miércoles, 28 de enero de 2015

PREDICAR CON EL EJEMPLO

Mc 1, 21-28
En la primera lectura, Moisés, después de convencer a los israelitas de que Dios les hablaba desde la tormenta con voz de trueno, promete que no va a meterles más miedo. Pero eso solo será posible si prometen hacerle caso a él y a los profetas. Les habla de una figura de profeta que liberaría de verdad al pueblo. Los primeros cristianos vieron en Jesús a ese profeta. Era la figura anunciada y esperada por el pueblo. Esa identificación garantiza que las palabras de Jesús son las palabras de Dios. Esta es la clave para interpretar todo el evangelio de Marcos. Hablará con la autoridad propia del mismo Dios. Sus palabras tendrán la fuerza creadora y sus acciones serán liberadoras como las acciones del mismo Dios.
Pablo, con una visión de Dios muy cercana a la del "Jupiter tonante" del Sinaí, llega a la conclusión de que preocuparse del marido, o de la mujer o de los hijos, es alejarse de Dios. El Dios de Jesús es muy distinto. El mensaje de Jesús nos dice que a Dios solo se puede ir a través del hombre. Buscar a Dios prescindiendo del prójimo es idolatría. Creer que el tiempo dedicado a las personas es tiempo negado a Dios es una trampa.
Primer día de actividad de Jesús. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo que había sido tergiversada por una interpretación opresora de la Ley. Por dos veces en el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. Se habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor, el espíritu inmundo. La clave es que Jesús libera, cuando habla y cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación, en dos direcciones: de la fuerza del mal y de la fuerza opresora de la Ley, explicada de una manera alienante por los fariseos y letrados (no como los letrados). La intención de Marcos es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es Jesús? Todo lo que sigue en este evangelio, será la respuesta.
Enseñaba como quien tiene autoridad. Hoy la palabra clave es "exousia". No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Lo primero que deberíamos hacer es distinguirlo de "dynamis". Esta distinción es relativamente fácil: "Dynamis" sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. "Exousía" sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en un ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. Otra característica de la "exousía" es que la persona la puede tener por sí misma o recibirla de otro que se la otorga.
¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa "autoridad"? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios "Todopoderoso" que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.
Jesús enseñaba con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús, (y los letrados de todos los tiempos) enseñaban lo que habían aprendido en las Escrituras. De todas ellas tenían un conocimiento perfecto, y tenían explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los preceptos, era que le dieran gloria a Él, no al ser humano.
Lo que dejó atónitos a los oyentes de Jesús fue el ver que su enseñanza no era así, sino que hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica, responden al mismo planteamiento.
Cállate y sal de él. La expulsión del "espíritu inmundo" refleja desde el principio, el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal. "Mal" es toda clase de esclavitud que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del "exorcismo", que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación. Lo que acaban de ver les suscita la pregunta: ¿Qué es esto? El evangelio de Marcos es la respuesta a esta pregunta.
Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después trasmitimos como papagayos. Eso no funciona. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial.
Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Fijaros hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inmundo. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. Una de las tareas más acuciantes del ser humano, es descubrir sus propios demonios; porque solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de superarla.
Una importante tarea en esta celebración sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que debiéramos ser. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que tratan por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar libremente su plena humanidad.
Nuestra vida debería ser un acopio de autoridad para ayudar al hombre al liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó Jesús sino la que nos permite creernos superiores a los demás. Si utilizamos esa autoridad para someterlos a nuestro capricho, aunque sea bajo pretexto de hacer la voluntad de Dios o de buscar el bien de los demás, estamos en la antípoda del evangelio.
Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestras limitaciones, y todos podemos ayudar a los demás a superarlas. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero deberíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Un mismo dolor puede causar una escala increíblemente amplia de sufrimiento. Soportar el dolor sin que alcance la categoría de sufrimiento, sería la tarea decisiva de cada ser humano. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de ayuda a los demás. Estoy seguro que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

miércoles, 21 de enero de 2015

Según Juan el pecado es la opresión, del opresor y del que se deja oprimir

Jn 1, 35-42
El evangelio de Juan es un escrito esotérico, críptico, cifrado, que dice mucho más de lo que aparentemente dice. En los versículos anteriores, acaba de presentar a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo e Hijo de Dios. En lo que hemos leído, sigue poniendo en boca de los distintos personajes otros títulos de Jesús: Rabí, Mesías. En los que siguen y no hemos leído, se refiere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Por fin, el mismo Jesús habla del Hijo de Hombre. Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de una comunidad de finales del s. I.
Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia. No viene a impedir que se cometa, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona. En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Jesús exige una actitud beligerante contra el opresor y contra la pasividad del oprimido que permite su anulación como persona.
La frase del Bautista, no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que pensar en un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba. Nos está indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. "El que viene detrás de mí..."
Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. "Seguirle" es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. "Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo" (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir.
¿Qué buscáis? La verdadera relación no puede comenzar hasta que Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta: ¿Dónde vives?, aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la vida, en la esfera de lo divino.
No le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental que todo cristiano debería de hacerse. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús.
Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: "Vieron dónde (cómo) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él" (como él). No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.
Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal de hombre. Son modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús.
Lo que vieron es tan importante, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo, hablándole del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones nos están diciendo como se fue formando la nueva comunidad.
Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza.
En la Biblia se describen, de una manera aparatosa, distintas vocaciones de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no cómo actúa Dios sino cómo respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos, Buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran. Inmediatamente comunican a los demás su descubrimiento.
Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello. Alcanzamos plenitud en la medida que despliego mi verdadera humanidad.
El haber restringido la "vocación" a la vida sacerdotal o religiosa es un reduccionismo inaceptable. Cuando definimos alegremente el camino de los clérigos o religiosos como "camino de perfección" estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los "consagrados" constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados "santos". Algo no funciona.
Esta manera de valorar al ser humano tiene que cambiar radicalmente. El único baremo para calibrar a un hombre es el grado de humanidad. Hemos colocado en los altares a personas que fueron completamente inhumanas. Eso sí, llegaron al séptimo cielo y para mayor inri, fueron capaces de hacer milagros. La verdadera humanidad solo se potencia por las relaciones humanas. El marco privilegiado de las relaciones humanas es la familia. Si seguimos pensando que unos padres que tienen que preocuparse de la familia están en peores condiciones que un clérigo para desplegar su humanidad, quiere decir que algo fundamental está fallando en nuestra manera de valorar al hombre.
Fray Marcos

lunes, 12 de enero de 2015

Francisco, un verdadero discípulo de Jesús

En varias partes del mundo, pero principalmente en Italia entre cardenales y personas de la Curia, y también entre grupos laicos conservadores, se está articulando una dura resistencia y demolición de la figura del Papa Francisco. Escondiéndose detrás de un escritor laico famoso, convertido, Vittorio Messori, muestran su malestar.
Así que he leído con tristeza un artículo de Vittorio Messori en el Corriere della Sera de Milán con el título: “Las opciones de Francisco: dudas sobre el rumbo del Papa Francisco” (24/12-2014). Esperó a la víspera de Navidad para tocar más profundamente al Papa. Lo que le critica es especialmente su “imprevisibilidad que sigue perturbando la tranquilidad del católico medio”. El admira la perspectiva linear “del amado Joseph Ratzinger” y bajo palabras piadosas instila insidiosamente mucho veneno. Y lo hace, como confiesa, en nombre de muchos que no tienen el valor de exponerse.
Quiero proponer un contrapunto a las dudas de Messori. Este no percibe los nuevos signos de los tiempos traídos por Francisco de Roma. Además demuestra tres insuficiencias: dos de naturaleza teológica y una de interpretación de la relevancia de la Iglesia en el Tercer Mundo.
Messori se ha escandalizado de la “imprevisibilidad” de este pastor porque “sigue perturbando la tranquilidad del católico medio”. Es necesario preguntarse por la calidad de la fe de este “católico medio”, que tiene dificultad en aceptar a un pastor que tiene olor a oveja y anuncia “la alegría del Evangelio”. Son, en general, católicos culturales habituados a la figura faraónica de un Papa con todos los símbolos de poder de los emperadores romanos paganos.
Ahora aparece un Papa “franciscano” que da centralidad a los pobres, que no “viste Prada", que crítica valientemente el sistema que produce miseria en gran parte del mundo, que abre la Iglesia a todos los seres humanos, sin juzgarlos y acogiéndolos en el espíritu que él llamó “revolución de la ternura”, hablando a los obispos latinoamericanos.
Hay un gran vacío en el pensamiento de Messori. Estas son las dos insuficiencias teológicas: la casi ausencia del Espíritu Santo y el cristomonismo, es decir, que sólo Cristo cuenta. No hay propiamente un lugar para el Espíritu Santo. Todo en la Iglesia se resuelve únicamente con Cristo, cosa que no corresponde a lo que enseñó Jesús. ¿Por qué digo esto? Porque lo que Messori lamenta en la acción pastoral del Papa es la "imprevisibilidad". Pues bien, esta es la característica del Espíritu, como lo afirma San Juan: "El Espíritu sopla donde quiere, escuchas su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va" (3,8). Su naturaleza es la irrupción imprevista.
Messori es rehén de una visión lineal, propia de su "amado Joseph Ratzinger” y de otros papas anteriores. Por desgracia, fue esta visión lineal la que ha hecho de la Iglesia una fortaleza, incapaz de comprender la complejidad del mundo moderno, aislada en medio de las otras Iglesias y los otros caminos espirituales, sin dialogar y aprender de los demás, iluminados también por el Espíritu. Significa blasfemar contra el Espíritu Santo pensar que los otros solo piensan errores. Por eso, es sumamente importante una Iglesia abierta como la quiere el Papa Francisco para percibir las irrupciones del Espíritu en la historia. No sin razón algunos teólogos le llaman “la fantasía de Dios”, a causa de su creatividad y novedad para la historia y para la Iglesia.
Sin el Espíritu Santo, la Iglesia se convertiría en una institución pesada y sin creatividad. En el fondo, tendría poco que decir al mundo, a no ser doctrinas sobre doctrinas, sin llevar a un encuentro vivo con Cristo y sin suscitar esperanza y alegría de vivir. 
Es un don del Espíritu Santo que este Papa haya venido de fuera de la vieja y cansada cristiandad europea. No aparece como un teólogo sutil, sino como un pastor que realiza el mandato que Jesús pidió a Pedro: "Confirma a los hermanos y hermanas en la fe" (Lc 22,31). Francisco trae consigo la experiencia de las Iglesias del Tercer Mundo, particularmente de América Latina.
Hay otra insuficiencia en el pensamiento de Messori: no valorar el hecho de que hoy por hoy el cristianismo es una religión del Tercer Mundo, como ha repetido tantas veces el teólogo alemán J. B. Metz. En Europa los católicos no llegan al 25% mientras que en el Tercer Mundo son casi el 73% y en América Latina cerca del 49%.
¿Por qué no aceptar la novedad que se deriva de estas Iglesias, que ya no son Iglesias-espejo de las viejas Iglesias europeas, sino Iglesias–fuente con sus mártires, confesores y teólogos?
Podemos imaginar que en un futuro, no muy distante, la sede del primado no será ya Roma con la Curia, con todas sus contradicciones recientemente denunciadas por el Papa Francisco con palabras valientes solamente oídas por boca de Lutero y en mi libro Iglesia, carisma y poder (1984), que leído en la óptica de hoy es más bien inocente que crítico. Tendría sentido que la sede principal estuviera allí donde se encuentra la mayoría de los católicos, que está en América Latina, Asia y África. Sería seguramente una señal inequívoca de la verdadera catolicidad de la Iglesia dentro de la nueva fase globalizada de la humanidad.
Esperaba sinceramente una mayor inteligencia de fe y más apertura de Vittorio Messori, con sus méritos de católico, fiel a un tipo de Iglesia y renombrado escritor. Este Papa Francisco ha traído esperanza y aire fresco a muchos católicos y a otros cristianos que están orgullosos de él.

Leonardo Boff

jueves, 8 de enero de 2015

Por el BAUTISMO estamos llamados a una nueva vida

Cuando se acercó al Jordán, Jesús se encontró con un espectáculo conmovedor: gentes venidas de todas partes se hacían bautizar por Juan, confesando sus pecados e invocando el perdón de Dios.
No había entre aquella muchedumbre sacerdotes del templo ni escribas de Jerusalén. La mayoría era gente de las aldeas; también se ven entre ellos prostitutas, recaudadores y personas de conducta sospechosa. Se respira una actitud de «conversión».
La purificación en las aguas vivas del Jordán significa el paso del desierto a la tierra que Dios les ofrece de nuevo para disfrutarla de manera más digna y justa.
En el Jordán se está iniciando la «restauración» de Israel. Los bautizados vuelven a sus casas para vivir de manera nueva, como miembros de un pueblo renovado, preparado para acoger la llegada ya inminente de Dios.
Jesús se acercó al Bautista, escuchó su llamada a la conversión y se hizo bautizar por él en las aguas del río Jordán. El hecho ocurrió en torno al año 28. Para Jesús es un momento decisivo, pues significa un giro total en su vida. Aquel joven artesano oriundo de una pequeña aldea de Galilea no vuelve ya a Nazaret. En adelante se dedicará en cuerpo y alma a una tarea de carácter profético.
Le atrae la idea de preparar al pueblo para el encuentro con su Dios. Esta esperanza, recogida inicialmente del Bautista, será su objetivo principal cuando, dentro ya de un horizonte nuevo, se dedique a hacerla realidad sobre todo entre los más desgraciados: llamar al pueblo para acoger a su Dios, despertar la esperanza en los corazones, trabajar por la restauración de Israel, buscar una convivencia más justa y más fiel a la Alianza... Probablemente Jesús iba perfilando ya, en el desierto del Jordán, las grandes líneas de su misión.
Cuando, en medio del silencio del desierto, se acallan de noche los gritos del Bautista y no se oye el rumor de la confesión de los pecados de quienes se sumergen en el Jordán, Jesús escucha la voz de Dios, que lo llama a una misión nueva.

domingo, 4 de enero de 2015

JESUS TRAJO UNA FORMA NUEVA DE RELACIÓN CON DIOS

Lc 2, 22-40
La religión de Israel imponía muchos ritos y obligaciones a sus fieles, nada menos que 613, que José y María quisieron cumplir con absoluta fidelidad y sinceridad, pero que no pocas eran absurdas y sin sentido, como que el parto y la menstruación de la mujer eran algo impuro y por eso tenían que purificarse. Hoy sabemos que son algo totalmente normal y natural, propio de la naturaleza que Dios ha creado. Era la forma de entender entonces la fidelidad a Dios.
José y María eran buena gente y querían cumplir fielmente todo lo mandado, pero muchas veces las religiones mandan a sus fieles hacer y cumplir cosas que no tiene sentido e incluso son irracionales. Esto produce resistencia y rechazo de la religión en ambientes que piensan un poco, lo que los aleja de Dios, de la fe y de la Iglesia. Y lo peor es que venga detrás el alejamiento de Jesucristo y el compromiso con su mensaje, y esto sí es grave, porque es de suma importancia para el bien de la humanidad.
El mensaje de Jesús no es ninguna religión. El mensaje de Jesús es amor, fraternidad, justicia, igualdad, solidaridad, vida, dignidad, paz, esperanza, sentido profundo de la existencia; compromiso con lo débil, lo pobre, lo marginado, lo mal tratado, lo despreciado...
En esa religión tan leguleya de Israel fue educado Jesús, pero enseguida se dio cuenta de que la fidelidad a Dios iba por otro camino, que era la fidelidad al hombre. Por eso Jesús se desvió de tanta letra y precepto legal de la religión judía, para presentar una forma totalmente nueva de relación con Dios a través de la relación con el ser humano, presentando la justicia, la misericordia y la lealtad como lo más importante (Mateo 23,23).
Esta opción nueva de entender la relación con Dios y con el hombre le llevó a enfrentarse con los fariseos, leguleyos y ritualistas, que llegaron a ver en él a un enemigo declarado porque rompía con los ritos, las costumbres y rutinas judías, que imponían grandes cargas a la gente en vez de facilitarle vivir con dignidad.
Desde la lectura del Evangelio resulta admirable comprobar cómo Jesús rompió con todo aquello que se consideraba sagrado o intocable, pero que lejos de liberar oprimía, y por eso presenta una forma completamente nueva de entender la relación con Dios, que es rescatar, liberar, sanar, salvar, facilitar la vida de la gente y de cada persona, hasta el punto que para Jesús solo es verdadera relación con Dios la que pasa a través de la relación con el hombre: el bien que se hace a este es camino de vida, y el mal que se le hace es camino de muerte.

Faustino Vilabrille

viernes, 2 de enero de 2015

A DIOS LO VEMOS EN TODA LA CREACIÓN

Domingo II de Navidad
4 enero 2015


Evangelio de Juan 1, 1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. 
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. 
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la recibió. 
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. 
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. 
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: 
¾ Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”.
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

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VER A DIOS EN TODO


En estos días en que la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús, la liturgia propone reiteradamente la lectura de este “Prólogo” del cuarto evangelio. Como si, frente al riesgo de quedarnos en las figuras del nacimiento, quisiera invitar a que miremos más allá, hasta ver a Jesús “en el seno del Padre”.
De ese modo, nos introduce en una paradoja admirable: A Dios nadie lo ha visto jamás” y, sin embargo, se le ve en ese bebé.
En esa paradoja, se encierra el Misterio de lo Real: lo invisible y lo visible no son sino las dos caras de la única Realidad, que es no-dual. Ni nuestros sentidos ni nuestros órganos neurobiológicos pueden acceder a lo invisible; sin embargo, se hace manifiesto en todo lo que percibimos. 
Tal como afirma algún físico moderno, en el corazón de la materia se esconde la consciencia. Algo similar se tendría que afirmar desde la mejor teología cristiana: no hay nada donde no se vea a Dios

En una ocasión, una maestra de infantil pidió a los niños y niñas que dibujaran lo que quisieran. Cada cual se puso a la tarea, mientras la maestra iba recorriendo la sala y observando lo que hacían. Al llegar a una niña, le preguntó: 
— Y tú, Sara, ¿qué estás dibujando? 
— Yo dibujo a Dios, señoritarespondió la niña
— Pero, Sara, si nadie sabe cómo es Dios
— Espere un poquito, señorita, que en cuanto termine mi dibujo, lo sabrán.

En su candidez, la niña tenía razón: fuera lo que fuera que dibujara, se “vería” a Dios en ello. Sin embargo –de nuevo la paradoja-, cuando pretendemos saber quién es Dios a través de nuestra mente –cuando creemos tenerlo en nuestros conceptos-, caemos en el engaño y la idolatría
Como dijera Joseph Ratzinger (el que fuera Papa Benedicto XVI), en 1969, todo intento de aprehender a Dios en conceptos humanos lleva al absurdo. En rigor, solo podemos hablar de Él cuando renunciamos a comprender y lo dejamos tranquilo”.
No se puede pensar a Dios; solo se le puede ver, en la consciencia de que Dios y nosotros somos no-dos. Todos estamos ya “en el seno del Padre”.
Por eso, una de las mayores trampas religiosas consiste en pensar a Dios como un Ente separado. Frente a eso, el “misterio de la encarnación” –la celebración de la Navidad- viene a recordarnos que no hay ni puede haber nada separado de Dios.