jueves, 27 de agosto de 2015

JESÚS CREA UN ESPACIO DE LIBERTAD DONDE LO DECISIVO ES EL AMOR

Mc 7, 1-23
No sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús, rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas.
Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden tolerar: «¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?». Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón. Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear en torno suyo un «espacio de libertad» donde lo decisivo es el amor.
Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios. Sigue reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia».
El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
Los doctores hablan con veneración de «tradición de los mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.
Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.
Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer.

José Antonio Pagola

martes, 25 de agosto de 2015

DE LA RELIGION A LA ESPIRITUALIDAD



Evangelio de Marcos 7, 1-8.14-15.21-23

En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). 
(Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse ante las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús:
¾ ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?
Él les contestó:
¾ Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos»
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para ateneros a la tradición de los hombres.
En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo:
¾ Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro. 

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DE LOS LABIOS AL CORAZÓN, DE LA RELIGIÓN A LA ESPIRITUALIDAD


El conflicto de los fariseos con Jesús se centró en cuestiones relativas a la imagen de Dios, al carácter absoluto o no de las normas religiosas y descendió incluso hasta las llamadas normas de pureza.
De un modo esquemático, podría resumirse en estas contraposiciones: la gratuidad frente al mérito; el valor de la persona por encima de la ley; y el cuidado de la interioridad frente a la absolutización de las tradiciones.
En el texto que leemos hoy, Jesús trae un texto del profeta Isaías, que desnuda radicalmente cualquier pretensión de absolutismo religioso: “La doctrina que enseña son preceptos humanos”.

Las religiones han sido (son) muy reacias a reconocer algo que, sin embargo, resulta obvio: todas ellas son construcciones humanas. Nacidas a partir de la enseñanza de algún personaje especialmente carismático, a quien le fue dado “ver” más allá de lo habitual, no son otra cosa que el intento de plasmar aquellas intuiciones místicas. Dicho de un modo más amplio: toda religión es una construcción humana, con la que se trata de vehicular el anhelo espiritual que habita al ser humano y que constituye una de sus dimensiones fundamentales y, por tanto, irrenunciable. El humano es un ser habitado por un misterio mayor que él mismo. A la capacidad para reconocer esa dimensión profunda se la empieza a nombrar ahora como “inteligencia espiritual”. 
El problema surge cuando aquella construcción humana –cualquier religión- se absolutiza, hasta el punto de pretender identificarse con la verdad, presentarse como mediadora exclusiva con el Misterio y puerta de entrada obligada para acceder a lo que denomina “salvación”. Cuando ello ocurre, por decirlo en palabras del propio Jesús, los responsables religiosos ni “entran a la vida” ni dejan entrar (Mt 23,13). 
Una religión absolutizada se hace indigesta y provoca automáticamente rechazo en las personas más libres, lúcidas y abiertas, que se rebelan contra la imposición, el autoritarismo y cualquier pretensión exclusivista (y, por tanto, excluyente). Y en la medida en que las personas crecen en espíritu crítico, descubren con facilidad que, tras la fachada de solemnidad con la que suelen revestirse, se esconde la misma debilidad humana que con frecuencia ellas mismas condenan. 
Toda doctrina es humana, viene a decir Jesús, citando a Isaías. Y no puede ser de otro modo. Incluso lo que se proclama como “palabra de Dios” –por más que haya un modo “adecuado” de interpretar esa expresión- no son sino conceptos humanos elaborados en un contexto histórico y sociocultural que los condicionaron. 
La prioridad no corresponde, por tanto, a las doctrinas cuanto al corazón. Porque suele ocurrir algo que resulta llamativo: a mayor insistencia en las doctrinas, más frialdad en el corazón. Este parece ser el reproche que Jesús dirigía a los fariseos, es decir, a las personas que tienden a absolutizar la religión: se “honra a Dios con los labios” (los rezos), pero el corazón está apagado. 
La invitación a “tener el corazón cerca de Dios” podría traducirse de este modo: vivir conscientes de nuestra verdadera identidad, en conexión con lo que realmente somos –esa es la dimensión específicamente espiritual-, lo cual nos abrirá a una vivencia abierta e inclusiva, humilde y tolerante, gozosa y compasiva…, a partir de la Unidad radical en la que nos reconocemos.

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domingo, 23 de agosto de 2015

SER VERDADEROS DISCÍPULOS DE JESÚS

Jn 6, 60-69
Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica.
Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena.
Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús?
El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?
El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?
La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida.

José Antonio Pagola

EL MENSAJE DE JESUS ES EXIGENTE Y LIBERADOR

Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.
Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.
El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.
Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».
Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.
¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías...! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).
Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?
Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.
El evangelio de este domingo no está dramatizado en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil. Pero puede echarse mano de cualquiera de los que se refieren a la eucaristía, por ejemplo los referidos a la última cena (109, 110 y 111), que pueden ser tomados dehttp://radialistas.net/category/un-tal-jesus

Para la revisión de vida 
La nuestra es una fe encarnada, que nos hace descubrir a Dios no en un cielo que no sabemos bien dónde está, sino en la tierra, en la historia, en la vida de las personas; de la misma forma se ha encarnado en los ritos cultuales, aun con el peligro de que identifiquemos la fe con esos ritos. Yo, ¿encuentro realmente a Dios en la vida diaria, o mi fe me sólo me deja pensar «en otra vida»? ¿Vivo según el Espíritu que da vida, o según la letra que cumple, pero no da vida?
Para la reunión de grupo
- El evangelio de este domingo, tomado a la letra, entendido como si fuese el relato directo de un testigo que cuenta lo que vio, tiene bastantes detalles o elementos que hoy sabemos que no son históricamente ciertos. Hagamos entre todos el ejercicio crítico de detectarlos.
- Esos elementos pertenecen a un lenguaje «teológico», metafórico por tanto, no literal ni directamente histórico. Comentar esto como especialmente peculiar del evangelio de Juan, a diferencia de lo que ocurre en los evangelios «sinópticos» (Mt, Mc y Lc).
- Si se escucha este evangelio y se toma en sentido literal que Jesús tiene conciencia plena de su Divinidad, que Jesús sabía desde el principio todo lo que pasaba y quién lo iba a entregar, es decir, que no es realmente un hombre normal… resulta una imagen de Jesús que no es la que la cristología actual presenta. ¿Qué problemas de comprensión de Jesús se pueden presentar a quien entienda literalmente este evangelio? ¿Cómo entenderá la gente sencilla sin especial formación teológica este evangelio?
- Sobre la peculiaridad del estilo literario de Juan evangelista puede leerse con provecho la breve exposición de SANDERS, La figura histórica de Jesús, Verbo Divino, Estella 2000, p. 90-94.
- El texto de la segunda lectura es uno de los textos de Pablo que en la actualidad son sumamente problemáticos desde el aspecto del feminismo y de una relación social justa de género. Pedro asume ingenuamente toda la visión patriarcalista de género propia de la cultura de su época (y de tantas épocas), en la que la mujer es mirada como inferior, y por eso debe ser cuidada, atendida y protegida por el varón, que es su cabeza, al que debe respetar… Plantear primero y tratar de resolver después, las preguntas que plantea el hecho de que la misma «Palabra de Dios» vehicule una visión patriarcalista del género femenino.
Para la oración de los fieles
- Por toda la Iglesia, para que mantenga con fidelidad el mensaje recibido de Jesús y lo transmita con valentía. Oremos.
- Por todos los cristianos, para que sepamos descubrir a Dios encarnado en la historia, en la vida, en las diferentes situaciones humanas. Oremos.
- Por todos nosotros, para que nuestra reflexión sobre el evangelio vaya acompañada del deseo de cambiar nuestra vida. Oremos.
- Por todos los seguidores de Jesús, para que opten por seguirlo sinceramente con su vida, siendo conscientes de los compromisos que eso implica. Oremos.
- Por esta comunidad nuestra, para que encontremos en el evangelio una palabra de vida y la pongamos en práctica en las situaciones de cada día. Oremos.
Oración comunitaria
- Oh Dios, Padre y Madre de toda la Humanidad, que en Jesús de Nazaret nos has dado una Palabra luminosa que nos trae vida para el mundo; haz que toda la Humanidad pueda acoger la palabra que en Jesús has pronunciado para nosotros, y esté atenta también a acoger y asimilar todas las muchas palabras que en otros tiempos y en otros lugares y de muchas maneras has pronunciado para alentar la vida en el Mundo. Nosotros en concreto te lo pedimos inspirados en el Espíritu de Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano nuestro.

jueves, 13 de agosto de 2015

O SEGUIMOS A JESUS O SEGUIMOS EL CAMINO DEL EGO

Jn 6, 51-59
El evangelio del hoy, no solo es continuación del domingo pasado, sino que se repite el último versículo, para que no perdamos el hilo. Ya dijimos que todo el capítulo está concebido como un proceso de iniciación. Partiendo del pan compartido, ha ido progresando hasta la oferta definitiva de hoy. Después de esa oferta, ya no queda más alternativa: o seguir a Jesús o abandonar la empresa y seguir cada uno el camino de su ego.
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Para los judíos del tiempo de Jesús, el ser humano era un bloque monolítico, ni siquiera tenían un término para designar lo que nosotros llamamos alma sin el cuerpo y lo que nosotros llamamos cuerpo sin el alma. Hablar de carne, era hablar de la persona entera. Esa carne es su misma realidad humana, no la carne física en su materialidad. Para un judío, la idea de comer (el texto griego dice masticar) la carne de otro, era sencillamente repugnante, porque significaba que se tenía que aniquilar al otro para hacer suya la sustancia vital del otro.
Os lo aseguro: Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Jesús, en vez de intentar suavizar su propuesta, la hace aún más dura; porque si era ya inaceptable el comer la carne, fijaros qué tendría que suponer para un judío la sola idea de beber la sangre, que para ellos era la vida, propiedad exclusiva de Dios, con prohibición absoluta de comerla. Jesús les pone como condición indispensable para seguirle que coman su carne y beban su sangre. Jn insiste en que, eso que les repugna, es lo que deben hacer con Jesús. Apropiarse de su energía, hacer suya su misma vida.
Debemos tener muy en cuenta que en este capítulo se habla de sarx “carne”, pero en todas las referencias a la eucaristía de los sinópticos y de Pablo se habla de swma “cuerpo”. Para nosotros los dos términos son intercambiables, pero para la antropología judía del tiempo de Jesús, eran aspectos muy diferentes. Carne es el aspecto más bajo del hombre, lo que le pega a la tierra, la causa de todas sus limitaciones. Cuerpo, por el contrario, significa el aspecto humano que le permite establecer relaciones con los demás; sería el sujeto de acción de todos los verbos: yo, tú, él… Es la persona, el yo como posibilidad de enriquecerse o empobrecerse en sus relaciones con los demás seres humanos.
La cultura griega introdujo un concepto que no existía en la mentalidad judía. Al entender “cuerpo” como la parte física hemos traicionado el sentido y hemos tergiversado la comprensión del sacramento de la eucaristía. Para ser fieles al relato evangélico, tendríamos que traducir: “esto es mi persona, esto soy yo”. Sin olvidar, que lo esencial, no es lo que dijo, sino lo que hizo. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En esto coinciden los tres sinópticos. No se trata de un pan cualquiera, sino de un pan, tomado, eucaristizado, partido y repartido. Después de hacer eso, Jesús queda identificado con ese pan, que se parte y se reparte. Lo que dijo, solo trata de explicar lo que acaba de hacer.
Al hablar de “carne”, Jn está en otra dinámica. Trata de decirnos que lo que tenemos que hacer nuestro de Jesús es su parte más terrena, la realidad más humilde y baja de su ser. Tenemos que imitar lo que él es en la carne pero gracias al Espíritu. Sin duda está pensando en el significado más profundo de la encarnación, a la que Jn da tanta importancia.
En la concepción falseada de “cuerpo”, no hay prácticamente ninguna diferencia entre el cuerpo y la sangre, porque la sangre es también cuerpo. Pero si hacemos la distinción adecuada, resulta que son dos signos muy diferentes. El primero hace referencia a la persona en su vida normal de cada día. El segundo, sangre, hace referencia a la vida. En efecto, cuando la sangre se escapa por la herida, la vida también desaparece. Cuando Jesús dice que tenemos que comer su cuerpo y beber su sangre, está diciendo que tenemos que apropiarnos de su persona y de su vida. Toda su vida terrena, la puso al servicio de todos, y su misma muerte la convirtió en símbolo de su don absoluto y total.
Es muy frecuente que se trate de explicar estas palabras como una referencia directa a la eucaristía. Yo creo que no son estas palabras las que hacer referencia a la eucaristía, sino que estas palabras y la eucaristía, hacen referencia a una realidad superior que es la misma Vida de Dios que se le comunicó a él y se nos comunica a nosotros. La prueba de que está hablando de símbolos y no de palabras que hay que tomar al pie de la letra, está en que, unas líneas más abajo, nos dice: “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada”.
El comer y el beber son símbolos increíblemente profundos de lo que tenemos que hacer con la persona de Jesús. Tenemos que identificarnos con él, tenemos que hacer nuestra su propia Vida, tenemos que masticarlo, digerirlo, asimilarlo, apropiarnos de su sustancia. Esta es la raíz del mensaje. Su Vida tiene que pasar a ser nuestra propia Vida. Solo de esta forma haremos nuestra la misma Vida de Dios. Fijaros que lo que Jesús pretende decirles, es precisamente lo que hiere la sensibilidad de los oyentes. No se trata de la biología, ni en Jesús ni en nosotros. Se está hablando de la VIDA, la misma Vida de Dios.
Por activa y por pasiva, insiste Jesús en la necesidad de comer su carne y beber su sangre. El que come mi carne... tiene vida definitiva. Si no coméis la carne... no tendréis vida en vosotros. Si hemos comprendido de qué Vida está hablando, nos daremos cuenta de lo que significa: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Es comida y es bebida porque alimentan la verdadera Vida. La Vida verdadera no es la biológica. Esto fue difícil de aceptar para ellos, y sigue siendo inaceptable para nosotros hoy. A continuación nos lo explica un poco mejor.
La frase: "El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él", tiene una importancia decisiva. Cuando nos referimos a la eucaristía, nos fijamos en la segunda parte de la proposición, “yo recibo a Jesús y Jesús está en mí”. Casi siempre olvidamos la primera. Pero resulta que lo primero y más importante es que “yo esté en él”. De nosotros depende hacernos como Jesús, pan partido para dejar que nos coman. Estamos muy acostumbrados a considerar la “gracia” como consecuencia automática de unos ritos, sin darnos cuenta que en la vida espiritua­l no puede haber automatismos. Sin una actitud vital, Dios no puede hacer nada ni en mí ni por mí. No se trata de una imitación externa sino de una identificación.               
Como a mí me envió el Padre que vive y así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí. Una vez más hace referencia absoluta al Padre. El designio de Dios, es comunicar Vida a Jesús y comunicar Vida a todos los hombres. La actitud del que se adhiere a Jesús, debe ser la misma que él tiene hacia su Padre: recibir la Vida y comunicar esa misma Vida a los demás. Jesús nos está pidiendo que hagamos con él, lo que él mismo ha hecho con su Padre. Al hacer nuestra su Vida, hacemos nuestra la misma Vida de Dios. Cuando Jesús dijo: “Yo y el Padre somos uno”, está manifestando cuál es la meta de todo ser humano. Esa identificación total con Dios es el culmen de las posibilidades humanas.
Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de este vivirá para siempre. Una y otra vez se repite la misma idea, señal de la importancia que el evangelista quiere darle. Seguramente la polémica seguía con los judíos que no acababan de aceptar el significado de Jesús. Al evangelista lo que le interesa es dejar claro el sentido de la adhesión a Jesús. Existen dos panes bajados del cielo (venidos de Dios), uno espiritual, su persona; otro material, el maná. Éste no consiguió completar el Éxodo, no llevó a los israelitas hasta la tierra prometida. Jesús en cambio puede llevar hasta el fin, a la Vida/amor definitivos.

Meditación-contemplación
Yo vivo por el Padre y el que me coma vivirá por mí.
Una misma Vida atraviesa a Dios, a Jesús y a todo ser humano.
No se trata de la vida biológica, sino de la trascendente.
No son vidas distintas que se suceden, sino la misma y única VIDA.
…………………
La tarea fundamental de todo ser humano
es nacer a esa Vida que se le ofrece gratuitamente,
aunque para ello tenga que morir
a todo lo que signifique egoísmo e individualidad.
………………
Esa Vida no tengo que buscarla en ninguna parte,
Porque ya está en mí desde el principio.
Solamente tengo que vaciarme de todo aquello,
que impide su nacimiento y crecimiento.
…………………

Fray Marcos

jueves, 6 de agosto de 2015

EN SEXUALIDAD Y FE EL CRITERIO ÉTICO Y MORAL DEBEN SER LOS VALORES EVANGÉLICOS

clase Juan Masia
Urge una re-educación sobre sexualidad y fe donde el criterio ético y moral sean los valores evangélicos por encima de distinciones exclusivistas entre casados por primera vez o vueltos a casar, heterosexuales o no heterosexuales.
Sexualidad Pluriforme y Educación Inclusiva en la Vida de las Comunidades Cristianas
Con este título el profesor Masiá nos acerca al debate que hay dentro de la Iglesia sobre cuestiones de moral sexual como por ejemplo en el caso de los divorciados vueltos a casar o la homosexualidad.
Para hablar de estas cuestiones de sexualidad y fe a la luz de un criterio evangélico Juan Masiá elige la cita del evangelio Jn 20, 23: A quienes perdonéis los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengáis los pecados, éstos les son retenidos.
O bien esta otra traducción con una referencia metafórica de nudos y cuerdas. "A los que soltareis los pecados, les son sueltos; a los que los retuviereis, les serán retenidos."
Con una exégesis creativa que tiene en cuenta la actitud de Jesús cuando está frente a los pecadores, Masiá nos reinterpreta este texto liberándolo del encasillamiento al que ha sido sometido desde Trento, para justificar que la Jerarquía de la Iglesia es la única que tiene potestad para perdonar o retener pecados sometiendo las conciencias de los hombres y mujeres. Con gran sentido común señala que los discípulos Pedro, Juan o Santiago, que reciben este encargo no son la primera jerarquía de la Iglesia sino la primera comunidad puesto que no hay jerarquía ninguna en ese momento.
La traducción y el sentido que le da a este texto se resume en una interpelación así: Os encargo estrechar lazos de inclusión y fraternidad, deshacer nudos de exclusión y marginación y os animo a denunciar el pecado estructural y a los victimadores.
A la luz de este texto y con este sentido, Juan Masiá expone la necesidad de hacer una teología inclusiva en la que no se excluya a nadie por su orientación sexual o por no haber sabido llevar a buen término su matrimonio.
De cara al próximo Sínodo de los Obispos sobre cuestiones de vida y familia habla de los avances que el papa Francisco está haciendo con una mayor transparencia en los contenidos que se debaten y con la novedosa invitación a escuchar a las comunidades eclesiales, pero también constata la gran oposición que ejerce una mayoría de obispos y sectores conservadores dentro de la Iglesia.
Los principales obstáculos para que la doctrina se actualice se pueden agrupar en cuatro grandes nudos que estamos llamados a deshacer:
1. El nudo hermenéutico para aprender a leer la Biblia sin fundamentalismo.
2. El nudo jurídico. El derecho canónico es un lastre. No tiene sentido tratar jurídicamente lo Pastoral.
3. Los prejuicios.
4. El pensamiento excluyente que divide.

Juan Masiá Clavel (Murcia, 1941) es sacerdote jesuíta, teólogo, escritor y profesor de ética.
Ha vivido más de veinticinco años en Japón siendo Director del Departamento de Bioética en el Instituto de Ciencias de la Vida de la japonesa Universidad de Sofía, y profesor de Bioética y Antropología en la facultad de Teología de la misma universidad.
Fue profesor invitado de Antropología filosófica de 1988 a 1998 en la Universidad Pontificia Comillas y ha dirigido la Cátedra de Bioética de la misma Universidad de 2004 a 2006. En este último año, calificar como "mitad cómico, mitad anacrónico" el debate eclesiástico sobre el uso del preservativo le costó al jesuita su puesto en la Universidad de Comillas, a dos meses de su jubilación, y el secuestro de su libro Tertulias de bioética.
Como consiliario de la Asociación de Médicos católicos de Japón y colaborador en comisiones de bioética de la Conferencia Episcopal japonesa se ha ocupado de tratar en perspectiva teológica las cuestiones de ética de la vida. Hoy es coadjutor en la parroquia de Rokko, de los jesuitas, en Kōbe (Japón) y profesor de Bioética en la Universidad Católica Santo Tomás, de la diócesis de Osaka. También es colaborador en Tokio de la comisión católica de Justicia y Paz y de la sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz. Es uno de los firmantes del manifiesto Ante la crisis eclesial, junto con otros 300 pensadores cristianos.

CADA UNO DETERMINA Y ASUME SU PROPIO DESTINO

Dios es aquel que siempre calla desde el principio del mundo(Miguel de Unamuno)
9 de agosto, La Transfiguración
Mt 17, 1-9
Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece armaré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro quiere frenar en seco al imparable camino de la vida. Y le pide a Jesús si le parece bien que levante tres tiendas. ¿Ignora el vehemente apóstol la vocación de Abrahán, la de Jesús, la del hombre, la de todas las cosas? Esto es ponerle palos en las ruedas al camino e impedirle llegar a su destino.
Nuestro compromiso no es nunca con Dios, por más que brille el sol sobre la cima del Tabor, es siempre con el mundo. Lo puedo realizar no siendo como Dios ni como Jesús ni como Buda, sino siendo como yo mismo. ¿Cuántas veces cruza Jesús nuestro camino y no le vemos? Estar exclusivamente centrados en nuestro problema nos lo impide. Cuando era pequeño, cuenta el genial artista malagueño, mi madre me decía: si te haces soldado, llegarás a general; si te haces cura, llegarás a Papa. Yo quería ser pintor y he llegado a Picasso.
Dios elige a los suyos –al menos eso cuenta la Biblia- para culminar algún proyecto. A Noé para salvar del diluvio a sus criaturas, como lo grabó Gustavo Doré en El Diluvio. A Abraham para constituirle padre de su pueblo, como le pintó El Tiépolo con los tres ángeles.Aunque lo cierto es que Dios no elige a nadie y cada uno determina y asume su propio destino. Es el Dios interior que hay en nosotros, quien con nosotros –y nosotros con él- lo decidimos.
Como Buda, que hace 2.500 años dijo:“Nadie nos salva sino nosotros mismos. Nadie puede y nadie debe. Nosotros mismos debemos transitar el camino”“Dios es aquel que siempre calla desde el principio del mundo”escribió el docto Rector de Salamanca, pensador y poeta. En definitiva, para qué necesita hablar si, como se dice en la película Lucho, vives en el pueblo, sobre Luis Esquival Camps: “Para qué tener que buscar a Dios en el misterio, cuando está ahí tan patente en la vida misma”.

Vicente Martínez

ATRACCIÓN POR JESÚS

Jn 6, 41-51
El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para recordar a todos que han de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.
Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital... que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».
Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».
Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para siempre».
Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.
Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos alentará para ir más adelante que lo que nos marcan nuestras tradiciones.
Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola