¿No ha quedado ya superada para siempre esa manera morbosa de vivir exaltando el dolor y buscando el sufrimiento? ¿Hemos de seguir alimentando un cristianismo centrado en la agonía del Calvario y las llagas del Crucificado?
    Son sin duda preguntas muy razonables que necesitan una respuesta clarificadora. Cuando los cristianos miramos al Crucificado no ensalzamos el dolor, la tortura y la muerte, sino el amor, la cercanía y la solidaridad de Dios que ha querido compartir nuestra vida y nuestra muerte hasta el extremo.
    No es el sufrimiento el que salva sino el amor de Dios que se solidariza con la historia dolorosa del ser humano. No es la sangre la que, en realidad, limpia nuestro pecado sino el amor insondable de Dios que nos acoge como hijos. La crucifixión es el acontecimiento en el que mejor se nos revela su amor.
    Descubrir la grandeza de la Cruz no es atribuir no sé qué misterioso poder o virtud al dolor, sino confesar la fuerza salvadora del amor de Dios cuando, encarnado en Jesús, sale a reconciliar el mundo consigo.
    En esos brazos extendidos que ya no pueden abrazar a los niños y en esas manos que ya no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, los cristianos “contemplamos” a Dios con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantos sufrimientos.
    En ese rostro apagado por la muerte, en esos ojos que ya no pueden mirar con ternura a las prostitutas, en esa boca que ya no puede gritar su indignación por las víctimas de tantos abusos e injusticias, en esos labios que no pueden pronunciar su perdón a los pecadores, Dios nos está revelando como en ningún otro gesto su amor insondable a la Humanidad.
    Por eso, ser fiel al Crucificado no es buscar cruces y sufrimientos, sino vivir como él en una actitud de entrega y solidaridad aceptando si es necesario la crucifixión y los males que nos pueden llegar como consecuencia. Esta fidelidad al Crucificado no es dolorista sino esperanzada. A una vida “crucificada”, vivida con el mismo espíritu de amor con que vivió Jesús, solo le espera resurrección.

    José Antonio Pagola

    viernes, 5 de septiembre de 2014

    ORACIONES PARA EL CRISTIANO DE HOY

    Acción de gracias

    Gracias, Padre bueno, Dios misericordioso,
    porque nos amas sin límite, como nunca comprenderemos.
    Gracias porque no tomas en cuenta
    nuestros numerosos fallos y debilidades.
    No nos cansaremos de repetir tu nombre, Dios de bondad,
    porque siempre encontramos en Ti comprensión y perdón.
    Gracias, Señor, porque tienes misericordia de nosotros,
    eres nuestro refugio y consuelo
    y nos haces partícipes de tu mismo ser,
    de tu vida, la definitiva, la vida eterna.
    Nuestra alegría es saber que eres
    nuestro Padre y Madre entrañable.
    Y llenos de esa felicidad de sentirnos hijos tuyos
    te bendecimos entonando este himno de alabanza.

    Memorial de la Cena del Señor

    Sabemos, Padre Dios, porque así te retrató tu hijo Jesús,
    en su parábola del padre bueno,
    que estás siempre al borde del camino,
    esperando con los brazos abiertos nuestro regreso a casa.
    Y que al igual que Tú,
    hemos de sembrar tu amor y tu continuo perdón,
    amando y perdonando a todos generosamente.
    Nos enseñó Jesús con sus palabras y hechos
    a querer lo mejor para todos
    y ayudar a quien más nos necesite.
    Insistió en el perdón entre nosotros,
    porque eso era imprescindible y previo a la oración,
    y nos dio ejemplo al buscar excusas
    y perdonar a los que le crucificaban.

    Invocación al Espíritu de Dios

    Sabemos, Dios todo Amor,
    que nuestros egoísmos no despiertan tu ira,
    pero sí causan desgracia y tristeza en nuestros hermanos.
    Somos ruines y tacaños
    al regatear el perdón a nuestros prójimos.
    Por eso te rogamos, Padre de la generosidad,
    que nos comuniques tu Espíritu, hasta que nos rebose,
    y así manifestar con nuestras obras tu amor y tu bondad.
    Queremos parecernos a Ti, Padre de todos,
    Nos proponemos perdonar, sin resentimientos ni rencor,
    y repartir a manos llenas el amor que Tú nos has dado.
    Te rogamos por las iglesias cristianas,
    para que sean modelos de convivencia fraterna.
    Y te agradecemos que hayas acogido en tu compañía
    a los amigos y familiares
    que se nos han adelantado en el camino hacia Ti.
    Unidos todos nosotros y con tu Hijo Jesús
    en esta comida de hermandad,
    queremos brindar en tu honor ahora
    y todos los días de nuestra vida.
    AMÉN.

    LA COMUNIDAD CRISTIANA

    Mt 18, 15-20
    Aunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de las comunidades cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores. Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
    Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos.
    Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.
    Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva.
    Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.
    Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.
    El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.
    Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente. Los decretos de reformas, necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.

    José Antonio Pagola