LES DEJAMOS LAS LECTURAS PARA EL 24, NOCHEBUENA, PARA PREPARAR LA VENIDA DE LA LUZ AL MUNDO Y A NUESTROS CORAZONES
Misa de media noche
Isaías 9,1-3.5-6
Un hijo se nos ha dado
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la
alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar,
como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo
de su carga, el bastón de su hombro, los quebraste como el día de Madián.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado:
lleva a hombros el principado, y es su nombre: "Maravilla de Consejero,
Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz." Para dilatar el
principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino.
Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por
siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.
Salmo responsorial: 95
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor,
toda la tierra; / cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria. / Contad a los
pueblos su gloria, / sus maravillas a todas las naciones. R.
Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y
cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los
árboles del bosque. R.
Delante del Señor, que ya llega, / ya llega a regir la
tierra: / regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad. R.
Tito 2,11-14
Ha aparecido la gracia de Dios a todos los hombres
Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación
para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa,
aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y
Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de
toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas
obras.
Lucas 2,1-14
Hoy nos ha nacido un Salvador
En aquel tiempo, salió un decreto del emperador
Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo
que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada
cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y
mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la
noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les
presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran
temor. El ángel les dijo: "No temáis, os traigo una buena noticia, una
gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un
Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre." De pronto, en torno al
ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el
Señor."
Este
evangelio de Navidad nos presenta dos elementos importantes para la vida del
cristiano: la Palabra y la Luz. La Palabra que nos viene de Dios se encarnó en
Jesús hace más de dos mil años y vino a traernos un mensaje esperanzador. Sus
palabras de vida eterna, como las describió Pedro, promueven vida digna para
todos los seres humanos. Esa Palabra que existía desde la eternidad se
manifestó humanamente en la persona de Jesús, quien habitó entre nosotros y
vive hoy presente en medio de la humanidad sufriente y necesitada. Por medio de
la Palabra somos iluminados y enviados a anunciar el Evangelio a todos los
pueblos del planeta. Jesús es esa Luz verdadera que ilumina a toda persona. El
vino al mundo, pero fue rechazado por los suyos y sigue siendo rechazado hoy
por los que no comparten su proyecto de vida. Nuestra misión como seguidores de
Cristo es la de ser testigos de esa Palabra y luz del mundo. Por eso, acoger la
Navidad que hoy celebramos con gozo y esperanza requiere acoger de verdad el
mensaje que vino a traernos el Redentor: “ámense unos a otros como los he
amado Yo”.
Celebramos
el misterio de la encarnación. Dios asume la condición humana en Jesús de
Nazaret. Los evangelios enfatizan las condición humilde de su nacimiento y
señalan como condición para ese nacimiento la aceptación profunda y consciente
por parte de José y de María, la lógica del actuar de Dios sucediendo en un
pueblo pobre y sencillo.
Hermanos
y hermanas, ser seguidor de Jesús es asumir su mismo camino, el camino de la
encarnación en los retos y desafíos de una cultura y de una época; una
obediencia incondicional a Dios hasta la muerte. Por eso celebrar la Navidad no
es solo un recuerdo, es luchar dentro de nuestros pueblos y nuestras
circunstancias para que la dignidad de hombres y mujeres sea respetada, para
que tengamos condiciones dignas de vida, y por hacer de nuestros países lugares
más acordes al sueño de Dios, el Reino.
En este
espíritu, esencia del cristianismo, ¡Feliz Navidad para todos!
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