jueves, 30 de abril de 2015

LO QUE SUCEDE EN EL MEDITERRÁNEO NO NOS PUEDE DEJAR INDIFERENTES

Cementerio de agua y sal

Mare nostrum le llamaron los romanos cuando era el centro de una civilización que dio origen a lo que llamamos “occidente”. A sus aguas han mirado generaciones desde las costas españolas a las turcas. También ha sido escenario de batallas y guerras. Serrat le dedicó una preciosa canción cuya melodía nos viene a la cabeza con solo escuchar su nombre: Mediterráneo.
Ahora este legendario mar es un cementerio, de sueños y cadáveres. Esta pasada semana unas mil personas, en dos naufragios, han perdido la vida en sus aguas. El año pasado 3224. Duele cuando la prensa dice que mueren “sin papeles”, “inmigrantes ilegales”, “africanos”. Son mujeres, niñas, hombres, que seguramente con más miedo que otra cosa, se metieron hacinados en barcos pesqueros soñando poder vivir con dignidad al otro lado del mar. Huían de guerras, pobreza, persecución, injusticias, del ISIS… No son personas ricas, como muchas de las que murieron al hundirse el Titanic, y por eso no se harán películas sobre ellas, pero son tan humanas y dignas.
Las migraciones no son una cuestión fácil, pero no podemos dejar que sigan sucediendo estas tragedias. Como el Papa Francisco, todos debemos exigir que se tomen medidas urgentes para que no se repitan. Más allá de políticas de frontera hay que mirar a la persona y exigir que se respeten los derechos humanos, a ambos lados de las fronteras, a ambos lados del mar. Y no podemos olvidar a los muertos. Necesitamos honrarlos, recordarlos, con una oración, un recuerdo, un gesto de dolor y empatía. Son nuestros hermanos, son nuestras hermanas. 
  • Cementerio de agua y sal
  • Javier Montes s

DIOS ES COMO EL JARDINERO

  • Cuando pienso en la cercanía de Dios imagino unos brazos siempre a punto para remangarse, echar una mano y tocar la vida. Dios entra en este mundo, besa sus heridas, acompaña soledades y goza con nuestras alegrías. No le resulta ajena la vida pues conoce lo que significa ser hombre. No es un espectador sin más de la gran obra del mundo. Contempla pero también actúa. 
     
    Por esto me imagino a Dios como un jardinero y no como el señor de la tierra que se pasea y sólo se satisface con el deleite estético, ignorando lo que hace posible los olores y colores.
     
    El jardinero sueña su jardín. Se ensucia las manos preparando el terreno donde sembrará, ilusionado, las semillas que previamente ha elegido. Proyecta los espacios, los conjuntos, las combinaciones de colores y de formas. Se preocupa por sus plantas, regándolas, podándolas, buscando el lugar idóneo para ellas, potenciándolas para que den su mejor fruto. 
     
    Cuando una planta enferma, el dueño sólo encuentra en ella algo  que afea su apariencia. El jardinero, sin embargo, encuentra una oportunidad para la compasión. Busca la causa de su mal y la cuida hasta que se recupera. El jardinero conoce los ritmos y los tiempos de cada una de ellas. No las fuerza para que florezcan a la vez o para que tengan un rendimiento casi artificial. Tampoco se cansa de verlas y en cada temporada sabe encontrarles su novedad. 
     
    El jardinero sabe que su trabajo es oculto y discreto. Cuando es el tiempo de esplendor de su obra,  se sitúa en segundo plano o desaparece para que otros pongan su atención en lo que para él es lo más importante, aquello a lo que dedica su tiempo y sus esfuerzos. Sabe además que a él corresponde mancharse las manos, pincharse con las espinas, llenarse de barro, aguantar encorvado las horas de frío o de sol. 
     
    Cuando sus plantas no siguen adelante es él quien se lleva las decepciones, sufriendo el hueco que dejan. Podrá sustituirla por otra, pero no será la misma. Sabe, por tanto, que en su labor es imprescindible la paciencia, que por mucho que cuide sus plantas, no puede controlarlo todo. Él solo puede dar lo que tiene, velar por su crecimiento y protegerlas. 
     
    Así imagino a Dios con las personas. Nos sueña y acompaña, se alegra y sufre, nos cuida y sabe respetar el libre caminar. Y, aunque a veces le demos la espalda, siempre nos espera con sus paternales brazos abiertos.
     
  • Oscar Cala sj

domingo, 19 de abril de 2015

ESPIRITUALIDAD. OTRA CHARLA

Esta charla fue dada por el Teólogo José Arregi, aquí el link

http://feadulta.com/es/effa/90-secc1cat/2595-secc1col5.html

jueves, 16 de abril de 2015

HACER PRESENTE A JESUS EN NOSOTROS

Lc 24, 35-47
Seguimos en tiempo pascual. El tema de este domingo sigue siendo Jesús que vive y da Vida. Esa nueva Vida queda reflejada en las tres lecturas de hoy como conversión y perdón. El pecado es la única muerte a la que debíamos tener miedo, porque es la única realidad que aniquila la verdadera Vida. Pero  pecado es siempre hacer daño a los demás o hacerse daño a sí mismo. Sólo cuando hay injusticia y opresión podemos decir con propiedad que hay pecado. Si hay pecado, hay muerte y por tanto, falta de Vida.
Hoy todos estamos de acuerdo en que Jesús no volvió a la vida biológica; por lo tanto lo que pasó en Jesús después de su muerte no puede ser objeto de la ciencia ni de la historia. Una realidad no puede ser a la vez material y espiritual. Si Jesús recuperó su cuerpo, necesariamente tiene que estar en el tiempo y en un lugar. Si decimos que su cuerpo es espiritual (Pablo), estamos afirmando que no hay cuerpo. Si no es cuerpo, no se puede constatar por los sentidos y no puede caer dentro del ámbito de lo histórico, pero los efectos que produjo en sus seguidores, sí pueden ser constatados por la historia. Solo a través de esos efectos podemos enterarnos  de que Jesús sigue vivo y está dando Vida.
Recordemos que Lc y Jn son los últimos en escribir sus evangelios y nos trasmiten relatos muy elaborados teológicamente. En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) "dejarse ver". Es éste un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse, pero no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de traducir esa palabreja, basta tener en cuenta que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15 para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim 3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra es empleada para decirnos que Moisés y Elías se "aparecieron" junto a Jesús. Designar también las lenguas de fuego que "aparecieron" sobre los apóstoles.
En los relatos más tardíos, se tiende a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mt se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede constatar por los sentidos.
En el evangelio de Lc todas las apariciones y la subida al cielo, tienen lugar en el mismo día. En el episodio que hemos leído, Jesús aparece a los once y a tos los demás, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la primitiva iglesia, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.
Llenos de miedo. No tiene mucha lógica el terror manifestado, si tenemos en cuenta que los discípulos ya habían recibido el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío por parte de Pedro, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no relata. En ese mismo momento en que aparece Jesús, los de Emaús les estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todos, siguen teniendo miedo, quiere decir que no fue fácil comprender que la Vida puede vencer a la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra, no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. Es curioso, en Jn, los discípulos reunidos tienen miedo de los judíos; en Lc, tienen miedo del mismo Jesús que se les aparece.
"Creían ver un fantasma". El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso Magdalena pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros". ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.
Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en la materialidad de lo narrado. No se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir, aunque al empaquetarlo en una narración, tenemos el peligro de quedarnos en el cuento. No les importa la falta de lógica del relato.
Así estaba escrito. Lc insiste en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y reivindica al humillado. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. Al insistir en que la Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo está bajo el control de Dios.
Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación literal. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no caen en la tentación de creer que es la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos como antes. Está con ellos, come con ellos se relaciona con ellos, pero no de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.
También el encargo de predicar la buena noticia se apoya en las Escrituras. La buena nueva es la conversión y el perdón. Las otras dos lecturas de este domingo apuntan en esta dirección. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar antes que oprimir a nadie, es la señal de que el pecado está superado. La buena noticia de Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a todos. En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. "arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados"; y Juan: "Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él".
Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lc y Jn. En Jn, sopla sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es sólo aparente, porque el Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros, cuando lo descubrimos, y vivimos su presencia.
La epístola de Jn tiene que hacernos reflexionar. Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso. Está claro que no habla de un conocimiento teórico, sino de una identificación con él. Una erudición exhaustiva sobre la figura de Jesús, no garantiza una vida cristiana. Aceptar con escrupulosidad todos los dogmas, no dará seguridad ninguna de verdadera salvación en Jesús. No se trata de conocer mejor a Jesús, sino de nacer a la Vida que él vivió y desplegarla con la mayor intensidad posible.

Meditación-contemplación
Jesús se hace presente en medio de la comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los primero seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir hoy,
si queremos ser de verdad sus discípulos.
...................
No debemos esperar que Jesús se vaya a aparecer visiblemente.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle presente.
El objetivo de la vida humana de Jesús,
fue hacer presente a Dios en este mundo.
....................
Hacer presente a Jesús es hacer presente a Dios.
Puesto que Dios es amor, solo con amor se le puede manifestar.
Cada vez que ayudamos, de cualquier forma, a otra persona,
estamos haciendo presente a Dios.
...................

Fray Marcos

miércoles, 15 de abril de 2015


José Antonio Pagola presenta "Grupos de Jesús" (PPC)

Debe "reaccionar" ante "un cambio social sin precedentes"

Pagola: "La Iglesia tiene una actitud excesivamente pasiva, necesita un cambio radical"

El teólogo vasco presentó en Burgos su libro Grupos de Jesús (PPC)

Redacción, 08 de abril de 2015 a las 09:50
 En su opinión, el camino de futuro para la Iglesia no parte de las instituciones ni de "decretos reformistas" sino de los "pequeños núcleos" de cada parroquia a los que llama a "volver a Jesús"
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José Antonio Pagola

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Pagola en las XIX Jornadas Nacionales de Humanización de la Salud

  • José Antonio Pagola
  • José Antonio Pagola
  • Pagola en las XIX Jornadas Nacionales de Humanización de la Salud
El teólogo y escritor José Antonio Pagolapresentó ayer en el Museo de la Evolución Humana de Burgos su libro Grupos de Jesús, en el que aboga por la evolución de la Iglesia que, en su opinión, necesita un "cambio radical".
En declaraciones a los periodistas, Pagola sostuvo que en la actualidad se está viviendo un "cambio social sin precedentes" ante el que la Iglesia tiene una actitud "excesivamente pasiva" y debe "reaccionar".
En este sentido, quien fuera vicario general del obispo de Donostia José María Setién subrayó, que el papa Francisco puede realizar "cambios profundos" en las estructuras de la Iglesia pero consideró que la evolución debe surgir de las parroquias donde la "fe está estancada".
En su opinión, el camino de futuro para la Iglesia no parte de las instituciones ni de "decretos reformistas" sino de los "pequeños núcleos" de cada parroquia a los que llama a "volver a Jesús" y ofrece propuestas concretas en su libro y página web, www.gruposdejesus.com.
El recorrido propuesto por Pagola persigue ayudar a conocer mejor a Jesús y arraigar su mensaje a través de cuarenta temas en siete etapas que profundizan en el Evangelio y que, a través de Internet, permite una participación abierta entre todos los grupos.
El deseo expresado por el sacerdote guipuzcoano en defensa de la labor de las parroquias no coincide en Gipuzkoa con un periodo de plena comunión. Se cumple ahora un mes del documento hecho público por el grupo Eutsi Berrituz, en el que acusaban al Obispo José Ignacio Munilla de mostrar una "grave incapacidad para crear comunión eclesial y aunar los esfuerzos necesarios para una acción pastoral eficaz".
En un escrito dirigido a los feligreses de Gipuzkoa, con motivo de los cinco años de ministerio episcopal del obispo, el grupo diocesano censuró que Munilla "intenta presentarse como hombre de diálogo", pero el balance de su gestión no apunta precisamente en esa dirección.
Los firmantes advertían de que, de prolongarse esa situación, se irá incrementando la disgregación de las comunidades cristianas e igualmente continuará "desfondándose, cada vez más, la actividad de la diócesis". Para el grupo cristiano se ha ahondado la discrepancia eclesial, condicionando así en buena medida la misión pastoral y evangelizadora de los organismos diocesanos, arciprestazgos y parroquias.
(RD/Agencias)

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LO QUE TENGO DEBO ADMINISTRARLO BIEN Y CON GENEROSIDAD

La homilía del Papa Francisco

(RV).- Una comunidad renacida en el Espíritu Santo busca la armonía y es paciente en los sufrimientos. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Además, el Santo Padre advirtió asimismo que los cristianos no deben acumular riquezas, sino ponerlas al servicio de quien tiente necesidad, tal como hacía la primera comunidad guiada por los Apóstoles.
¿Qué frutos aporta el Espíritu Santo a una comunidad? En su homilía Francisco se detuvo en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que describe la vida de la primera comunidad cristiana.
Armonía y bien común, signos de una comunidad renacida
El Papa Bergoglio destacó los dos signos del "renacimiento en una comunidad". Y dijo que el primero es la armonía:
"La comunidad renacida o de aquellos que renacen en el Espíritu tiene esta gracia de la unidad, de la armonía. El único que puede darnos la armonía es el Espíritu Santo, porque también él es la armonía entre el Padre y el Hijo, es el don que hace la armonía. El segundo signo es el bien común, o sea: ‘En efecto ninguno entre ellos estaba necesitado, ninguno consideraba de su propiedad aquello que les pertenecía, estaba al servicio de la comunidad. Sí, algunos eran ricos, pero al servicio. Estos son los dos signos de una comunidad que vive en el Espíritu".
Éste - destacó el Papa - es un pasaje "curioso", porque "inmediatamente después comienzan" los problemas en el seno de la comunidad, como por ejemplo, el ingreso de Ananías y Safira que tratan de "estafar a la comunidad":
"Estos son los patrones de los benefactores que se acercan a la Iglesia, entran para ayudarla y para usar a la Iglesia para sus propias especulaciones, ¿no? Después están las persecuciones que fueron anunciadas por Jesús. La última de las bienaventuranzas de Mateo: ‘Bienaventurados cuando los insulten, y los persigan a causa mía... Alégrense'. Y se leen tantas persecuciones de esta comunidad así. Jesús promete esto, promete tantas cosas bellas, la paz, la abundancia: ‘Tendrán cien veces más con las persecuciones'".
En la "primera comunidad renacida del Espíritu Santo - recordó Francisco - sucede esto: la pobreza, el bien común, pero también los problemas, adentro y afuera". Problemas adentro, como "aquella pareja de especuladores, y afuera, con las persecuciones". Pero Pedro dice a la comunidad que no se sorprenda por estas persecuciones, porque "el fuego purifica el oro". Y la comunidad renacida del Espíritu Santo es purificada precisamente "en medio de las dificultades y de las persecuciones".

Por lo tanto, hay un tercer signo de una comunidad renacida: "la paciencia en el soportar: soportar los problemas, soportar las dificultades, soportar las murmuraciones, las calumnias, soportar las enfermedades, soportar el dolor" de la pérdida de un propio ser querido.
La comunidad cristiana - dijo también el Santo Padre - "hace ver que ha renacido en el Espíritu Santo cuando es una comunidad que busca la armonía", no la división interna; "cuando busca la pobreza", "no la acumulación de riquezas para sí, porque las riquezas son para el servicio". Y cuando "no se enoja inmediatamente ante las dificultades o se siente ofendida", sino que es paciente como Jesús:
"En esta segunda semana de Pascua, durante la que celebramos los misterios pascuales, nos hará bien pensar en nuestras comunidades, diocesanas, parroquiales, familiares o tantas otras, y pedir la gracia de la armonía que es más que la unidad - la unidad armoniosa, la armonía, que es el don del Espíritu - y pedir la gracia de la pobreza - no de la miseria, de la pobreza: ¿Qué significa? Que si yo tengo lo que tengo, debo administrarlo bien por el bien común y con generosidad - y pedir la gracia de la paciencia, de la paciencia".
Que el Señor - concluyó diciendo el Papa - "nos haga comprender a todos que no sólo cada uno de nosotros ha recibido esta gracia en el Bautismo de renacer en el Espíritu, sino también nuestras comunidades".

miércoles, 8 de abril de 2015

Clase 7 del Curso de Espiritualidad

http://youtu.be/ui2btqnjVXg

LA CATEQUESIS DE LA RESURRECIÓN

Jn 20, 19-31
A juzgar por los elementos que contiene, nos hallamos ante una catequesis "completa" sobre la resurrección. Una catequesis que tiene como destinatarios –el evangelio de Juan se escribe en torno al año 100- a los discípulos de la "segunda generación".
¿Por qué a no pocos cristianos les cuesta aceptar que se trate de una catequesis? Los motivos pueden ser varios: por un lado, venimos de una tradición que ha entendido estos relatos en una tal literalidad, que resulta difícil abandonarla; por otro, nuestra imaginación –con ayuda también de pintores y predicadores- "creó" la escena, y eso nos hace pensar que lo imaginado tiene que ser real; por otro todavía, nuestra mente exige una prueba "tangible" –como el apóstol Tomás en este relato-, sin percibir que se trata de un ámbito al que la mente nunca puede tener acceso.
Por todo ello puede resultar difícil reconocer que este relato sea una escenificación catequética, a través de la cual, el autor del evangelio quiera comunicarnos la experienciade los primeros testigos, el mensaje que encierra la resurrección y la invitación a "creer sin ver". De no ser así, ¿cómo se explicaría que un hecho tan contundente no haya sido narrado por los otros evangelistas?
Todo apunta a que la escena de Tomás es un añadido posterior, que tenía como objeto señalar la igualdad básica de la fe de la comunidad actual con aquella de los primeros discípulos. El centro de la narración se encuentra justamente en la bienaventuranza con que concluye: "Dichosos los que crean sin haber visto".
¿Por qué entonces la insistencia en los agujeros de los clavos en las manos y de la lanza en el costado? Sin duda, es el modo portentoso de señalar que nos hacen falta pruebas físicas para creer en el resucitado. De hecho, en ningún momento se dice que Tomás accediera a tocar las heridas.
En realidad, se trata de una invitación a la fe, que se expresa en la confesión final: "¡Señor mío y Dios mío!". Por eso, los destinatarios del relato son precisamente "los que crean sin haber visto", a quienes se les llama "dichosos". Pero no se entiende la fe como "creencia" o adhesión mental, sino como "mirada profunda" –más allá de la mente: más allá de los agujeros de los clavos y de la lanza- que nos permite "ver" de otro modo.
La conclusión del texto que hoy comentamos sería el final original del evangelio, en el que se deja en claro la finalidad del escrito. Encontramos en él temas muy queridos para el autor: "creer", "tener vida", "Hijo de Dios".
El objetivo del autor no es ofrecer una crónica periodística, sino un testimonio de fe en Jesús, y busca promover esa misma fe que es vida para quien la acoge.
"Vida" es el término que mejor parece expresar, para este evangelio, el don de Jesús. En realidad, incluye todo; por ello, es un nombre adecuado también para referirse a "Lo que es", a lo que constituye el núcleo último de todo y nuestra identidad más profunda.

Enrique Martínez Lozano
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sábado, 4 de abril de 2015

SEMANA SANTA

La gran metáfora
Leonardo Boff.

Para los cristianos la Semana Santa es la gran semana en la que se celebra la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Estos tres hechos son momentos de un único proceso, llamado «misterio pascual», misterio del paso (pascua en el lenguaje bíblico) de la vida a la muerte y de la muerte a la resurrección. O, también, del paso de la cautividad egipcia a liberación del pueblo en el desierto y a la conquista de la tierra prometida.

Hegel cuando era un joven estudiante de teología en Tübingen (fue primero teólogo, igual que Heidegger) en su Stift (seminario), un viernes santo tuvo una iluminación que modificó toda su vida y que está en la raíz de su filosofía. Lo llamó «viernes santo teórico». Vio la unidad del proceso de la naturaleza y de la historia que pasa por la vida, por la muerte y por la transfiguración, como en el misterio pascual cristiano. Llamó a esto dialéctica.

Si reparamos bien, la semana santa, más allá de su carácter religioso, representa una gran metáfora. Todo en el universo, en los procesos biológicos, humanos y biográficos se estructura en forma de dialéctica. El primer momento es la tranquila serenidad y paz infinita de aquel puntito casi infinito de 
dónde venimos. De repente, sin que sepamos por qué, explota. Produce un caos inconmensurable. La evolución del universo es el proceso de crear orden en el caos. Cada ser vivo nace, se desarrolla, muere y se transfigura en el Todo. Las sociedades pasan por crisis. Las estrellas-guía ya no responden a los nuevos desafíos. Se produce un proceso de disolución. Cuando se define otra forma de organización social emerge un nuevo orden con otro sentido de ser.

El ser humano vive su compromiso existencial sereno y tranquilo. Y he aquí que irrumpe la crisis y todo se hunde. Se purifica, madura y crea otro orden vital. Éste a su vez, lentamente, también se desestabiliza y solamente recupera la serenidad cuando elabora otro sentido de vida o pasa para otra dimensión más allá de la muerte. En todo este proceso dialéctico hay una experiencia de vida, de muerte y de transfiguración; de orden, desorden y nuevo orden; de tesis, antítesis y síntesis. La complejidad, según E. Morin, se estructura en esta dialéctica.

Según esta visión dialéctica, la persona no fue creada para conocer un final en la muerte, sino para transfigurarse a través de la muerte. Pasa, como dirían los alquimistas medievales, por un proceso químico y entra en un orden más alto. Los cristianos llaman a esto resurrección, que no significa la reanimación de un cadáver, sino la transfiguración completa del ser humano en comunión con el Ser. Es la dialéctica de la semilla: «si el grano de trigo cae en la tierra y no muere, se queda solo, pero si muere, dará mucho fruto», como dijo el Maestro.

Hoy la naturaleza y la humanidad viven bajo un continuo viernes santo. Hay devastación y sufrimiento en demasía. El vía crucis tiene estaciones sin fin. Nuestra esperanza es que este padecimiento se ordene a una radiante transformación, a un nuevo paradigma de convivencia en el que no sea tan difícil que tratemos a los seres de la naturaleza con compasión y a nuestros próximos con humanidad y con cuidado.

Después que Cristo resucitó, tras un clamoroso fracaso personal, ya no tenemos derecho a estar tristes ni a perder la esperanza. Del caos puede venir siempre vida nueva. La historia y la saga de Jesús nos ofrecen una señal creíble.

Pascua: las muchas travesías 

La Pascua es la fiesta central de judíos y cristianos. Para los judíos celebra --y celebrar es actualizar -- el paso de la esclavitud en Egipto a la tierra prometida, el paso a través del Mar Rojo, y el paso de masa anónima a pueblo organizado. La figura de referencia es Moisés, libertador y legislador, que nació cerca de 1250 años antes de nuestra era. Él condujo la masa hacia la libertad y la hizo pueblo de Dios.

Para los cristianos, la pascua es también paso. Tiene como figura central a Jesús de Nazaret. Celebra el paso de su muerte a la vida, de su pasión a la resurrección, del viejo Adán al nuevo Adán, de este mundo cansado al mundo nuevo en Dios.

Como en todos los pasos hay ritos, los famosos ritos de paso tan minuciosamente estudiados por los antropólogos. En todo paso existe un antes y un después. Hay una ruptura. Los que realizan el paso se transforman. El rito de paso del nacimiento, por ejemplo, celebra la ruptura de la pertenencia al mundo natural, para pasar a pertenecer al mundo cultural, representado por la imposición del nombre. El bautismo celebra el paso del mundo cultural al mundo sobrenatural, es decir, de hijo e hija de los padres a hijo e hija de Dios. El matrimonio es otro importante rito de paso: de soltero o soltera con las disponibilidades que caben a esta fase de la vida, a casado y casada, con las responsabilidades que este estado comporta. La muerte es otro gran rito de paso: se pasa del tiempo a la eternidad, de la estrechez espaciotemporal a la total apertura de lo infinito, de este mundo a Dios.

Si nos fijamos bien, toda la vida humana posee una estructura pascual. Toda ella está hecha de crisis que significan pasos y procesos de acrisolamiento y madurez. Tomando como referencia el tiempo, se verifica un paso de la infancia a la juventud, de la juventud a la edad adulta, de la edad adulta a la vejez (hoy se prefiere decir tercera edad), de la vejez a la muerte, de la muerte a la resurrección y de la resurrección a la zambullida inefable en el reino de la Trinidad, según la creencia de los cristianos.

Son verdaderas travesías con los riesgos y peligros que este fenómeno existencial implica. Hay travesías que llevan al abismo; otras llevan a la culminación. La pascua trae además una novedad, tan bien intuida por el filósofo Hegel un viernes santo en el Konvik t de Tübingen (seminario protestante) donde estudiaba. La pascua nos revela la dialéctica objetiva de lo real: la tesis, la antítesis y la síntesis. Vivir es la tesis. La muerte es la antítesis. La resurrección es la síntesis. La síntesis es un proceso de recogimiento y de rescate de todas las negatividades dentro de una positividad superior. Así que lo negativo nunca es absolutamente negativo, ni lo positivo es solamente positivo. Ambos se contienen uno al otro, encierran contradicciones y forman el juego dinámico de la vida y de la historia. Y todo termina en una síntesis superior.

Tal vez esta sea la gran contribución que la pascua judeocristiana ofrece a quienes se entristecen y se interrogan por el sentido de la vida y de la historia. La cautividad no tiene la última palabra sino la liberación; no es la muerte quien posee el sentido de las cosas sino la vida y la resurrección. Así la historia estará siempre abierta. Con razón nos decía el poeta y profeta Dom Pedro Casaldáliga: después de la síntesis final de la pascua de Cristo ya no podemos vivir tristes. Ahora la verdadera alternativa es: la vida o la resurrección.