Dice el Concilio: "En el mundo viven confundidos los cristianos y los no cristianos, nadie los distingue; sin embargo, en el corazón del cristiano hay una unción que lo hace responsable de ese mundo que tal vez los otros no pueden ver esa responsabilidad". Yo quisiera apelar esta mañana a esa vocación profética que todos ustedes tienen, hermanos. Y les quisiera decir, como cuando dije una vez: si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también; y quedaran ustedes un pueblo sin sacerdotes, cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios; cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta; siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ese único bautizado que quede en el mundo es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y de su justicia divina.
Por eso da lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. ¿Pero, qué están haciendo, bautizados, en los altos campos de la política?, ¿dónde está su bautismo?. Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado; dondequiera que hay un bautizado ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay algo en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes, no escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético.
Quienes se ríen de mí, como si yo fuera un loco creyéndome profeta, debían de reflexionar. Nunca me he creído profeta como en el sentido de único en el pueblo porque sé que ustedes y yo, el pueblo de Dios, formamos el pueblo profético, y mi papel únicamente es excitar en ese pueblo su sentido profético que no lo puedo dar yo, sino que lo ha dado el Espíritu; y cada uno de ustedes puede decir con toda verdad: "El Espíritu entró en mí desde el día de mi bautismo y me envió a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El salvador", que si hoy anda tan mal, es porque la misión profética ha fracasado en muchos bautizados. Pero, gracias a Dios, yo quiero decir también, que hay en nuestra Arquidiócesis un despertar profético en la comunidad eclesial de base, en el grupo que reflexiona la palabra de Dios, en esa conciencia crítica que se va formando en nuestro cristianismo que ya no quiere ser un cristianismo de masa, sino un cristianismo consciente de que antes de recibir el bautismo recibe una catequesis; que antes de casarse se instruye para saber a qué se compromete y para ser en realidad honor de este pueblo de Dios. Yo me alegro y quiero felicitar a la Iglesia de la Arquidiócesis en estos esfuerzos por despertar el sentido profético de nuestros cristianos. Ese carisma nunca faltará en nosotros.
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